La mujer de mi vida.

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Úrsula
Perro infiel amiricano
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Registrado: 09 Dic 2003 13:33

Mensaje por Úrsula »

Juggernaut escribió:Sólo puedo ser feliz si la complazco.

No se trata de complacerla. Sólo de aceptar que existe.

Ella se hacía la dolida, se ocultaba, pero siempre le notaba esa sonrisa maligna que me decía que pronto volvería a saber de Ella.


Ella nunca se oculta. Nosotros no queremos verla, la esquivamos, eso es todo. Y entonces somos prisioneros de nosotros mismos.

Hasta que ya fui un poco más crecido, no entendí claramente que era Ella la que dominaba mi vida


Tú dominas tu vida, no ella. Ella sólo es una compañera más. Lo no debes hacer nunca es ignorarla.

Esta vez ya sabía lo que pasaría, ya no me pilló tan desprevenido.


Eso está bien, pero la pregunta que debes hacerte es....¿y a los demás? ¿Les pilló desprevenidos? Si tú ya sabías lo que pasaría, ¿lo compartiste con quién hizo falta? ¿O dejaste que ella actuara resguardándote sólo tú?

Jamás seré libre.


Falso. Serás libre en cuanto la vivas como a una más.

Ella está al mismo nivel que el Amor, que la Amistad, que la Tristeza, que El Dolor. Tú la has subestimado, cierto. Pero eso no significa que ahora tengas que convertirte en su esclavo. Ella no quiere cobardes, ni pesimistas. Ella quiere valientes. Porque ante la valentía, ella no desaparece, pero sí rinde respeto y concede treguas. Espero que te ayude entender esto.

Un saludo.

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Juggernaut
Hombre de Mundo
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Mensaje por Juggernaut »

Eh... aclaración: sólo era un cuento.

Te pasan cosas, te ocurren cosas, ves cosas, oyes cosas, y decides tergiversarlas para hacer un cuento. Nada es real.

"No hay banda, no hay orquesta".

Pero bueno, mi personaje agradece tus consejos. Aunque como es un poco pesimista, creo que no saldrá de ese pozo donde se ha caído.
Este es un mundo de estúpidos, controlados por imbéciles, para beneficio de mediocres.

Úrsula
Perro infiel amiricano
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Registrado: 09 Dic 2003 13:33

Mensaje por Úrsula »

Juggernaut escribió:Te pasan cosas, te ocurren cosas, ves cosas, oyes cosas, y decides tergiversarlas para hacer un cuento. Nada es real.


Mi respuesta tampoco era real.

Juggernaut escribió:Pero bueno, mi personaje agradece tus consejos. Aunque como es un poco pesimista, creo que no saldrá de ese pozo donde se ha caído.


De nada. Y el que dice que no va a salir del pozo es el que sale antes, fijo.

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Criadillas
Palomitero mórbido
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Ubicación: En la calle del pepino.

Lo trágico es magnético - Circodelia.

Mensaje por Criadillas »

Otra noche de glorias perdidas.

Oportunidades gastadas, nuevas muescas en el revólver de juguete.

Y volver a casa con el rabo entre las piernas, medio devorado. Engañado por los lobos que se visten de Caperucitas. Salvado por muy poco...

Y pese a que ésta pudo ser la noche en la que salvar el pescuezo, las heridas han sido terribles, y me temo que volveré a caer fulminado.

Jodida inconstancia.

Y esperar a buscar el antídoto idóneo dentro de seis días. Y mientras tanto curarme los destrozos, envolverme en la rutina diaria, olvidarlo todo hasta que sea demasiado tarde.

Y volver a caer en ese preciso instante, por supuesto.

No hay mal que cien años dure.

Y mientras tanto, seguir sondeando hasta encontrarla...
Dunkis dijo:

Criadillas es un hombre triste de derechas, quién lo iba a decir.

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FuSiLeRo
perro infiel bretón
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Mensaje por FuSiLeRo »

Luz, eres ella. Ella es tu luz. Te ves reflejada en su piel abominable, yo, en sus ojos tostados teñidos de negra sangre. Sus pestañas infernales y arqueadas atraviesan mis pupilas. Veintinueve días hace que la vi. El rito se celebra cada mes, cada mes lo celebro. Mañana hará dos años que la conozco, aunque, realmente, hace cinco años que nos conocemos. Le llevaré flores de viento soleado para celebrar nuestro segundo aniversario. Y bombones de mar. Y ojos de mercurio rojizo. Y mariposas.

Recuerdo nuestra última cita, nuestra última encrucijada por los mares cadavéricos. Las oleadas de luna daban un brillo continuo, infinito y borracho, un brillo drogado a su rostro plácidamente dormido. Y qué decir de sus cabellos, sus serpientes negras, tan cálidas que parecían estar vivas cuando las removía y revoloteaban entre mis dedos. Y soplaba a sus labios para deshacerme de la tierra amontonada en ellos. Entonces se me antojaba pensar que iba a sonreír, pero no había expresión alguna en su rostro. La cogía entre mis brazos, y los suyos bailaban, sin ritmo, tras mi espalda. La estrujaba contra mí y era el momento: la besaba con el ardor y el frenesí de las margaritas perfumadas con vino. Pero ella seguía quieta y preciosa, inmóvil, incendiada. Y cuanta más tristeza se apoderaba de mí porque no se movía, mis movimientos más tristes eran, más moribundos, más sabedores de que era imposible hacerla ser como yo era ahora. Antes fue tan parecida a mí y no la quise, y ahora, ahora no lo era y quería que lo fuese. Me rendía tras satisfacer mis deseos y aceptar que no era posible hacerla reaccionar. La metía en su cama de madera blanca y la arropaba con el aire que provenía de la iglesia.

Pero no importaba que no se hubiese inmutado. Después de un mes querría volver a verla estirada, querría volver a besarla como hoy haré si mi cuchara de hierro aparta la tierra que nos separa a ella y a mí.

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