pH, más que hamor, frensi.

...toda mi vida. O metido en una clase, según se mire. Desde que empecé en parvulitos, conociendo los números y las letras con un baby ridículo puesto, hasta ahora, en la facultad. Horas de estudio [con apasionantes descansos de una hora cada cinco minutos...], biblioteca [¿por qué tanto silencio impuesto si luego solo se oye cotorrear a la bibliotecaria?], trabajos [que acabarán cumpliendo su función de utilidad al limpiarse el culo con ellos el docente de turno], camaradería [real o interesada], enchufismo y peloteo[penoso, no hay otra palabra para definirlo], laboratorio [donde creíamos que nos aprenderíamos algo, pero se limitaba a: "Mezcla dos gotas del frasco azul con un chorro de agua destilada en la probeta"], el bar [centro social y neurálgico de la vida estudiantil], el profesor cabrón que no te aprueba porque no le sale de sus genitales [¿tiene que haber uno por facultad? ¿cómo convocan su plaza: "Se necesita hijo de perra con dotes educativas"?], la conserjería [o la ecuación: "Trabajo escaso más inutilidad = Ineptitud laboral"], reprografía [llena en época de exámenes y vacía el resto del tiempo]...
A veces me invade una sensación incomoda, como si todo este tiempo no fuera nada más que un derroche de las horas de mi vida. ¿Alguna vez lo habéis sentido? Supongo que es inherente a la condición de estudiante.
Pero hoy no. He descubierto que me apasiona lo que estudio, aplicarlo a la vida real. ¿O alguien me va a discutir que diseccionar a tu profesor de anatomía no es interesante?


Nos leemos.