Despertar y darte cuenta que nada sigue igual, que tu y tus circunstancias ya no son los mismos, que tu pasado, tu presente y tus sueños, se entremezclan en una paleta de colores oscuros, que dibujan en un lienzo rugoso que ya no absorbe las pinturas. Te mueves por la inercia, por instinto, tus pies caminan en una dirección al azar, esperando no volver a pisar en falso un suelo que no ven tus ojos. Retienes tus sentimientos y los encierras en una lágrima salada cuando nadie mira, eres un deshecho cobijado en un cascarón aparentemente normal. Pasan las horas, esperando a que los días terminen, que el tiempo corra lo más rápido posible para que la vida termine el trabajo que tu no eres capaz de hacer. Solo te tienes a ti, ya nada te atrae, nada te impresiona, no te sorprendes.
Día tras día adormeces tus ansias con una esperanza fraudulenta que tu mismo te dictas. Caminas en círculos, sobre tus propios pasos, marcando más profundamente la hendidura que te sirve de guía. Buscas una alternativa, una salida, pero has caminado tanto que las paredes son tu único acompañante. Acaricias su superficie lisa, admiran un trabajo de artesanía que nunca hubieses deseado esculpir. El camino te tortura y las viejas raíces de los recuerdos impiden tu paso. Es tanta tu ceguera que tu cuerpo se enmaraña entre las espinas del infierno, pero aún así no pueden evitar tu empeño en seguir cayendo.
Todo desaparece y caes, en un infinito descenso libre. Pero tu no gritas, no pides ayuda, no la necesitas, tu foco esta cerca, tanto que puedes ver su luz tenue a lo lejos, mientras el viento corta tu cara. Pero el camino es infinito, casi tanto como tu desesperación. Finalmente todo se para, crees que lo has conseguido, pero no hay luz, no hay nada, solo estáis tu y la oscuridad. Notas un alivio, que intentas retener, pero se diluye rápidamente.
Abres los ojos y de nuevo ves lo que dejaste, vuelve a ser tuyo, pero ya no lo quieres. Has olvidado tan deprisa. El olor a desinfectante alcanza a herir tus nervios, que explotan internamente, deseas pararlo de nuevo, pero ahora ya no obedeces tus ordenes, eres un vegetal que absorbe los nutrientes de una raíz artificial, encerrado de por vida en un cuerpo que ya no es tuyo.