Shiz escribió:Si supieras lo que me enciende que hables así de Paganini lo utilizarías en cada intervención independientemente del tema que se tratase. Me has tocado los bemoles; no ya por la opinión de la Cantabile, sino porque vuelves una vez más a la técnica Harry el Sucio sin venir a cuento. Y es que sin saber mucho de violinistas te has topado con "el tal Kogan", que está entre los tres mejores intérpretes de la historia. Sin saber mucho de violinistas apuesto mi mano izquierda a que al menos eres capaz de intuir que es un monstruo técnicamente hablando y sin saber mucho de violinistas, habrás llegado a pensar que el sonido que arranca al Guarnieri que tiene entre las manos no es de este mundo. Sin embargo te has ido a por el compositor por eso de meter el dedito y sobre todo, porque te viene mucho mejor hablar de Bach. Pues bien, tienes razón: no tienes ni puñetera idea de violinistas pero sí que te sonarán Verdi, Schumann, Ravel, Tchaikovsky, Brahms, Liszt, Chopin, Schubert, Rachmaninov o Berlioz, ¿verdad? Cualquiera de ellos te hubiese amputado ambos brazos de haberte leído porque Paganini, los acojonó a todos y cada uno de ellos. Él y sus apabullantes recursos técnicos, melódicos y compositivos.
O las mariconaditas melifluas, según tú.
No se me soliviante usted, señorita, si en cuanto al intérprete estamos de acuerdo, es exquisito incluso pese a la cara de monstruo de Frankenstein con migraña...aunque un comentario del Youtube lo clava más comparándolo con Sollozzo, de "El Padrino":
Tiii, tiroriro riiii, tiro riro raaaa
En cuanto a la pieza en sí, está bien, no digo que esté mal. Sólo me limito a señalar la predilección del adorable sexo débil por las tonadillas anhelantes y lacrimosas, lo cual no resulta en absoluto censurable, todo lo contrario: la tendencia a sufrir vahídos y sofocos ante el aterciopelado pucherito de las melodías románticas es un rasgo más de encanto en la ya de por sí fascinante naturaleza melindrosa de la siempre caprichosa, titilante y liviana alma femenina.
Podemos, si Vd. lo desea, hacer un pequeño experimento. Ponga usted de fondo la pieza de Paganini que tanto le gusta, y escúchela durante 20 o 30 segundos, sin seguir leyendo este post.
...escuche.
...escuche y déjese llevar por la tiple melancolía del Guarnieri.
...y ahora, sin dejar de escuchar (¡no detenga la música!) y aún imbuída por la emoción, mire Vd. dentro de este spoiler:
No negará Vd. que la pieza cantabile ejerce de insustituible complemento para manifestaciones todas de lamento y congoja, especialmente si adaptan la forma de pucheritos entrecortados y mirada de perro pachón. Y eso es algo, querida señorita, que más allá de nuestras divergencias de criterio y disensos del gusto, creo que no podemos aplicar a Johann Sebastian.
Pero claro, Vd. es una delicada damisela, cómo no va a preferir los desmayos y vahídos y los derrumbes en el sofá seguidos de tisanas bebidas a sorbitos y afanosas lecturas de libritos de poemas, a la exaltada contemplación de los euclidianos logros de Bach.
Películas de tacitas, música de tacitas, tisanas en tacitas, ovillitos de lana. El eterno femenino.