...con una sensación ocupando su soñoliento cuerpo: felicidad. Había pasado una de esas noches que con el paso del tiempo acaban recordándose como perfectas, omitiendo la memoria los detalles sobrantes e inútiles. No importaba la cantidad o calidad de las sustancias consumidas, la idoneidad o categoría de la compañía, los lugares en los que había estado. Todo se había combinado para hacer que las horas desde el anochecer al amanecer fueran perfectas. Y se sentía feliz y vivo.
Cuando llegó a casa le dijeron que su abuelo había muerto.
Nos leemos.
-Volvía a casa...-
- SordoSinOrejasDrMoriarty
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