Sus desconocidos
Publicado: 05 Mar 2004 16:02
Habían pasado menos de 48 horas y su contestador había recibido más de nueve mensajes.
No se habían prometido amor eterno, matrimonio ni felicidad de por vida... ¿Qué era lo que esperaba?
La noche no se había presentado muy prometedora, peor no era de extrañar... nunca se presentaba de esa manera. Si tenía suerte, y siempre iba con esa confianza, conseguiría que algún divorciado de mediana edad le invitase a las copas a partir de la tercera y sólo tendría que gastarse 18 € en toda la noche.
Estaba en el mismo tugurio de siempre, la misma música, la misma densidad de humo... ¿Cambiaban quizás las caras? Seguía siendo el mismo decorado en el que noche tras noche intentaba encontrar un personaje principal con el que compartir la comedia de la vida. Pero ella sabía que en realidad no buscaba eso. Se conformaba con millones de secundarios, o de reparto como se les llama ahora, a los que robarles unos besos y un poco de calor en la noche.
El de esta noche tenía mejor pinta que el de las anteriores, mejor pinta que ella incluso. Estaba acostumbrada a los típicos perdedores de peli de serie B que ahogan sus penas en alcohol en cualquier bar de mala muerte de los suburbios.
La verdad es que se sentó a su lado porque no había más sitio en la barra y en cierto modo le había llamado la atención la ropa de ella. Iba bien vestida, arreglada pero no lo suficiente como parecer una pijardas de las que estaba acostumbrado a encontrarse en la oficina.
Estaba acabando su primera copa cuando se disponía a pedir la segunda y él pidió otra de lo mismo y le solicitó permiso para invitarle. El camarero (por llamarlo de alguna manera) sirvió dos Absolut en vaso bajo, con tres cubitos de hielo y medio limón exprimido en el momento.
La verdad es que recordaba poco más de aquella noche, a parte claro está del sexo. Fue algo menos corriente de lo habitual. Sentía algo que no había sentido hacía mucho tiempo mientras se follaba a un desconocido.
¡En este polvo había ilusión!
Estaba harta de encontrarse siempre con las ilusiones y desilusiones de la gente, no quería tener que ver más con ellas, bastante tenía en la consulta como para encima llevarse las ilusiones de los desconocidos también a la cama.
Intentó centrarse en sí misma, disfrutar de cada arremetida, cada jadeo, cada movimiento de sus caderas... Se dejaba llevar siempre de la misma manera, casi como si estuviera muerta. Sólo le delataban sus respiraciones entrecortadas y el cosquilleo que emanaba de lo más profundo de su útero cuando se aproximaba al orgasmo. En ese momento se volvía loca, se despertaban todos sus sentidos. No podía evitar la necesidad de sentir más y más. Su lengua jugando con la del invitado de la noche. Magrear la espalda y el culo de su desconocido para ayudarle a adentrarse en lo más profundo de su ser, mientras un montón de convulsiones hacían que arqueara su espalada de placer en cada embestida...
Así los llamaba ella: sus desconocidos... Y eso era lo que ella pretendía, que siguieran siendo desconocidos... Pero este... ¿De donde había sacado su teléfono?
Todas las noches anteriores se despedían como si fueran a verse a la mañana siguiente, pero existía una especie de acuerdo tácito de que aquello no iba a suceder. Pero éste, el de la ilusión mientras follaban, no sólo se había despertado a su lado sino que quería volver a hacerlo.
Garabateaba geometrías sin sentido en un folio mientras pensaba en todo aquello.
– Esta vez no le va a servir de nada tomar notas, no sé por qué pero lo sé.
La voz de la Señorita X la sacó de sus pensamientos y le trajo de nuevo al mundo real.
No se habían prometido amor eterno, matrimonio ni felicidad de por vida... ¿Qué era lo que esperaba?
La noche no se había presentado muy prometedora, peor no era de extrañar... nunca se presentaba de esa manera. Si tenía suerte, y siempre iba con esa confianza, conseguiría que algún divorciado de mediana edad le invitase a las copas a partir de la tercera y sólo tendría que gastarse 18 € en toda la noche.
Estaba en el mismo tugurio de siempre, la misma música, la misma densidad de humo... ¿Cambiaban quizás las caras? Seguía siendo el mismo decorado en el que noche tras noche intentaba encontrar un personaje principal con el que compartir la comedia de la vida. Pero ella sabía que en realidad no buscaba eso. Se conformaba con millones de secundarios, o de reparto como se les llama ahora, a los que robarles unos besos y un poco de calor en la noche.
El de esta noche tenía mejor pinta que el de las anteriores, mejor pinta que ella incluso. Estaba acostumbrada a los típicos perdedores de peli de serie B que ahogan sus penas en alcohol en cualquier bar de mala muerte de los suburbios.
La verdad es que se sentó a su lado porque no había más sitio en la barra y en cierto modo le había llamado la atención la ropa de ella. Iba bien vestida, arreglada pero no lo suficiente como parecer una pijardas de las que estaba acostumbrado a encontrarse en la oficina.
Estaba acabando su primera copa cuando se disponía a pedir la segunda y él pidió otra de lo mismo y le solicitó permiso para invitarle. El camarero (por llamarlo de alguna manera) sirvió dos Absolut en vaso bajo, con tres cubitos de hielo y medio limón exprimido en el momento.
La verdad es que recordaba poco más de aquella noche, a parte claro está del sexo. Fue algo menos corriente de lo habitual. Sentía algo que no había sentido hacía mucho tiempo mientras se follaba a un desconocido.
¡En este polvo había ilusión!
Estaba harta de encontrarse siempre con las ilusiones y desilusiones de la gente, no quería tener que ver más con ellas, bastante tenía en la consulta como para encima llevarse las ilusiones de los desconocidos también a la cama.
Intentó centrarse en sí misma, disfrutar de cada arremetida, cada jadeo, cada movimiento de sus caderas... Se dejaba llevar siempre de la misma manera, casi como si estuviera muerta. Sólo le delataban sus respiraciones entrecortadas y el cosquilleo que emanaba de lo más profundo de su útero cuando se aproximaba al orgasmo. En ese momento se volvía loca, se despertaban todos sus sentidos. No podía evitar la necesidad de sentir más y más. Su lengua jugando con la del invitado de la noche. Magrear la espalda y el culo de su desconocido para ayudarle a adentrarse en lo más profundo de su ser, mientras un montón de convulsiones hacían que arqueara su espalada de placer en cada embestida...
Así los llamaba ella: sus desconocidos... Y eso era lo que ella pretendía, que siguieran siendo desconocidos... Pero este... ¿De donde había sacado su teléfono?
Todas las noches anteriores se despedían como si fueran a verse a la mañana siguiente, pero existía una especie de acuerdo tácito de que aquello no iba a suceder. Pero éste, el de la ilusión mientras follaban, no sólo se había despertado a su lado sino que quería volver a hacerlo.
Garabateaba geometrías sin sentido en un folio mientras pensaba en todo aquello.
– Esta vez no le va a servir de nada tomar notas, no sé por qué pero lo sé.
La voz de la Señorita X la sacó de sus pensamientos y le trajo de nuevo al mundo real.