Amadeo Bienteveo
La vida es una puta mierda, la gente es una puta mierda, este reino es una puta mierda y el trabajo en la pocilga es, por supuesto, una puta mierda. Y así día tras día. Lo único que me salva es Pato. Pato es un pato, claro, es mi pato, mi pato, lo único que tengo y lo único que me importa. ¡Viva Pato! No sé porque Pato se encariñó conmigo, yo nunca he sido amable con nadie, tampoco lo fui con ese patito huérfano que un día apareció en la pocilga así como despistado. Se había perdido. Primeramente, pensé en pisarlo y sentir como crujían sus huesos bajo mi bota pero en el último momento me frené pensando que tal vez, por una vez en la vida, tenía suerte y me salía pata y, al menos, podría tener algún huevo gratis.
Tuve suerte, salió pata. Bueno en realidad tuve mucha más suerte que eso. Fue la primera vez en la vida que algo o alguien o lo que quiera que sea un pato me importó de verdad. Que te importe alguien o algo es más importante de lo que yo creía. La vida pasa a ser un poco menos mierda cuando algo te importa.
Pato, que en realidad era pata, se convirtió en mi amigo, me seguía a todas partes, lo llevaba a todas partes conmigo, o bajo mi brazo o ella iba detrás de mí siguiéndome por allí donde fuera. Cuando no estoy en la granja paso las tardes en el “Mar azul”, la taberna del distrito de mierda donde vivo. Tengo un grupo de colegas allí. Bueno en realidad ellos no me importan mucho y no sé si yo a ellos les importo también algo pero beber con alguien siempre es mejor que beber solo y, además, cuando eres pobre de solemnidad, a veces, tener colegas es bueno para muchas cosas. Entre muchos te pueden prestar algo de pasta cuando estás muy jodido, si tienes algún problema con alguien tu peña te va a ayudar. Vamos, que mi amigo es Pato, que en realidad es una pata, y, los colegas me sirven para que la vida me sea un poquito menos difícil. Pero de vez en cuando tienes que dar algo a cambio.
Cuando era pequeño creo que era feliz pero entonces la peste asoló la ciudad, yo, que nunca he tenido suerte caí presa de la enfermedad. Estuve a punto de morir, me debatí muchos días entre la vida y la muerte, pero extrañamente me salvé. Desde entonces todo me pareció una puta mierda y ya nunca volví a ser feliz. Ya lo he dicho antes, todo menos Pato. Cuando estoy solo con pato le acaricio la cabecita, le paso la mano por las suaves plumas del pecho, le hago mimos y carantoñas, lo abrazo y le cuento que juntos saldremos de la miseria, pese a quien pese y pasando por encima de quien tengamos que pasar. Pato y yo y nadie más. Bueno, si nos sirven para nuestros propósitos pues los mantendremos al lado, únicamente mientras sea necesario.
Lo de Bienteveo es una broma que me hacen mis colegas y ya se me ha quedado. Amadeo, que bien te veo. Lo dicen porque soy un triste. Tienen razón y a ellos les hace gracia, no me importa, ellos pueden serme útiles.
Mis colegas son amables con Pato, la verdad es que Pato les hace también mucha gracia, le hacen cosquillas, le dan comida, y ella les ha cogido cariño. Siempre me sigue a mí, claro, pero acepta a mis colegas, creo que también entiende que pueden servirnos para nuestros propósitos.
Hace poco me hice con unas herramientas de ladrón. No tengo ni idea de ser ladrón, por desgracia, pero me he gastado parte de mis pocos ahorros en comprar unas herramientas para comenzar a afanar algo y así, poco a poco ir consiguiendo juntar dinero. Todavía no las he probado.
Cuando esta mañana Maribel nos dijo que estaba muy preocupada porque su hermano no daba señales de vida desde hacía días y que nos pedía ayuda pensé en decir que no. Su hermano me da igual, aunque es un tipo generoso, que normalmente tiene pasta y solía invitarnos a una ronda en la taberna únicamente por ser los amigos de su hermana. Yo pensaba que era idiota por hacer eso, pero una cerveza gratis es una cerveza gratis.
Casi todo el grupo se animó al momento, yo me iba a largar discretamente, pero Pato me miró e hizo “cuac” y yo supe que me estaba queriendo decir algo. Miré a Pato y pensé “Quizás tienes razón, mi vida es una mierda, no te puedo dar todo lo que te mereces y quizás esta sea nuestra oportunidad para salir de pobres, quien sabe, merece la pena involucrarse, al menos mientras esto no sea peligroso”.
Y de repente me veo bajando de tres en tres las escaleras hacia los sótanos del Gremio de Cazadores gritando como un descosido y con Pato graznando como loco detrás de mí. Voy el último del grupo, tampoco os creáis, no pensaba ni bajar, de hecho me estaba girando para salir del recinto sin llamar la atención, pero extrañamente al escuchar los gritos, oír chocar las espadas, me ha saltado como un resorte oculto y me he encendido como una tea. Y Pato se ha puesto más loco que yo todavía.
Así que ahí estoy bajando las escaleras de tres en tres, con Pato detrás más alocado todavía que yo, llevando sujeta mi horca, que es mi herramienta de trabajo con ambas manos y gritando sin parar.
Llego abajo y me encuentro un espectáculo dantesco. La cabeza de Octavius está rodando por el suelo, alguien le ha dado una patada sin querer y se ha puesto a rodar de un lado a otro de la habitación. Amapola está con cara de no creerse todavía nada, tumbada en el suelo con los ojos mirando fijamente al techo. Delante suyo, pisando su cuerpo caído, Malkarma, la ha hundido a un tipo su espadita en todo el vientre hasta la empuñadura, que ella no suelta, tal vez se le ha trabado. El tipo blande una espada todavía pero no parece realmente ya muy peligroso, al otro, el que debe haber rebanado la cabeza de Octavius está siendo atacado por todas partes por una masa enfurecida de colegas.
Yo alzo la horca con ambas manos y, sin dejar de gritar se la hundo, a la altura de los ojos en la cara del tipo que está tragándose la espadita de Malkarma. ¡Joder! No sabía que era tan fácil matar a alguien. El tipo muere antes de caer al suelo.
El otro también se derrumba inerte. Se hace el silencio.
He soltado la horca, tanto la horca como la espadita de Malkarma están clavadas en el cuerpo del cazador del gremio que yace muerto. Pato le está picoteando con saña una oreja.
Miro la escena, todos están como petrificados. Miro a Amapola y recuerdo, que llevaba una especie de jubón acolchado. No le ha servido de mucho, pero mejor eso que nada. Y además debe haber cobrado la soldada y total, ella el dinero ya no lo va a necesitar para nada.
Me agacho junto a su cuerpo para sacarle el jubón y el dinero que pueda llevar, no me extraño por no sentir pena, ni por ella, ni por Octavius.
Así es la vida, mejor ellos que yo, y así, si hay botín toca más a repartir. Solos Pato y yo. El resto mientras sirva a nuestros propósitos.
Aun así Amapola era bonita, es verdad que lo era, muy santurrona, muy del bien y la justicia y no sé que pollas más, pero tenía un polvo.
Mientras meto la mano en su jubón para encontrar su bolsa de las monedas noto como, de repente, Amapola me agarra el brazo con una inusitada fuerza y gritando como una descosida, nunca mejor dicho, comienza a decir
“¡Estoy viva! ¡Estoy viva! ¡Estoy viva!”
Mierda, dejo la bolsa de las monedas en su sitio y grito yo también “Un matasanos” “Necesitamos un matasanos”. “Amapola todavía no se ha muerto”. Tendría que haber ido a registrar a Octavius, ese seguro que sí que estaba muerto.