Terapia alternativa
Publicado: 12 Jul 2009 04:37
Hola de nuevo, gente.
Aunque parezca mentira, éste será el primer mensaje que me habréis leído nunca, si es que lo termináis. Hace algunos meses me despedí de vosotros sin fechas ni plazos concretos de reinserción asocial. Este silencio que hoy rompo en su día lo justifiqué, por privado, a algunos de vosotros con un viaje de placer. Al moro creo que le dije que me iba a África, a Mayhem que a Buenos Aires, a Pepegut que a la mierda... En fin. Que en realidad mi ausencia vino motivada por graves problemas de salud.
Durante estos meses me han pasado tres cosas extraordinarias. La primera es que he tirado a la basura mi repugnante hígado para cambiarlo, enterito, por otro nuevo que funciona mejor. Era de un muerto, claro; y no sabéis lo mucho que llegas a replanterte tus hábitos y tu life style cuando un cadáver cambia sus lujosos órganos por los tuyos.
La segunda cosa extraordinaria es que ahora, al hablar, ya no parece que se me arruguen las palabras. El tabaco había deteriorado tanto mis resortes fónicos que Joaquín Sabina, a mi lado, hubiera parecido un ruiseñor. Y eso que yo siempre había gozado de lo que se dice "una voz radiofónica". Después de esta segunda operación, menos urgente (pues la alternativa que se me planteaba era la mudez, y en el caso de la primera, la muerte), vuelvo a hablar como un ser humano, al menos en lo que viene siendo el envoltorio (lo otro, lo que cocina el contenido... eso sí que no tiene remedio).
La tercera cosa extraordinaria es que he aprendido a jugar al póker. Me explico. Como os podréis imaginar, ya no bebo ni fumo. Os aseguro que no me está resultando nada fácil, puesto que llevo desde los once años con un pitillo bailando en los labios y el alcohol no era sólo un lubricante juguetón para mí, sino que con los años se había convertido en una necesidad, hasta el punto de que en mi ingreso hospitalario, al verme privado de él, ataqué a unas enfermeras. (Vuelvo a insistir: éste es un mensaje serio y veraz. Que caiga en la tentación de contar mi delirium tremens subrayando el patetismo de una agresión en bata, supongo que por su coquetería cómica o literaria, o porque sencillamente resulta muy gráfico, no quita para que de verdad me cueste bastante confesaros esto.) Quiero decir que era (soy) alcohólico. Y ahora, para tratar mis impulsos y desequilibrios emocionales varios, tengo que asistir a una terapia de grupo, independiente de la atención médica individual que necesito. En esa terapia no sólo nos dedicamos al cliché de decir: Hola, me llamo 6dedos y soy un borracho; de hecho, apenas charlamos del tema en ese plan: lo que más hacemos es tomar pastillas y echar partidas a las cartas. Y ahí es donde me enseñaron a jugar al póker, el sueño de mi infancia desde que veía pelis de vaqueros.
La poca familia que me queda estructurada no es la familia con la que nací, sino la que he formado yo, perezosamente, con el paso de los años, las afinidades y los muchos cadáveres en la cuneta que, debido a mis excesos, he ido dejando. Entre ellos, el negro. A él doy gracias públicamente de su apoyo (en privado ya lo hago siempre que puedo). Ninguno de mis amigos se creía que, por mi carácter, fuera a aceptar el yugo de los médicos y los terapeutas y la bobaliconería confesa de los zombies ex borrachuzos de mis sesiones. Sin embargo, he experimentado un cambio espiritual, por ponerme cursi y maricona, no sólo un trance hospitalario estadísticamente muy peligroso. Me siento, de alguna manera, mejor persona.
En esa familia, o ese núcleo de afinidades mías, mal que me pese, mal que os pese, estáis algunos de vosotros. Sí, sí, ya: así de triste es mi vida, que mientras muchos ya me habíais olvidado yo os tengo por amigos, con o sin hache. Pero qué le vamos a hacer. Como parte de una terapia alternativa a la de los doctores, os confieso públicamente mi vergüenza; tanto a vosotros como a los que les soy indiferente... o a los que directamente me tienen asco.
No sé si esta justificación cutre de por qué os cuento lo más íntimo y oscuro de mi Yo real os habrá convencido; a mí más o menos, porque ni yo mismo sé explicarme muy bien de dónde viene esa necesidad.
Llamadlo vanidad, ganas de llamar la atención o, no sé, simple patetismo. En cualquier caso, nada que no hubiese motivado cualquiera de mis anteriores posts. Con la diferencia de que éste, por primera vez, va en serio.
6D
Aunque parezca mentira, éste será el primer mensaje que me habréis leído nunca, si es que lo termináis. Hace algunos meses me despedí de vosotros sin fechas ni plazos concretos de reinserción asocial. Este silencio que hoy rompo en su día lo justifiqué, por privado, a algunos de vosotros con un viaje de placer. Al moro creo que le dije que me iba a África, a Mayhem que a Buenos Aires, a Pepegut que a la mierda... En fin. Que en realidad mi ausencia vino motivada por graves problemas de salud.
Durante estos meses me han pasado tres cosas extraordinarias. La primera es que he tirado a la basura mi repugnante hígado para cambiarlo, enterito, por otro nuevo que funciona mejor. Era de un muerto, claro; y no sabéis lo mucho que llegas a replanterte tus hábitos y tu life style cuando un cadáver cambia sus lujosos órganos por los tuyos.
La segunda cosa extraordinaria es que ahora, al hablar, ya no parece que se me arruguen las palabras. El tabaco había deteriorado tanto mis resortes fónicos que Joaquín Sabina, a mi lado, hubiera parecido un ruiseñor. Y eso que yo siempre había gozado de lo que se dice "una voz radiofónica". Después de esta segunda operación, menos urgente (pues la alternativa que se me planteaba era la mudez, y en el caso de la primera, la muerte), vuelvo a hablar como un ser humano, al menos en lo que viene siendo el envoltorio (lo otro, lo que cocina el contenido... eso sí que no tiene remedio).
La tercera cosa extraordinaria es que he aprendido a jugar al póker. Me explico. Como os podréis imaginar, ya no bebo ni fumo. Os aseguro que no me está resultando nada fácil, puesto que llevo desde los once años con un pitillo bailando en los labios y el alcohol no era sólo un lubricante juguetón para mí, sino que con los años se había convertido en una necesidad, hasta el punto de que en mi ingreso hospitalario, al verme privado de él, ataqué a unas enfermeras. (Vuelvo a insistir: éste es un mensaje serio y veraz. Que caiga en la tentación de contar mi delirium tremens subrayando el patetismo de una agresión en bata, supongo que por su coquetería cómica o literaria, o porque sencillamente resulta muy gráfico, no quita para que de verdad me cueste bastante confesaros esto.) Quiero decir que era (soy) alcohólico. Y ahora, para tratar mis impulsos y desequilibrios emocionales varios, tengo que asistir a una terapia de grupo, independiente de la atención médica individual que necesito. En esa terapia no sólo nos dedicamos al cliché de decir: Hola, me llamo 6dedos y soy un borracho; de hecho, apenas charlamos del tema en ese plan: lo que más hacemos es tomar pastillas y echar partidas a las cartas. Y ahí es donde me enseñaron a jugar al póker, el sueño de mi infancia desde que veía pelis de vaqueros.
La poca familia que me queda estructurada no es la familia con la que nací, sino la que he formado yo, perezosamente, con el paso de los años, las afinidades y los muchos cadáveres en la cuneta que, debido a mis excesos, he ido dejando. Entre ellos, el negro. A él doy gracias públicamente de su apoyo (en privado ya lo hago siempre que puedo). Ninguno de mis amigos se creía que, por mi carácter, fuera a aceptar el yugo de los médicos y los terapeutas y la bobaliconería confesa de los zombies ex borrachuzos de mis sesiones. Sin embargo, he experimentado un cambio espiritual, por ponerme cursi y maricona, no sólo un trance hospitalario estadísticamente muy peligroso. Me siento, de alguna manera, mejor persona.
En esa familia, o ese núcleo de afinidades mías, mal que me pese, mal que os pese, estáis algunos de vosotros. Sí, sí, ya: así de triste es mi vida, que mientras muchos ya me habíais olvidado yo os tengo por amigos, con o sin hache. Pero qué le vamos a hacer. Como parte de una terapia alternativa a la de los doctores, os confieso públicamente mi vergüenza; tanto a vosotros como a los que les soy indiferente... o a los que directamente me tienen asco.
No sé si esta justificación cutre de por qué os cuento lo más íntimo y oscuro de mi Yo real os habrá convencido; a mí más o menos, porque ni yo mismo sé explicarme muy bien de dónde viene esa necesidad.
Llamadlo vanidad, ganas de llamar la atención o, no sé, simple patetismo. En cualquier caso, nada que no hubiese motivado cualquiera de mis anteriores posts. Con la diferencia de que éste, por primera vez, va en serio.
6D