Lo cierto es que me encuentro bastante sorprendido estos días debido a la gran de puntos en común que estoy encontrando en los argumentos de Nicotin y mis propias ideas. Y en lo aquí expresado en relación a la RAE, también estoy en líneas generales bastante de acuerdo, aunque con matices.
Sirena Coja escribió:una institución cuya labor es puramente notarial.
Esto no es exactamente así. La RAE desempeña en efecto una labor de recopìlación de datos bastante notable —como puede verse en varias de sus publicaciones, como el «Diccionario de autoridades», el «Corpus de referencia del español actual» o el «Corpus de referencia diacrónico del español»—, pero no todo su trabajo es exclusivamente
notarial.
Así, por ejemplo, su obra más conocida, el «Diccionario de la lengua española» no es un
diccionario de uso, esto es, un diccionario que se limita a recger los vocablos y acepciones que están siendo utilizados en la actualidad —como puede ser el María Moliner—, sino que es un
diccionario normativo, esto es, que no sólo se limita a recopilar datos sino que además fija doctrina. y «orienta» sobre cuál debería ser el uso correcto del lenguaje. Del mismo tipo es también la «Ortografía de la lengua española» y la «Gramática de la lengua española».
Sobre la labor de la RAE existe un problema: los medios de comunicación sólo recogen lo anecdótico —que se haya incluido en el diccionario tal o cual vocablo— y obvian una gran labor —ingente incluso diría— que también lleva a cabo.
Lo que no quita que haya ciertas decisiones que sean de mi más completo desagrado.
A nivel léxico aparecen las más notorias. Hay algunas ocurrencias, como las de «cederrón» o «millardo», que directamente mueven a risa. Dos fuentes de desatinos muy abundantes son la transcripción de palabras extranjeras y la feminización de palabras. En el primer tema se ha perdido hace tiempo el criterio de que las palabras tengan que tener un aspecto medianamente español. Y sobre lo de los femeninos, nos encontramos disparates tales como «jueza», «presidenta» o «concejala», ignorantes quizá de que las palabras «juez», «presidente» —así como el resto de participios activos— y «concejal» NO SON MASCULINAS, sino que son neutras, por lo que carece de sentido feminizarlas.
Pero también existen decisiones a nivel gramatical con las que me muestro disconforme, como la aceptación de leísmo de persona, a mi juicio una rendición inaceptable.
Aunque quizá mi mayor discrepancia sea en el estúpido criterio de admisión de nuevos académicos. Mientras personajillos como Pérez Reverte, Cela, Ansón —con tilde porque me da la gana— o Cebrián, personas que ni siquiera saben griego y latín, estén en la academia, la credibilidad de la institución ante mis ojos será muy inferior a la que tenía tiempo ha. ¿Que soy elitista? ¡Por supuesto! En la RAE tienen que estar los mejores y más preparados. Y los que he enumerado no me parece en absoluto que lo sean.
Sobre el asunto concreto de la palabra
gay: cada uno es libre de usarla si lo cree conveniente, pero es una palabra que no es española en su origen, ni en su aspecto ni siquiera en su pronunciación, por lo que yo no la considero una palabra de mi idioma y me abstendré de utilizarla como norma general, diga lo que diga la RAE. Pero lo peor de todo es que esta palabra NI SIQUIERA ES NECESARIA. Pueden emplearse perfectamnte los términos «homosexual» o «marica» —dependiendo, obviamente, del registro—.