Rebelión.

Adoradores de Ken Follet, seguidores del Marca, Gafa-Pastas afiliados al Kafka, histéricos del Harry Potter...
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Shin
moromielda
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Rebelión.

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Las estrellas estaban mas radiantes que nunca. Hacía una noche de esas de verano, con el cielo despejado y un manto de estrellas que haría embobar al más cuerdo de los seres humanos. Allí estaba yo, en plena disputa planetaria por ver quien tenia los huevos mas gordos y más peludos, la típica guerra de hoy en día, donde lo menos importante es lo que les suceda a las personas. Acostumbrados a las rencillas entre los rebeldes y el imperio mega galáctico y despótico que nos amenazaba, los ciudadanos que no querían entrar en políticas poco beneficiosas para nuestra salud hacíamos vida normal. Sentado en la barra del bar, esperando el amanecer mientras me tomaba un vitamínico compuesto de zumo de alguna fruta semi podrida, yo contemplaba como se sucedían los acontecimientos como si de un reportero de guerra se tratase. Los rebeldes manifestándose en contra del imperio galáctico, correteando de un lado al otro de la calle, mientras los soldados con sus corazas negras golpeaban una y otra vez con rápidas arremetidas de sus cuerpos anti-disturbios.

Un grupo de marines se poso frente a las puertas del local, procurando que ningún exaltado molestase a los ciudadanos de clase A. Desde la implantación de la nueva ordenanza imperial, los ciudadanos de clase A tendríamos derechos por encima de los de clase B. Lógicamente era más que razonables que los dirigentes corporativos y los miembros del régimen imperial tuviésemos una clase más alta que los obreros. La gente aún no comprende que la moral y los principios han quedado a un lado, y que no todo en esta vida se consigue luchando. Yo, por ejemplo, he sido sometido al más crudo trato empresarial. Aún recuerdo cuando el imperio se asentó en los cimientos políticos del planeta, los empresarios atemorizados por el posible desbarajuste económico, nos decantamos a la seguridad que nos había dado la república, pero poco a poco y a medida que las conversaciones iban avanzando de una forma fluida y exitosa, fuimos cayendo en las redes de la política del imperio, lógicamente destinada a un mundo donde la clase social fuese lo más importante.

La gente que llenaba el local, simulaba cierta preocupación por lo acontecido en el exterior, como si realmente nos importase una mierda lo que les sucedía a esos muertos de hambre. Yo personalmente disimulaba mientras las noticias sensacionalistas de la televisión publica intentaban hacer salir de contexto lo que ocurría en la calle. Una de las cristaleras del local estallo en mil y un pedazos, que se repartieron de forma desigual por el suelo del local, algunos de estos diminutos cristales fue a parar a los ciudadanos de clase A, que intentaban apresuradamente buscar una cobertura. Fue entonces cuando los disparos empezaron a sonar en el exterior, las balas silbaban dentro del local. Los agentes viendo que la actuación de los exaltados les sobrepasaba empezaron a usar sus armas de fuego, disparando contra el tumulto. La crispación iba apoderándose de los manifestantes, que en breve empezaron a asaltar con fuerza contra la desajustada defensa del local. Los agentes iban cayendo ante las bastas y desorganizadas avalanchas de carne.

Poco a poco la defensa del local quedo mermada, lo suficiente como para que unos cuantos de los rebeldes entraran en él. Los golpes empezaron a llegar hasta los civiles de clase A que nos encontramos en el interior, yo personalmente me encargue de buscar una salida de emergencia o algo parecido. Mientras el camarero intentaba detener sin éxito a los asaltantes.

Salí corriendo del local, hasta llegar a mi coche, dos manzanas mas allá de la matanza. Mi camisa blanca estaba impregnada de sangre, no sabia si era mía o de alguno de los rebeldes. Me detuve frente a la puerta de mi Jaguar, saque las llaves y abrí la puerta a toda prisa. Una roca de la dimensión de un melón destrozo la luneta posterior. Los gritos empezaban a ser demasiado fuertes. Cerré la puerta con fuerza y encendí el motor. Un bate atravesó la luneta, salpicando de cristales toda mi cara. Acelere el Jaguar, sin detenerme a mirar mis heridas, giré y me aleje de la manifestación.

Shin.

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Shin
moromielda
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Detuve el jaguar en uno de los laterales de la carretera, justo en un descampado de los menos transitados. La radio corporativa narraba en un tono alarmante los acontecimientos que se iban sucediendo en la ciudad. La manifestación había pasado de una pequeña disputa entre los dos bandos a una épica batalla campal en las calles, algo mas parecido a una revuelta.

Los cristales se había incrustado en mi mejilla, como se incrustan las costras del pan en el paladar. Pero realmente era lo que menos me importaba. Entre otras cosas el hecho de dejarme la cartera con todos los documentos que tenía que llevar al banco, justo sobre la barra del principal foco de alteración de una revuelta, me estaba provocando un dolor de cabeza demasiado fuerte. Había apagado las luces del coche, de forma que nadie pudiese verme desde la carretera, yo si veía los camiones de bomberos cruzando a toda velocidad con las luces de emergencia en marcha. El caos se estaba apoderando de la ciudad, ahora los boletines anunciaban una guerra civil, al parecer no era la única ciudad en dificultades.

Mi teléfono sonó, lo que me provoco un sobresalto. Conteste con velocidad, esperando que fuesen buenas noticias, aún que parecía ser todo lo contrario. La voz de pánico de mi secretaria anunciaba lo peor. La verdad cuando escuche como le obligaban a colgar, me asusté yo también. Solo pasaban por mi cabeza pensamientos negativos sobre mi futuro laboral, tenía miedo a perder mi posición en la empresa y en la sociedad. Las cosas estaban saliendo de quicio por un simple ajuste social. Como si ellos tuviesen los mismos derechos que la gente que les proporciona un trabajo o una seguridad. Claro, nunca estaban contentos con nada. Volvieron a mi mente las ultimas palabras de mi secretaria y el miedo volvió a quebrantar mi pasmosa elocuencia. Me introduje de nuevo en el coche, esperando poder llegar a tiempo para detener la catástrofe.

Las barricadas de neumáticos saturaban las calles. Centenares de personas enmascaradas golpeaban todo coche que se acercaba a sus barricadas. Sin pensármelo dos veces, apreté el pedal del acelerador y situé el volante en dirección a una de las barricadas, donde dos jóvenes esperaban con piedras. Los neumáticos volaron por todas partes, como si fuesen un montón de bolos. Uno de los cuerpos de los chicos reboto contra la capota del jaguar, pero hice caso omiso al golpe y continué en dirección a la empresa.

La batalla empezaba a extenderse por toda la ciudad, era un cáncer de dimensiones desproporcionadas. Quizá fue en ese momento cuando me di cuanta de lo que suponía estar de parte del bando incorrecto, pero claro, ahora que las cosas iban mal, lo mas lógico era tener miedo. Apreté con mas fuerza el pedal, ocurrían centenares de cosas a mi alrededor, pero me veía superado por todas ellas, mi única esperanza era llegar a la empresa. Descolgué el teléfono, esperando poder ponerme en contacto con la policía, pero la linea estaba saturada.

Cuando llegué a la entrada principal de la corporación me di cuenta de la magnitud del problema. Cuatro columnas de humo salían de entre lo que ahora era una montaña de cascotes.

Shin.

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Shin
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El hedor a sudor de la furgoneta recordaba a los campos de entrenamiento, cuando decenas de hombres partían a las maniobras. Sus ojos quedaban cubiertos por los cascos, pero aún así podía ver el miedo en los ojos de sus compañeros, la tensión se respiraba en el ambiente, más aún al detenerse la furgoneta. La exaltación del exterior empezó a mezclarse con en nerviosismo interior. La puerta se abrió.Todos mis compañeros descendieron de la furgoneta como una tropa de seres sin cerebro entrenados para terminar con cualquier revuelta por muy justificada que estuviese. Yo la verdad no las tenía todas conmigo.

Empezamos a formar, los escudos anti-balas y las mascarillas contra el gas empezaron a pasar por nuestras manos. La horda de manifestantes se sito poco delante nuestro, retando a nuestra masculinidad con sus insultos. La tensión iba haciéndose insoportable, hasta que salto la liebre, el comandante clamó a la carga y los sin cerebro obedecimos, como una manada de leonas hambrientas. La carrera estaba servida, pero esta vez los manifestantes no huían, plantaban cara como valientes, recibiendo y propinando golpes. Una batalla campal con todas las de la ley, parecía que la gente iba en serio. Empezaron a llover botellas, las lanzaban unos energúmenos desde detrás de las primeras filas, impactando en pleno grueso de soldados. Yo intente situarme lo mas avanzado posible, no por golpear más, sino por esconderme de las llamas que se cernían sobre nosotros, ellos no lanzarían fuego sobre sus mismas tropas.

Fue entre una de las oleadas de cócteles cuando vi sus ojos, verdes esmeralda, y es que mi hermano tenía unos ojos que destacaban por encima de los demás. El pañuelo que usaba a modo de mascara me impedía ver su cara, pero sabía que era él. El miedo se adueño de mi, mi hermano estaba justamente frente a mi unidad. " Usad las armas soldados" el mensaje llegaba por la frecuencia habitual. " ¡¿Que?! Señor esos chicos van desarmados.". Mis compañeros empezaron a desenfundar sus armas." Señor no podemos abrir fuego" los gritos se entrecruzaron con la comunicación por radio. Un disparo sonó, y tras de él sonaron más. Los manifestantes iban cayendo uno tras otro, la carnicería estaba servida. Ahora los manifestante corrían por las calles. Sus ojos oscurecieron, el color carmesí empezó a bañar el pañuelo blanco que cubría la cara de mi hermano, y la vida se alejo de esos preciosos ojos." ¡Nooooooooooooooooo!". Rápidamente me adelante a mi unidad, rompiendo por completo la formación. Mi hermano yacía en el suelo, la sangre se iba esparciendo por la calle. Abracé el cuerpo sin vida de mi hermano. Mis lágrimas se mezclaban con su sangre, sangre que hizo resbalar a una manifestante que cayó junto a nosotros. Ella me miró. El pánico se adueño de sus ojos, pero se desvaneció en un suspiro ante un nuevo disparo.


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Shin
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No habíamos pasado dos días enteros repartiendo panfletos, propaganda semi-política en plena revolución social, esperando llenar las calles de la ciudad de gente en protesta por las nuevas leyes impuestas. Todo había ido francamente bien en principio, las calles rebosaban de gente gritando en contra del despótico imperio que nos asfixiaba. Pero las cosas se habían torcido lo suficiente como para transformar una revuelta pacifica en una masacre más propia del domingo sangriento. Las batallas se iban dispersando por toda la población, mientras nosotros intentábamos evitar la llegada de suministros al centro de la ciudad. Las barricadas de neumáticos en llamas facilitaban nuestra función. Estaba siendo la revuelta menos organizada de la historia. Las calles se estaban llenando de víctimas inocentes. Y nosotros no pensábamos en nada más que en conseguir derrocar el régimen. Con más o menos éxito.

Un jaguar corría en linea recta hacia nosotros, sus ruedas chirriaban, el humo que producían era aún más espeso que el de los neumáticos. Se abalanzaba directo hacia una de las barricadas, como si pretendiese atravesarla y salir impune de ella. Mi novio preparaba incesantemente cócteles con botellines vacíos de cerveza y gasolina. Con una rodilla incrustada en el suelo preparaba las mezclas letales. Ni él, ni el compañero que le abastecía de quintos se percataron del bólido que se dirigía hacia ellos. Cuando se encontraba a unos 10 metros de ellos no pude evitar gritar; " Cuidado", pero era demasiado tarde. El radío de acción de ellos era tan minúsculo que no podían hacer otra cosa que rezar. El coche choco contra los neumáticos, que emprendieron el vuelo como un montón de palomas asustadas. Las ruedas chirriaron de nuevo, esta vez en un intento de evitar la muerte. El conductor estaba aún más asustado que los manifestantes. Entonces fue cuando el cuerpo de Ángel choco contra el capó del jaguar, rebotando de una forma totalmente antinatural. Su cráneo dejo una marca en la capota negra, a la vez que sonaba un crujido. Sus piernas se partieron contra el parachoques del coche, que desapareció en el horizonte.

Caí de rodillas. No podía creer lo que estaba sucediendo. La gente empezó a correr en dirección al cuerpo de mi amado, a la vez que yo estallaba en lágrimas. Centenares de imágenes pasaron por mi mente, ninguna de ellas me recordó por que estábamos luchando.

Shin.

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Shin
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Sobre las tres de la tarde, una hora después de que comenzasen los disturbios, partimos de central en un helicóptero. Yo y Alejandro, el cámara, formábamos el equipo de noticias de la CNL, una cadena local. Nos habían hecho esperar cerca de una hora antes de darnos su consentimiento. La ciudad estaba sumergida en una batalla campal, y las autoridades estaban apunto de declarar un estado de sitio. Conectados a la frecuencia de la policía íbamos siguiendo la guerra desde la unidad móvil, filmando cada pequeña escaramuza para sacarla en el siguiente avance informativo. Desde las alturas podían contemplarse las diferentes columnas de humo que iban surgiendo por la ciudad. El ambiente era mas propio de una guerra civil que de una pequeña y controlada revuelta.

En una de nuestras pasadas sobre-volando el centro de la ciudad divisamos una furgoneta negra, de la que un grupo de manifestantes sacaban armas de fuego, y artillería pesada. Empezaron a disparar contra las tropas de soldados acorazados que se iban acercando a esa zona de la ciudad, intentando en vano parar el avance del ejercito. Un tanque irrumpió en la plaza, sus cadenas resonaban como una tormenta entre los disparos de los dos bandos. Una explosión hizo saltar media pared en el edificio mas cercano a la furgoneta, cubriendo de escombros a los rebeldes que se ocultaban allí. El tanque giró de nuevo el cañón, esta vez apuntando a la muchedumbre indefensa que se amontonaba cerca de un bar. La explosión resonó en mis oídos a la vez que los pedazos de la gente volaban entre una espesa nube de humo y cenizas.Un mensaje se oyó en la radio del helicóptero; " Salgan inmediatamente de aquí, esto es un espacio aéreo restringido. De no hacer caso a nuestra advertencia nos veremos obligados a disparar". El piloto contesto con una voz firme." Formamos parte de la CNL estamos informando a los conciudadanos de lo que ocurre aquí", no recibió ninguna respuesta. De repente, el tanque que apuntaba a los manifestantes elevo el cañón, y los cristales del helicóptero estallaron en mil pedazos.

El helicóptero estaba sin control, el piloto había muerto, su cuerpo decapitado por la metralla anunciaba lo pero. Alejandro gritaba mientras continuaba filmando, su amor al trabajo le impedía dejar de filmar incluso cuando su muerte era inminente. El Helicóptero rotaba sin control sobre la muchedumbre. Solo podía pensar en una cosa; " Que hijos de puta, pero que hijos de puta".

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Pazita
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Nen, no pares, que tienes la noche prolífica y a mi me reconcome la curiosidad.

Pazita

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Shin
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El golpe que propiné a la puerta resonó en la sala de reuniones. Estaba claro lo que buscaba allí, no eran ni explicaciones ni evasivas. Buscaba una víctima de mi rabia, alguien que pagara lo que acababa de ocurrir en la calle. Alguien en quien centrar mi ira. La sala entera me miro, mi ropa no mostraban lo mejor de mi, pero la verdad me importaba una mierda, quería un responsable, le quería ahora y sabía donde encontrarle. Su voz aún sonaba con fuerza cuando irrumpí en la sala. Sus ojos me miraron y noté el terror en su mirada, sabía que había cometido un error. Uno de los hombres que se sentaban en la fila anexa al pasillo se levanto, interponiéndose entre el sargento y yo." No hagas nada de lo que puedas arrepentirte" dijo con una voz tranquila." Te aseguro que no me arrepentiré de esto" dije y le aparté a un lado, no opuso resistencia, sabía que no dudaría en golpearle.

Me abalancé sobre el sargento, como horas antes él, en su afán de protagonismo, nos había obligado a cargar contra una grupo de civiles inocentes, entre ellos mi hermano. "Maldito hijo de puta" le golpee con tanta fuerza, que mi mano crujió. Tendido sobre la mesa escupió sangre, entremezclada con dientes.Una risa demoniaca se apodero de mi, la gente me miraba con lastima, sabían que había perdido lo que más quería. Fue entonces cuando la rabia se apodero de mi ser, dirigí sin pensarlo la mano a mi pistola y soltando el seguro del cinturón la extraje. Un grito sonó a mi espalda; "Quieto, suelta el arma amigo". Analice la advertencia durante los siguientes diez segundos, lo suficiente como para darme cuenta de cual era mi destino.Sonó una detonación, seguida de una salpicadura de sangre, que cubrió por completo la mesa de la sala. Acto seguido una segunda detonación, esta dirigida a mi. La bala atravesó mis pulmones, note como se alojaba en mi columna. Otra detonación, esta ya no la noté, solo escuche el ruido mientras me abalanzaba sobre la primera fila de la sala. Los gritos empezaron a escucharse con fuerza. Mi vista se nublaba mientras miraba las botas de uno de los soldados, mi mente se entretuvo en contar las vueltas que daban los cordones alrededor del tobillo mientras expiraba mi ultimo aliento.


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La gente se amontonaba por los pasillos, en pleno estado de sitio las ambulancias no daban abasto. No paraban de entrar camillas con heridos. Millares de heridos, centenares de muertos. Cada vez la cosa iba a peor. Los médicos y enfermeras corrían por los pasillos, estaba todo sumido en un caos. Los quirófanos estaban saturados y la nevera estaba llena, los cadáveres empezaban a amontonarse en camillas en el exterior de esta. Nerviosa masticaba una cucharilla de plástico, mientras esperaba la llegada de una de las ultimas ambulancias. Las últimas horas habían sido realmente desastrosas, la mayoría de nosotros llevábamos más de quince horas trabajando, el agotamiento empezaba a ser una baza en nuestra contra. "Pero en plena guerra quien puede descansar" me tranquilizaba a mi misma con esas palabras. Esperaba la llegada de varios heridos de bala, y una ambulancia con los restos de una explosión de un helicóptero en el centro de la ciudad, parecía ser que la batalla era mucho más encarnizada allí que en el resto de la ciudad, a la vez que llegaban a nuestros oídos señales de una guerra civil a nivel mundial.

Las puertas abatibles de la entrada golpearon contra las paredes, dos enfermeros vestidos de blanco entraban clamando la ayuda de algún médico. Empujaban una camilla cubierta con una sabana blanca impregnada de una esquina a la otra de sangre. Uno de ellos sostenía un botellín de suero. De bajo la sabana surgía una mano, con los dedos agarrotados por la falta de riego sanguíneo. Estaba claro que lo que ocultaba la sabana era un cadáver. Me acerque rápidamente, pero el enfermero que sostenía el suero me apartó de un manotazo. Uno de los médico se aproximó, sus ojos cambiaron de expresión al destapar el cuerpo. No me dejaban ver. El enfermero me agarraba con fuerza. Rápidamente me temí lo peor. "No,No" empecé a exaltarme. Me agarraban con fuerza, pero no la suficiente. Me solté y corrí en dirección a la camilla, pero hubiese preferido no hacerlo. Entre la sangre vi el rostro de mi hijo, que miraba imperturbable el techo de la sala de urgencias. El aspa central de un helicóptero de la CNL le había partido en dos al precipitarse sobre él en plena represalia de las fuerzas del orden. Estalle en lloros mientras golpeaba el pecho del doctor, que en su delicada situación intentaba calmarme con sus abrazos.

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Sosteniendo un pañuelo a mi frente, dirigía mi jaguar con una sola mano, esquivando cascotes, heridos y tumultos. Un caos se cernía sobre la ciudad, como si un huracán la hubiese arrasado. Las alarmas de los coches resonaban en la parte trasera del mio. Subí el volumen de la radio, como intentando volver a una seguridad interior. Sonaba un antiguo tema de los cranberries, empty era el tema, pero realmente siempre fui malo para recordar nombres. Nunca pude borrar la letra de mis recuerdos. Pero solo cuando vi aquel chico, sentado en la acera, contemplando la masacre con unos ojos entristecidos, mientras esperaba a una madre que jamás iría a buscarle, comprendí que las clases no importaban, que aquello sobrepasaba nuestra humanidad. Me sentía culpable de todo lo sucedido.


Un agente de policía se estaba abrazando al cuerpo de un chico de temprana edad, que tenía unos ojos azules, que destacaban por encima de lo corriente.Su cara la tapaba un pañuelo enrojecido por la sangre, y sus ojos contemplaban a un hermano que no pudo evitar su muerte. Yo me estremecía en el asiento las calles estaban muertas, pensé entonces en la mejor opción, que era largarse inmediatamente de aquel infierno. Sin pensarlo dos veces, me dirigí hacia la salida de la ciudad, esperando que me dejaran alejarme de la violencia.

Acelere al salir de la calle principal, en dirección contraria al centro de la ciudad. Las calles iban perdiendo su tonalidad habitual, las calles estaban vacías, abandonadas por la gente. Que prefería huir a zonas más alejadas. La cristalera de una tienda de comestibles estaba destrozada y el interior del local desvalijado. Las ventanas de las casas abiertas, la ropa tendida.Vi entonces una alma solitaria en una ventana, una anciana haciendo calceta, esperando su medicación sin darse cuenta de lo que ocurría.

Entonces todo cambió de repente, apareció ante mi un atasco inmenso, la carretera nacional que cruzaba las montañas era inaccesible, centenares de coches uno tras otro, como las hileras de orugas que andan por las arboledas. La gente en el exterior de los vehículos chillaba a la montaña, como si esperaran una ayuda divina para alejarse de todo aquello. Tres helicópteros militares sobre volaron el atasco, se dirigían al centro de la ciudad.

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La noche terminó, los primeros rayos de luz se dejaban ver entre los edificios y las nubes de humo. La ciudad presentaba un estado más que decadente, la avenida por donde todos los días me dirigía al colegio parecía un fotograma en blanco y negro de las películas de genocidios judíos. Los cascotes adornando la carretera, como si una carroza de caballos desproporcionados hubiese pasado por allí. Something has left my life. Sus ojos entristecidos miraban fijamente mi motocicleta. Sentado en la acera contemplaba los radios de la rueda. Maravillado por los reflejos del sol esperaba a una madre que jamás iría a buscarle. And I don't know where it went to. Golpeaba rabioso la puerta de un cuartel de las fuerzas del orden.Sus ropas estaban cubiertas de sangre seca y barro. Las astillas saltaban despedidas a cada golpe que propinaba a la calcinada puerta. El local aún humeaba. Somebody caused me strife. Un hombre vestido con un uniforme de anti-disturbios se abraza al cadáver de un civil. La gente se aparta de ellos mientras el chilla al viento. Las lágrimas salen despedidas de sus ojos. And it's not what I was seeking. Dos chicos se abrazas gusto al lado de el agujero causado por un cañón.Su lágrimas de alegría contenida se abalanzan al viento, mientras detienen el tiempo en un abrazo.Didn't you see me, didn't you hear me. Didn't you see me standing there. Dos agentes de las fuerzas especiales extraen de un edificio de manera brutal a un chico joven.Mientras su padres intentan evitarlo desesperados. Why did you turn out the lights. Did you know there I was sleeping. Un sacerdote reza junto a un hombre moribundo que se agarra con fe a su sotana, esperando que esta pueda guiarle al cielo que tan amablemente le espera. Say a prayer for me. Help me to feel the strength I did. Su cuerpo inerte esperaba que alguien le apartase de la calzada, sus manos, agarrotadas sostenían una pancarta; " no a las clases sociales". My identity, has it been taken. La camilla traslada a una mujer que llora mientras se agarra con fuerza al enfermero, que intenta desesperadamente calmarla con mas pena que gloria. Is my heart breaking on me. Sosteniendo un pañuelo contra su mejilla observa impotente como su presente, pasado y futuro se desmoronan sobre un mar de cascotes. All my plans fell through my hands. They fell through my hands on me. Me dirijo veloz hacia un lugar que me proporcione una seguridad, que he perdido y que costara de recuperar. All my dreams it suddenly seems, it suddenly seems. Por que ya no queda nada. Empty.

Shin.( Gracias por la ayuda)

P.D: Escribí este relato mientras escuchaba esa la canción e intentaba visualizar el conjunto. Es como un relato-clip de la canción.

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