El lenguaje perdido de las grúas.

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tio_felix
perro infiel bretón
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El lenguaje perdido de las grúas.

Mensaje por tio_felix »

Se sentó a su lado. Le puso una mano en el hombro y otra en el muslo. Luego se volvió para besarlo, al tiempo que Arafat giraba la cabeza de modo que las frentes chocaron y giraron una en torno a otra como cojinetes de bolas. Las manos de Nicotin acariciaban los hombros y los muslos; Arafat se recostó en la cama, dejando que esa vez Nicotin hiciera el trabajo.
Esa tarde se hallaba ausente el peculiar carácter competitivo de sus amores nocturnos. Por lo general. Arafat pretendía dirigirlo todo, quería dar placer y recibirlo. Le gustaba sorprender a Nicotin haciendo exactamente lo que Nicotin deseaba que hiciera, antes incluso de que tuviera la oportunidad de pedírselo…

Cuando hacían el amor por la noche, Arafat se aseguraba de que Nicotin fuera el primero en alcanzar el orgasmo; de ese modo, satisfacía su vanidad de amante experto. Nicotin resistía todo el tiempo que podía los esfuerzos de Arafat pero, por muchos trucos que empleara, por hábiles y sutiles que fueran sus caricias y sus intentos de hacer que revelara sus puntos vulnerables, era incapaz de conseguirlo. Arafat siempre aguantaba más, siempre era él quien ganaba la batalla para retrasar el orgasmo que acompañaba sus fogosas relaciones sexuales. Aquel día fue una excepción...

Ese día. Por cualquier motivo —falta de tiempo, cansancio, ternura, aburrimiento—, Arafat se limitó a tenderse de espaldas completamente vestido, con los tejanos desabrochados y la ropa interior a medio quitar, y dejó que Nicotin le hiciera el amor, que contemplara sus ojos cerrados, su boca, que respiraba entreabierta, sus blancos pies descalzos, su pene firme y erecto que sobresalía de los pantalones abiertos…


Cuando Arafat comenzó a gemir y sus caderas empezaron amoverse y sus manos, en lugar de acariciarle el pelo, tiraron de él, Nicotin pensó que iba a morir de amor por Arafat e intentó grabar en su memoria todos las sensaciones simultáneas que estaba viviendo. Arafat lo metía y lo sacaba de su boca: Nicotin supo que era el momento de meter la mano bajo la camisa y pellizcarle los pezones. Dejó ir un hondo suspiro y, sin más, la boca de Nicotin se llenó de un espeso líquido salado.
Después se levantó, beso a Arafat en la boca y se fue a beber agua. Arafat se subió la cremallera con pulcritud, como quien vuelve a envolver un paquete o a cerrar un sobre. Lo siguió a la cocina y volvió a besarlo. De nuevo sus frentes se rozaron.


El lenguaje perdido de las grúas David Leavitt (1987)
Traducido y adaptado Merodeador, perdón tio_felix (2004)



David Leavitt, nacido en 1961, creció en Palo Alto, California, y se graduó en Yale en 1983.
El gran talento de Leavitt para registrar las escena cotidianas y el manifiesto que con el título de Our Generation publicó en la revista Esquire, le han hecho erigirse en uno de los portavoces de la literatura norteamericana actual, sobre todo después de la confirmación de sus excelentes dotes de narrador en su primera novela, El lenguaje perdido de las grúas.

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