Hoy os voy a hablar de interiorismo. En concreto, de la corriente prevalente de nuestra época: el Neopaquismo. Para entender el Neopaquismo, primero hay que entender un poco lo que es el Paquismo. El Paquismo es básicamente el diseño de interiores de los pisos Paco del Franquismo y la Transición (aprox. 1965-1985), las casas que adquirieron los Boomers y early Generación X.
Se caracteriza por gotelé (para disimular defectos de construcción de las casas baratas), muebles durables de madera maciza, fotos de la familia (comuniones, bautizos, la boda) y displays de vajillas para las visitas.La distribución de la casa es pasillera: cocina separada, habitaciones unidas al pasillo y un salón que es la parte central de la casa.
Aquí tenéis algunos de sus elementos más característicos:

Pero bueno, hoy no vengo a hablaros del Paquismo, del que hay mucho que decir y podría hablar durante horas (me apasiona).
Hoy os vengo a hablar del NEOPAQUISMO

El Neopaquismo es el tipo de interiorismo dominante en la vivienda de la generación tardo-millennial y proto-zoomer (nacidos aprox. 1988-2000).
Se define principalmente por ser una negación frontal del Paquismo. Vamos a ir poco a poco analizando sus elementos.
PRIMERO: MOBILIARIO DE IKEA


La omnipresencia de Ikea es la piedra angular del Neopaquismo. Frente a los pesados muebles de madera del Paquismo, el Neopaquismo abraza el conglomerado. Muebles baratos, modulares y desmontables.
BILLY, KALLAX, MALM, BESTÄ: son los iconos de una generación que no puede permitirse muebles de madera maciza ni la certeza de vivir en el mismo piso dentro de dos años.
SEGUNDO: LA ELIMINACIÓN DEL GOTELÉ Y LOS SUELOS LAMINADOS

El gotelé, símbolo del Paquismo por excelencia, es el enemigo público número uno del Neopaquismo. Lo primero que hace cualquier millennial al mudarse es arrancarlo, lijar y pintar de blanco impoluto. Paredes lisas, blancas, asépticas.
Pero el gotelé no era solo estética cutre, era funcional. Su trabajo era disimular los defectos de obras de aquellas construcciones baratas del desarrollismo franquista y las trastadas de los niños. Al eliminar el gotelé, ahora cualquier roce deja marca. Son paredes que no toleran dedazos ni pintadas.
TERCERO: ALTAR A LA CULTURA POP Y LOS VIAJES



El Neopaquismo elimina las fotos de familia en marcos de plata sobre el mueble del salon (de bodas, bautizos, comuniones...) y en su lugar erige un nuevo altar:
La vitrina del IKEA iluminada por tiras LED controladas por un mando a distancia.
Dentro no encontramos patrimonio familiar, sino iconografía de la cultura pop: Funko Pops de Marvel, Juego de Tronos o Harry Potter, ediciones especiales de videojuegos, etc.
Los cuadros y las fotos desaparecen de las paredes y son reemplazadas por láminas de diseño gráfico de Amazon, posters de conciertos o de series, y sobre todo, de recuerdos de viajes:
mapamundis para rascar, el cuchillo que compraste en Japón, a la figurita de madera de un elefante de tu viaje a Tailandia.
Es un reflejo de que el estatus ya no se mide por la posesión de bienes, ni por tu familia ni sus logros (por ejemplo, las copas de los torneos de los hijos del Paquismo). Ahora lo que prima es la acumulación de experiencias: haber estado en, haber visto, en general, haber consumido.
Aquí esta mucha de la clave del Neopaquismo:
La familia para un millennial ya no ocupa el centro de la vida. La casa no es un sitio donde criar a tus hijos (que probablemente no existan), sino un escenario donde representar esa identidad construida a traves de "experiencias". Un fondo de Instagram en el que habitar temporalmente, antes de mudarse al siguiente piso de alquiler.
CUARTO: EL ESPACIO AUDIOVISUAL COMO CENTRO NEURÁLGICO


Si en el Paquismo el salón era el espacio de reunión familiar, en el Neopaquismo el salón se reorganiza completamente entrono al consumo audiovisual en solitario o en pareja.
La televisión ya no es un mueble más: es EL mueble. Una pantalla de al menos 55 pulgadas, montada en la pared o sobre un mueble bajo de Ikea (BESTÄ, siempre BESTÄ), rodeada de dispositivos: la PlayStation, la Xbox, el Apple TV, la barra de sonido, el router con sus lucecitas parpadeantes. Todo conectado, todo en streaming.
El sofá ya no mira a la mesa ni invita a la conversación. Mira directamente a la pantalla, en una disposición casi religiosa. Es el altar laico del Neopaquismo: Netflix, HBO, Disney+, Prime Video.
Mientras el Paquismo organizaba el espacio para la familia y las visitas, el Neopaquismo se organiza entorno al consumo audiovisual. No hay sillas extra, no hay espacio para más de tres personas. Porque apenas hay visitas, y si vienen, se saca el puff.
QUINTO: LA COCINA AMERICANA Y LA ILUSIÓN DE ESPACIO

El Paquismo separaba la cocina del resto de la casa. Era un espacio funcional, cerrado, donde se cocinaba de verdad: guisos, fritos, olores que no debían invadir el salón. La cocina era, en general, el territorio de la madre, un espacio de trabajo.
El Neopaquismo DERRIBA esa pared. La cocina americana es el símbolo máximo de la modernidad: espacio diáfano, integración visual, sensación de amplitud. Una barra con taburetes altos separa (o no) la cocina del salón. Se trata de huir del ambiente pasillero y cerrado del Paquismo.
Pero aquí viene la trampa: la cocina americana funciona porque ya no se cocina de verdad. Se calienta, se ensambla, se pide. Meal prep los domingos, tuppers en la nevera, Glovo cuando no hay ganas. Nada que genere humo, nada que manche, nada que huela demasiado.
Un espacio diáfano exige una vida diáfana: limpia y ordenada. Sin niños ni comidas familiares que ensucien, en general, sin vida doméstica.
Y cuando por fin llegan los niños (si es que llegan), la cocina americana se convierte en una pesadilla: imposible contener el caos, el desorden y los olores que penetran en la gomaespuma del sofá. Se destruye la estética impoluta que prometía el render del arquitecto.
SEXTO: EL DESPACHO Y LA AUSENCIA DE ESPACIOS INFANTILES


Los pisos Paco presuponían la existencia de niños; sus habitaciones eran una estancia planificada. En la vivienda Neopaquista, este espacio se resignifica y se transforma en despachos (fruto de la normalización del teletrabajo), "habitaciones de gaming" o simplemente, en trasteros de alta rotación.
Standing desk del IKEA, silla ergonómica/gaming, uno o dos monitores externos.
Y es que el "work from home" solo es viable en una casa sin niños, sin ruidos y sin caos. El Neopaquismo permite el teletrabajo precisamente porque ha eliminado la vida doméstica del hogar.
PARA TERMINAR




Podría seguir. El Neopaquismo tiene más capas de las que caben en un hilo: las plantas de plástico (porque no conoces a tu vecino lo suficiente como para pedirle que te las riegue cuando te vas tres semanas de viaje), los sets de Lego expuestos como si fueran arte, la air fryer como electrodoméstico fetiche (cocina rápida, para uno o dos, sin manchar, sin olores), las luces de neón con frases motivacionales ("Good vibes only", "But first, coffee", "Work hard, play hard"). Podría seguir, pero creo que ya se entiende el punto.
El Neopaquismo no es solo una elección estética libre. Es la consecuencia inevitable de las condiciones materiales de nuestro tiempo: alquileres caros, contratos temporales, movilidad laboral forzosa, natalidad aplazada o directamente cancelada, y la atomización social.
Donde el Paquismo era feo pero honesto, una estética de clase trabajadora que aspiraba a la estabilidad, el Neopaquismo es bonito pero vacío. Promete modernidad, amplitud, libertad, pero lo que realmente refleja es la vida de quien no puede permitirse (o que le da miedo) echar raíces. De quien sabe que en dos años puede estar en otra ciudad, en otro piso, con otra pareja o sin ella. De quien ha aprendido a vivir ligero de equipaje, porque el equipaje pesa y las mudanzas son caras.
Y sin embargo, hay algo profundamente triste en todo esto. Porque el Neopaquismo, con toda su blancura y limpieza escandinava, es también la estética de la renuncia. Renuncia a la permanencia, a la comunidad, a la familia, al barrio. Renuncia, en definitiva, a la idea misma de hogar.
El Neopaquismo es, en el fondo, un interiorismo para una vida que aún no ha empezado del todo y que quizá nunca empiece.





