La escalera

[Shin]

Deslizó el pie izquierdo lentamente sobre el escalón, desde muy pequeño había tenido miedo a caer escaleras abajo. Cuando solo tenía cinco años su madre cayó por las escaleras y se desnuco, realmente no fue muy agradable, más que nada por las 6 horas que tuvo en el rellano de la escalera el cuerpo de su madre con el cuello en una postura totalmente antinatural mientras esperaba que su padre regresara del trabajo. No fue un trauma para él, odiaba a esa bruja, siempre le había tratado mal. Su nacimiento fue algo totalmente indeseado, en aquella época el aborto no estaba muy bien visto. Aún así dejó ir alguna lágrima de compromiso mientras la enterraban.

Deslizó el derecho, sosteniendo su débil cuerpo en la barandilla. Las palizas que le propinaba su padre cuando su madre ya no podía recibirlas le dejaron secuelas permanentes. A sus 23 años era prácticamente incapaz de realizar esfuerzos físicos. Tardaba aproximadamente 5 minutos en descender los 16 escalones que separaban su piso de la puerta de la calle. Se había acostumbrado a salir unos 15 minutos antes para ir al trabajo, el tiempo suficiente para pasar el mal trago y reposar en el coche mientras se fumaba un cigarrillo.

De nuevo el pie izquierdo. Las punzadas que le daba la séptima vertebra a cada movimiento que hacia eran mucho más dolorosas de lo habitual. Se había acostumbrado al dolor, era algo innato en él, pero no podía evitar hacer una mueca de dolor a cada paso mientras recordaba la crueldad del cinturón de su padre. Se habían trasladado al piso del centro cuando su padre perdió el trabajo en el BBVA. Ahora vivían en un piso de 60 metros cuadrados.

Cuando empezaba a doblar la rodilla derecha para bajar un nuevo escalón la puerta que conducía a la calle se abrió. El señor Ricardo del primer piso entró, abrió su buzón y extrajo las cartas que halló en él.

_Buenos días Marcelo. ¿ Como se encuentra tu padre hoy?- dijo.
_Esta mejor que yo, eso se lo puedo asegurar.
_Muy bien Marcelo, da-le recuerdos de mi parte.
_Tranquilo Sr. Ricardo, lo haré.

Cuando Marcelo perdió de vista a Ricardo empezó a reír. Terminó de bajar las escaleras y salió al portal, allí se encendió un cigarrillo y se metió en el coche, no sin antes mirar a la ventana de su piso y ver a su padre. Sus ojos estaban vacíos, sentado en una silla frente a la ventana, donde todos los días Marcelo le dejaba, y donde le encontraba al regresar a casa.

No es muy agradable vivir con un cadáver, pero menos agradable es recibir una paliza diaria por razones desconocidas.

Shin.