Creía Que Mi Padre Era Dios, o Historias Verdaderas
- Perro De Lobo
- Ente de HAMOR
- Mensajes: 6134
- Registrado: 02 Ago 2003 16:00
- Ubicación: 40 24 59.878, -3 42 13.557
- Contactar:
Creía Que Mi Padre Era Dios, o Historias Verdaderas
Paul Auster*, en un programa de radio, pidió a los oyentes que le enviaran relatos para que él los leyera en antena. La única condición que pedía era que cada relato fuera verídico, que tratase de algo que realmente ocurrió. La respuesta fue masiva, y miles de personas enviaron sus historias; algunas fueron leídas en el programa, y otras no.
Paul Auster recopiló buena parte de esas historias verdaderas y editó un libro, cuyo título es también la primera parte del título de este topic.
Uno de los relatos publicados es éste:
UNA EJECUCIÓN FALLIDA
Thomas es un prestigioso fotógrafo de prensa. Nos relata sus experiencias, vividas en medio de diferentes tragedias. Sin jactancia alguna, habla de zonas de guerra, de hechos políticos, de la pérdida de amigos y de otras muertes anónimas. Su acento subraya cada una de sus entrecortadas palabras. Aunque habla un inglés fluído, se detiene a veces para buscar la expresión correcta, cuando le parece que su vocabulario no transmite la fuerza de una situación. No debería preocuparse. Los hechos son sencillos, y las implicaciones, claras.
De su época en Sarajevo habla de la ocasión en que dejó su cámara a un lado para ayudar a dar a luz a una mujer y luego ver como el bebé tenía que dejar su cama del hospital a un niño que llegó agonizante, con la cabeza destrozada tras un bombardeo. De su época en Estados Unidos cuenta que, en una ocasión, unos leprosos le vendaron los ojos y le cubrieron los dedos con esparadrapos para que se diera cuenta de las condiciones en las que vivían. Transcurre la noche, nuestra conversación se encamina hacia el suicidio de un compañero fotógrafo.
-Los fotógrafos son personas angustiadas -dice Thomas-. Uno es testigo de todas esas cosas, pero después no puede quitarse las imágenes de la cabeza. Es como una pesadilla.
-¿Tú tienes pesadillas? -le pregunto. Asiente con la cabeza y empieza a contarnos la siguiente historia.
Es el año 1994 y Thomas viaja a Sudáfrica para cubrir la elección de Nelson Mandela. Hay levantamientos en todo el país. Él y otros periodistas se dirigen en coche a una región asolada por la pobreza, donde va a haber un enfrentamiento entre rebeldes partidarios de la supremacía blanca y la población negra, que se está manifestando para obtener su derecho de voto.
Cuando Thomas y sus colegas entran en la región, se meten, sin darse cuenta, en medio de un convoy de rebeldes blancos. Las balas silvan por encima de su vehículo, pero nadie sale herido. De repente, la caravana de vehículos se detiene. Soldados negros atacan a los rebeldes blancos. Comienza un tiroteo. Los aterrados fotógrafos se arrastran fuera del vehículo y se esconden detrás de él.
Poco a poco los soldados van ganando una sangrienta ventaja y la mayoría de los rebeldes acaban muertos o huyendo. Los que sobreviven yacen heridos e indignados, maldiciendo e insultando a aquellos a quienes habían ido a matar.
Thomas sale de su polvoriento escondite. Apresuradamente saca algunas fotos de la horripilante escena. Nadie sabe qué sucederá a continuación.
Un soldado negro se acerca a los rebeldes con el rifle en alto.
Suena un disparo y un cuerpo cae lánguidamente en el suelo reseco. Otro tiro y el soldado mata a un segundo rebelde blanco. Thomas no puede hacer otra cosa que observar aturdido y registrar la horrible escena. No hay intervención posible. Las ejecuciones continúan, se intensifica el caos. Poco después los fotógrafos huyen de allí, aterrados por lo que pueda suceder a continuación.
Varios días más tarde reciben la llamada de un cámara de televisión que había estado en el lugar de la ejecución.
-Venid en cuanto podais -les dice-, hay algo que os quiero enseñar.
Thomas entra en la sala de edición y comienzan a proyecctar la cinta. Lentamente, vuelve a desplegarse ante sus ojos la escena de la batalla. Vuelve a ver a los rebeldes y a los soldados. Pero, de repente, ve a alguien más: a él.
Thomas aparece en un lado de la imagen, junto a otro colega fotógrafo, sacando fotos de las sangrientas ejecuciones. Enseguida surge por encima de ellos una figura, la de un soldado negro. Su arma no apunta a los rebeldes, sino a los fotógrafos, totalmente ajenos a su presencia. Les apunta con mano temblorosa, aprieta el gatillo y... clic. No sucede nada. El soldado duda, examina su arma. Se ha encasquillado. Hace un movimiento brusco y cae una bala del fusil. Vuelve a cargar. Clic. Otra vez, nada. Vuelve a hacer otro movimiento brusco, vuelve a saltar la bala, vuelve a cargar. Clic. Otra vez nada. Entonces, algo que queda fuera del cuadro le distrae. El soldado abandona la escena, mientras los fotógrafos continúan con su trabajo.
Thomas se derrumba en la cabina de edición. Acaba de ver su propia muerte.
DAVID ANDERSON
Nueva York
---------------------------------------------------------------------------
Ahora es cuando yo pido que posteeis algo que os haya pasado de verdad y que sea minimamente interesante. Y ya sé que no todos tenemos poder de convocatoria, pero me conformaría con un par de posts que no sean desvaríos a lo Mr. Mxyptzlk**.
*Famoso escritor (nota por si acaso).
** Otro famoso escritor.
Paul Auster recopiló buena parte de esas historias verdaderas y editó un libro, cuyo título es también la primera parte del título de este topic.
Uno de los relatos publicados es éste:
UNA EJECUCIÓN FALLIDA
Thomas es un prestigioso fotógrafo de prensa. Nos relata sus experiencias, vividas en medio de diferentes tragedias. Sin jactancia alguna, habla de zonas de guerra, de hechos políticos, de la pérdida de amigos y de otras muertes anónimas. Su acento subraya cada una de sus entrecortadas palabras. Aunque habla un inglés fluído, se detiene a veces para buscar la expresión correcta, cuando le parece que su vocabulario no transmite la fuerza de una situación. No debería preocuparse. Los hechos son sencillos, y las implicaciones, claras.
De su época en Sarajevo habla de la ocasión en que dejó su cámara a un lado para ayudar a dar a luz a una mujer y luego ver como el bebé tenía que dejar su cama del hospital a un niño que llegó agonizante, con la cabeza destrozada tras un bombardeo. De su época en Estados Unidos cuenta que, en una ocasión, unos leprosos le vendaron los ojos y le cubrieron los dedos con esparadrapos para que se diera cuenta de las condiciones en las que vivían. Transcurre la noche, nuestra conversación se encamina hacia el suicidio de un compañero fotógrafo.
-Los fotógrafos son personas angustiadas -dice Thomas-. Uno es testigo de todas esas cosas, pero después no puede quitarse las imágenes de la cabeza. Es como una pesadilla.
-¿Tú tienes pesadillas? -le pregunto. Asiente con la cabeza y empieza a contarnos la siguiente historia.
Es el año 1994 y Thomas viaja a Sudáfrica para cubrir la elección de Nelson Mandela. Hay levantamientos en todo el país. Él y otros periodistas se dirigen en coche a una región asolada por la pobreza, donde va a haber un enfrentamiento entre rebeldes partidarios de la supremacía blanca y la población negra, que se está manifestando para obtener su derecho de voto.
Cuando Thomas y sus colegas entran en la región, se meten, sin darse cuenta, en medio de un convoy de rebeldes blancos. Las balas silvan por encima de su vehículo, pero nadie sale herido. De repente, la caravana de vehículos se detiene. Soldados negros atacan a los rebeldes blancos. Comienza un tiroteo. Los aterrados fotógrafos se arrastran fuera del vehículo y se esconden detrás de él.
Poco a poco los soldados van ganando una sangrienta ventaja y la mayoría de los rebeldes acaban muertos o huyendo. Los que sobreviven yacen heridos e indignados, maldiciendo e insultando a aquellos a quienes habían ido a matar.
Thomas sale de su polvoriento escondite. Apresuradamente saca algunas fotos de la horripilante escena. Nadie sabe qué sucederá a continuación.
Un soldado negro se acerca a los rebeldes con el rifle en alto.
Suena un disparo y un cuerpo cae lánguidamente en el suelo reseco. Otro tiro y el soldado mata a un segundo rebelde blanco. Thomas no puede hacer otra cosa que observar aturdido y registrar la horrible escena. No hay intervención posible. Las ejecuciones continúan, se intensifica el caos. Poco después los fotógrafos huyen de allí, aterrados por lo que pueda suceder a continuación.
Varios días más tarde reciben la llamada de un cámara de televisión que había estado en el lugar de la ejecución.
-Venid en cuanto podais -les dice-, hay algo que os quiero enseñar.
Thomas entra en la sala de edición y comienzan a proyecctar la cinta. Lentamente, vuelve a desplegarse ante sus ojos la escena de la batalla. Vuelve a ver a los rebeldes y a los soldados. Pero, de repente, ve a alguien más: a él.
Thomas aparece en un lado de la imagen, junto a otro colega fotógrafo, sacando fotos de las sangrientas ejecuciones. Enseguida surge por encima de ellos una figura, la de un soldado negro. Su arma no apunta a los rebeldes, sino a los fotógrafos, totalmente ajenos a su presencia. Les apunta con mano temblorosa, aprieta el gatillo y... clic. No sucede nada. El soldado duda, examina su arma. Se ha encasquillado. Hace un movimiento brusco y cae una bala del fusil. Vuelve a cargar. Clic. Otra vez, nada. Vuelve a hacer otro movimiento brusco, vuelve a saltar la bala, vuelve a cargar. Clic. Otra vez nada. Entonces, algo que queda fuera del cuadro le distrae. El soldado abandona la escena, mientras los fotógrafos continúan con su trabajo.
Thomas se derrumba en la cabina de edición. Acaba de ver su propia muerte.
DAVID ANDERSON
Nueva York
---------------------------------------------------------------------------
Ahora es cuando yo pido que posteeis algo que os haya pasado de verdad y que sea minimamente interesante. Y ya sé que no todos tenemos poder de convocatoria, pero me conformaría con un par de posts que no sean desvaríos a lo Mr. Mxyptzlk**.
*Famoso escritor (nota por si acaso).
** Otro famoso escritor.
He sido asaltado fieramente por la concupiscencia carnal
- bud spencer
- Mojahedín
- Mensajes: 677
- Registrado: 06 Mar 2003 12:09
Re: Creía Que Mi Padre Era Dios, o Historias Verdaderas
Perro De Lobo escribió:DAVID ANDERSON
Nueva York
.
Durante un segundo he pensado que era arturito pérez reverte el que suscribía ese relato. Pero no, A.P.R. hubiese plagado el texto de "fulanos", "facha", "puta" y "jodida".
- Criadillas
- Palomitero mórbido
- Mensajes: 17829
- Registrado: 01 Ago 2003 19:38
- Ubicación: En la calle del pepino.
Joder, Perro De Lobo.
Hace escasas 24 horas que llevo pensando hacer una propuesta parecida, y también gracias a ese dichoso y estupendo libro de Auster.
Creo que a todos nos han pasado ciertos sucesos, que aunque sean lo más normal del mundo, contados con un poco de buen hacer, pueden ser de lo más interesantes.
Yo estoy preparando un estupendo relato acerca de la primera vez que planté un pino en un water, con cuatro añitos nada menos.
Siempre fuí de lo más precoz.
Promete mucho, os lo aseguro.
Me adhiero a tu propuesta, pero cúrrate tú algún relatillo también, jodío.
Ale, nos leémos, como dice Sordo.
Hace escasas 24 horas que llevo pensando hacer una propuesta parecida, y también gracias a ese dichoso y estupendo libro de Auster.
Creo que a todos nos han pasado ciertos sucesos, que aunque sean lo más normal del mundo, contados con un poco de buen hacer, pueden ser de lo más interesantes.
Yo estoy preparando un estupendo relato acerca de la primera vez que planté un pino en un water, con cuatro añitos nada menos.
Siempre fuí de lo más precoz.
Promete mucho, os lo aseguro.
Me adhiero a tu propuesta, pero cúrrate tú algún relatillo también, jodío.
Ale, nos leémos, como dice Sordo.
Dunkis dijo:
Criadillas es un hombre triste de derechas, quién lo iba a decir.
Criadillas es un hombre triste de derechas, quién lo iba a decir.
- Perro De Lobo
- Ente de HAMOR
- Mensajes: 6134
- Registrado: 02 Ago 2003 16:00
- Ubicación: 40 24 59.878, -3 42 13.557
- Contactar:
- Perro De Lobo
- Ente de HAMOR
- Mensajes: 6134
- Registrado: 02 Ago 2003 16:00
- Ubicación: 40 24 59.878, -3 42 13.557
- Contactar:
Va. Prometido es deuda. He aquí el relato, o dicho de otro modo, la sandez sin nombre que he parido.
No es acerca de la peripecia laboral sobre la que había pensado escribir en un principio, sino una fábula verídica acerca del aprendizaje y la experiencia.
(murmullos de asombro)
Que sí, que sí.
Aquí va:
Aprendiendo a condusí
Ocurrió hace años. Era un verano seco, letargico, soporífero. El intenso calor unido a la ausencia de brisa marina, nos sumía en un estado reptiliano, enlentecido, cuasi corky. Desparramados en el banco del parque, mis amigos y yo, nos preguntábamos qué podíamos hacer esa sofocante tarde para acabar con el tedio. Qué excitante actividad sería capaz de devolvernos el control de nuestras jovenes vidas, mutiladas por la crueldad climática. Enormes suspiros escapaban de nuestras juveniles bocas.
Sin pensar, porque esa clase de ideas aparecen por obra y gracia mongolica, di con la solución. "Eureka!", podría haber exclamado, señalándo al cielo con mi índice.
A mis amigos me dirigí, con mirada cargada de determinación, y les sugerí lo siguiente:
-Se me ha ocurrido que me podríais enseñar a conducir.
He de decir que la idea, por estúpida, triunfó de forma colosal. Yo, joven inexperto, debería superar el ritual de hombría consistente en conducir la potente máquina de uno de mis amigos: el clásico renault 5 turbo, color gris metal, con la pegatina de la paloma rociera en la luna trasera.
Y así, escopetados, salimos del banco del parque hacia el interior del bólido. La tapicería, máximo esponente de la peletería con dálmatas, nos acogió con cálido abrazo. Yo ocupé el lugar de copiloto. Detrás iban dos amigos. Y conducía, naturalmente, el poseedor del motorizado vehículo.
La idea era salir del casco urbano, llegar a una carretera poco transitada, y empezar con las lecciones prácticas.
Y así fue, llegamos a los lindes de una urbanización, me puse al volante y sentí el poder. Como no controlaba aquella cosa tan rara de las marchas, ideamos un protocolo: a la hora de cambiar de marcha, yo pisaría el embrague, y el copiloto se encargaría de meterle el zumbido a la palanca. De lo único que me tenía que preocupar era de mover el volante a izquiera y derecha. Arranqué.
¡Qué momentos de intensa hilaridad se sucedieron a partir de entonces! Mis amigos reían sin control mientras yo recortaba curvas como Ayrton Sena. El motor del R5 rugía al atravesar largas planicies a más de 20 Km/h. Una guiri paseando a caballo fue mi primer adelantamiento, y yo reí como un niño de cinco años. Una risa pura, cristalina, inocente.
Sentía cómo estaba unido al corazón de la máquina, cómo estábamos en completa comunión. Era increíble.
Sin embargo, la tragedia llegaría muy pronto.
Cruzamos un pequeño puente, y entramos de lleno en la carretera que cruzaba una desolada finca. El nombre de la finca era un preludio a lo que habría de acontecer: La Puerta Del Diablo. La carretera se tornaba allí estrecha. No le dimos importancia. Seguimos adelante.
Pero cuando llegamos a mitad de recorrido, la inquietud se apoderó de mí. De frente, por la misma carretera, venía un 4x4, impávido, seguro, sin quebrar su dirección. El dueño del r5, sentado en el asiento del copiloto, me dijo que me echara a un lado para que pudieramos pasar bien.
Ah, en qué mala hora no le hice caso.
Seguí adelante, nervioso, pues salirse de esa estrecha carretera, sin arcén, significaba meter en coche en una zanja de tierra. Volvió a insistir mi amigo. Yo, temeroso, rehuí sus ordenes. Seguía recto, dispuesto a comerme el 4x4. Se acercaba más y más. Mis dedos se aferraron con fuerza al volante, entrecerré los ojos, era un duelo de voluntades, y confiaba internamente en que el 4x4 me dejara paso.
Continuará...
Sí, es que me voy de viaje dentro de un ratito y no me ha dado tiempo a terminar el relato, asín que ya le meteré la continuación un día de estos! Jeje!
A los de corazón frágil les adelanto que no me maté.
No es acerca de la peripecia laboral sobre la que había pensado escribir en un principio, sino una fábula verídica acerca del aprendizaje y la experiencia.
(murmullos de asombro)
Que sí, que sí.
Aquí va:
Aprendiendo a condusí
Ocurrió hace años. Era un verano seco, letargico, soporífero. El intenso calor unido a la ausencia de brisa marina, nos sumía en un estado reptiliano, enlentecido, cuasi corky. Desparramados en el banco del parque, mis amigos y yo, nos preguntábamos qué podíamos hacer esa sofocante tarde para acabar con el tedio. Qué excitante actividad sería capaz de devolvernos el control de nuestras jovenes vidas, mutiladas por la crueldad climática. Enormes suspiros escapaban de nuestras juveniles bocas.
Sin pensar, porque esa clase de ideas aparecen por obra y gracia mongolica, di con la solución. "Eureka!", podría haber exclamado, señalándo al cielo con mi índice.
A mis amigos me dirigí, con mirada cargada de determinación, y les sugerí lo siguiente:
-Se me ha ocurrido que me podríais enseñar a conducir.
He de decir que la idea, por estúpida, triunfó de forma colosal. Yo, joven inexperto, debería superar el ritual de hombría consistente en conducir la potente máquina de uno de mis amigos: el clásico renault 5 turbo, color gris metal, con la pegatina de la paloma rociera en la luna trasera.
Y así, escopetados, salimos del banco del parque hacia el interior del bólido. La tapicería, máximo esponente de la peletería con dálmatas, nos acogió con cálido abrazo. Yo ocupé el lugar de copiloto. Detrás iban dos amigos. Y conducía, naturalmente, el poseedor del motorizado vehículo.
La idea era salir del casco urbano, llegar a una carretera poco transitada, y empezar con las lecciones prácticas.
Y así fue, llegamos a los lindes de una urbanización, me puse al volante y sentí el poder. Como no controlaba aquella cosa tan rara de las marchas, ideamos un protocolo: a la hora de cambiar de marcha, yo pisaría el embrague, y el copiloto se encargaría de meterle el zumbido a la palanca. De lo único que me tenía que preocupar era de mover el volante a izquiera y derecha. Arranqué.
¡Qué momentos de intensa hilaridad se sucedieron a partir de entonces! Mis amigos reían sin control mientras yo recortaba curvas como Ayrton Sena. El motor del R5 rugía al atravesar largas planicies a más de 20 Km/h. Una guiri paseando a caballo fue mi primer adelantamiento, y yo reí como un niño de cinco años. Una risa pura, cristalina, inocente.
Sentía cómo estaba unido al corazón de la máquina, cómo estábamos en completa comunión. Era increíble.
Sin embargo, la tragedia llegaría muy pronto.
Cruzamos un pequeño puente, y entramos de lleno en la carretera que cruzaba una desolada finca. El nombre de la finca era un preludio a lo que habría de acontecer: La Puerta Del Diablo. La carretera se tornaba allí estrecha. No le dimos importancia. Seguimos adelante.
Pero cuando llegamos a mitad de recorrido, la inquietud se apoderó de mí. De frente, por la misma carretera, venía un 4x4, impávido, seguro, sin quebrar su dirección. El dueño del r5, sentado en el asiento del copiloto, me dijo que me echara a un lado para que pudieramos pasar bien.
Ah, en qué mala hora no le hice caso.
Seguí adelante, nervioso, pues salirse de esa estrecha carretera, sin arcén, significaba meter en coche en una zanja de tierra. Volvió a insistir mi amigo. Yo, temeroso, rehuí sus ordenes. Seguía recto, dispuesto a comerme el 4x4. Se acercaba más y más. Mis dedos se aferraron con fuerza al volante, entrecerré los ojos, era un duelo de voluntades, y confiaba internamente en que el 4x4 me dejara paso.
Continuará...
Sí, es que me voy de viaje dentro de un ratito y no me ha dado tiempo a terminar el relato, asín que ya le meteré la continuación un día de estos! Jeje!
A los de corazón frágil les adelanto que no me maté.
He sido asaltado fieramente por la concupiscencia carnal
- SordoSinOrejasDrMoriarty
- Comodoro
- Mensajes: 501
- Registrado: 26 Feb 2003 11:33
Yo corría.
Era el miedo lo que me hacía correr.
Miedo y el ambiente.
Opresivo, azul oscuro, marrón madera, nubes, poca luz, muebles del tamaño de castillos.
Correr.
Y esconderse.
Horas detrás de una puerta.
Diría incluso que días.
Despistándoles.
Atemorizándoles con mi desaparición, temiendo sus piernas o sus ojos cerca de mí.
Finalmente, aparecí.
Puto hambre.
Y dejé que me pusieran la puñetera inyección.
Pero, a pesar de mis diez años, todavía tuvieron que llamar a dos enfermeros.
Orgullo de niño.
Nos leemos.
Era el miedo lo que me hacía correr.
Miedo y el ambiente.
Opresivo, azul oscuro, marrón madera, nubes, poca luz, muebles del tamaño de castillos.
Correr.
Y esconderse.
Horas detrás de una puerta.
Diría incluso que días.
Despistándoles.
Atemorizándoles con mi desaparición, temiendo sus piernas o sus ojos cerca de mí.
Finalmente, aparecí.
Puto hambre.
Y dejé que me pusieran la puñetera inyección.
Pero, a pesar de mis diez años, todavía tuvieron que llamar a dos enfermeros.
Orgullo de niño.
Nos leemos.
- Lenina
- Comodora
- Mensajes: 376
- Registrado: 08 Ago 2003 15:47
- Ubicación: Tirada en la cama, con el portátil
Acercaron aquello a mi cara. Me pidieron que respirara. Olía a goma quemada. No lo hice, pero finalmente, no pude aguantar más y respiré.
Desperté y sólo veía en blanco y verde. Estaba en una camilla y me llevaban por un pasillo blanco. El traje del hombre a mi lado era verde. Llevaba una mascarilla blanca. Su cara era también verde. Tosí y escupi algo verde. Quería levantarme, estaba atada. Me mareé.
Cerré los ojos, y sentí arcadas. Abrí los ojos y escupí. Pero ahora todo tenía color, el hombre ya no tenía la cara verde, era normal, lo que escupía no era verde, sino rojo.
Y luego fue una sucesión de cosas, me metieron en una cama que estaba fría, quería levantarme, tosía, sentía la cara y el cuello mojados. Sangraba, no paraba de sangrar, y no me daba cuenta.
Oía voces, una voz masculina comentaba que estaba demasiado nerviosa, que había que calmarme como sea. Tenía los ojos ardientes, me lloraban.
Y oí un sonido, supe que era mi madre. Me arrullaba rítmicamente, y me acariciaba la frente, incansable. Estuvimos así un espacio de tiempo que me pareció interminable. Luego me dormí.
Desperté y el médico estaba allí. Me miraba sonriente y yo lo odiaba intensamente. Me prometió que no me iba a hacer daño. "Es un puro nervio", "si no la llega a calmar...".
Y luego me dio un polo, un polo de limón que me había prometido. Cogí el polo y dije que quería hacer pis. Mi madre me ayudó a levantarme, y fui al baño. Pero no quise que pasara dentro.
Y allí, sola, estrellé el polo en el water y tiré la cadena. Que se lo metiera por el culo. Me había hecho daño, cojones.
Desperté y sólo veía en blanco y verde. Estaba en una camilla y me llevaban por un pasillo blanco. El traje del hombre a mi lado era verde. Llevaba una mascarilla blanca. Su cara era también verde. Tosí y escupi algo verde. Quería levantarme, estaba atada. Me mareé.
Cerré los ojos, y sentí arcadas. Abrí los ojos y escupí. Pero ahora todo tenía color, el hombre ya no tenía la cara verde, era normal, lo que escupía no era verde, sino rojo.
Y luego fue una sucesión de cosas, me metieron en una cama que estaba fría, quería levantarme, tosía, sentía la cara y el cuello mojados. Sangraba, no paraba de sangrar, y no me daba cuenta.
Oía voces, una voz masculina comentaba que estaba demasiado nerviosa, que había que calmarme como sea. Tenía los ojos ardientes, me lloraban.
Y oí un sonido, supe que era mi madre. Me arrullaba rítmicamente, y me acariciaba la frente, incansable. Estuvimos así un espacio de tiempo que me pareció interminable. Luego me dormí.
Desperté y el médico estaba allí. Me miraba sonriente y yo lo odiaba intensamente. Me prometió que no me iba a hacer daño. "Es un puro nervio", "si no la llega a calmar...".
Y luego me dio un polo, un polo de limón que me había prometido. Cogí el polo y dije que quería hacer pis. Mi madre me ayudó a levantarme, y fui al baño. Pero no quise que pasara dentro.
Y allí, sola, estrellé el polo en el water y tiré la cadena. Que se lo metiera por el culo. Me había hecho daño, cojones.
- Juggernaut
- Hombre de Mundo
- Mensajes: 4904
- Registrado: 02 Ago 2003 12:35
- Ubicación: en una galaxia lejana, muy lejana
Joder, ahora que ya no quedan de los que hicieron la mili, creo que hasta podrán estar de moda estas historias...
Siempre había tenido problemas con esas malditas lentillas.
Y eso que le dijeron que sería lo mejor para hacer el servicio militar. "Tu tranquilo", le aseguraron. "No hay problema", le dijeron. "Puedes llevarlas un mes entero sin tener que quitártelas. Son ideales".
¡Ojalá hubiera sido así! porque con 4 dioptrías en cada ojo y 1'5 de astigmatismo en uno de ellos, la verdad es que no era cosa de quedarse sin ellas en medio de la nada, que era donde le mandaban. Y desde pequeño odiaba las gafas. Curioso, pensaba, otros niños heredaban de sus padres dinero, juguetes, motos... él heredó esos ojos. En fin.
Así que ahí fue nuestro pequeño recluta... a hacer una semanita de maniobras. Y allá fue donde Murphy decidió hacerle la gracia. En un lugar donde no había ningún tipo de apoyo, donde no había nada, donde tenías que pagar un precio exhorbitante a los cabos profesionales para conseguir un paquete de cigarrillos...
Ahí fue donde sus ojos decidieron dejar de soportar ese trozo de plástico, donde se rebelaron, negándose a soltar lacrimal suficiente para permitirlo. Después se enteró que, de hecho, mejor que hubiera sido así, ya que si no, el hongo que se estaba apoderando de ellas hubiera podido causar una enfermedad muy grave.
Pero en aquel momento le hizo una gracia... esa noche tocaban maniobras nocturnas. Y ahí fue nuestro recluta, siguiendo la cola, comprobando como cada vez había menos iluminación, de tal fortuna que los trajes de camuflaje de sus compañeros, unidos a su miopía y a la incipiente oscuridad, le hacían casi imposible distinguir quien era el que tenía delante.
"Bien, tenéis que asegurar todo aquello que pueda producir ruido con cinta aislante. Vamos a avanzar a rastras hasta nuetro punto de destino, sin hacer ruido, intentando ser indetectables!" rezó el Sargento de la tercera compañía del CEIM. Todos recibieron cinta aislante negra, con la que empezaron a atar todas las cinchas y anillas que pudieran hacer ruido, así como las correas del Zenme, pegándolas a la culata del arma.
Y entonces, una vez oscureció del todo, empezaron a arrastrarse, no sin antes haber recibido las últimas órdenes del ejercicio: "Habrá algunos de nosotros con linternas simulando patrullas enemigas, deberéis esconderos si veis una luz, y no hacer ruido!"
Y allá fue nuestro amigo, siguiendo al de delante, arrastrándose por los bosques de Guardamar, Alicante. Entre setos y arbustos, detrás de pinos, por entre rocas... No estaba mal, parecía que su momentanea dificultad con la visión no era tan grave.
Los parones eran continuos, al tratarse de una cola de unos 60 reclutas, encontrándose él en medio de la misma. En algunos parones, nuestro amigo se paraba a pensar en por qué cojones se había decidido a hacer la mili a los 18, en vez de pedir prórrogas. Siempre se acababa diciendo a sí mismo que era lo mejor, así no tendría después más presiones.
Despertó de esas ensoñaciones cuando el chico de atrás le preguntó que qué pasaba, por qué llevaban rato quietos. Se acercó a rastras, tal como le habían enseñado, a su compañero de delante, para pasarle la pregunta.
En cuanto fue a tocarlo, lo notó duro.
Duro y frío.
Duro, frío y cubierto de musgo.
Era una roca.
Era una puta roca. Llevaba ahí más de 20 minutos, por lo menos, ya que en su ensoñación había perdido la noción del tiempo, mirando y vigilando por si se movía una mierda de roca.
Se quedó pasmado, parado. El compañero de atrás le preguntó "Oye, qué pasa!" en un susurro, a lo que él constesto con un "no se" y un movimiento de brazo.
En ese momento, apareció una luz, una linterna llevada por una mano. Recordó al punto sus instrucciones y les dijo a los de atrás "Escondeos!" Y él se metió debajo de un árbol escondido entre las ramas más bajas. No tardó en oir que el resto de la tropa hacía lo mismo.
La luz se acercó, pasó por encima de él, dudó un momento y volvió hacia atrás para enfocarlo directamente. La voz de un sargento, que llevaba un buen rato intentando descubrir qué había pasado con la mitad de la compañía, se dejó oir en la noche del bosque.
"Pero... pero... pero... qué haces ahí, chaval?"
"Escondiéndome, mi sargento!"
"Pero... cómo? Qué? pero... Anda, levántate. Levántate de ahí! Pero... pero? Pero..."
Lo más extraordinario es que los informes relativos a este episodio hicieron que la fortuna sonriera al periplo militar de nuestro amigo. Pero eso es otra historia.
Siempre había tenido problemas con esas malditas lentillas.
Y eso que le dijeron que sería lo mejor para hacer el servicio militar. "Tu tranquilo", le aseguraron. "No hay problema", le dijeron. "Puedes llevarlas un mes entero sin tener que quitártelas. Son ideales".
¡Ojalá hubiera sido así! porque con 4 dioptrías en cada ojo y 1'5 de astigmatismo en uno de ellos, la verdad es que no era cosa de quedarse sin ellas en medio de la nada, que era donde le mandaban. Y desde pequeño odiaba las gafas. Curioso, pensaba, otros niños heredaban de sus padres dinero, juguetes, motos... él heredó esos ojos. En fin.
Así que ahí fue nuestro pequeño recluta... a hacer una semanita de maniobras. Y allá fue donde Murphy decidió hacerle la gracia. En un lugar donde no había ningún tipo de apoyo, donde no había nada, donde tenías que pagar un precio exhorbitante a los cabos profesionales para conseguir un paquete de cigarrillos...
Ahí fue donde sus ojos decidieron dejar de soportar ese trozo de plástico, donde se rebelaron, negándose a soltar lacrimal suficiente para permitirlo. Después se enteró que, de hecho, mejor que hubiera sido así, ya que si no, el hongo que se estaba apoderando de ellas hubiera podido causar una enfermedad muy grave.
Pero en aquel momento le hizo una gracia... esa noche tocaban maniobras nocturnas. Y ahí fue nuestro recluta, siguiendo la cola, comprobando como cada vez había menos iluminación, de tal fortuna que los trajes de camuflaje de sus compañeros, unidos a su miopía y a la incipiente oscuridad, le hacían casi imposible distinguir quien era el que tenía delante.
"Bien, tenéis que asegurar todo aquello que pueda producir ruido con cinta aislante. Vamos a avanzar a rastras hasta nuetro punto de destino, sin hacer ruido, intentando ser indetectables!" rezó el Sargento de la tercera compañía del CEIM. Todos recibieron cinta aislante negra, con la que empezaron a atar todas las cinchas y anillas que pudieran hacer ruido, así como las correas del Zenme, pegándolas a la culata del arma.
Y entonces, una vez oscureció del todo, empezaron a arrastrarse, no sin antes haber recibido las últimas órdenes del ejercicio: "Habrá algunos de nosotros con linternas simulando patrullas enemigas, deberéis esconderos si veis una luz, y no hacer ruido!"
Y allá fue nuestro amigo, siguiendo al de delante, arrastrándose por los bosques de Guardamar, Alicante. Entre setos y arbustos, detrás de pinos, por entre rocas... No estaba mal, parecía que su momentanea dificultad con la visión no era tan grave.
Los parones eran continuos, al tratarse de una cola de unos 60 reclutas, encontrándose él en medio de la misma. En algunos parones, nuestro amigo se paraba a pensar en por qué cojones se había decidido a hacer la mili a los 18, en vez de pedir prórrogas. Siempre se acababa diciendo a sí mismo que era lo mejor, así no tendría después más presiones.
Despertó de esas ensoñaciones cuando el chico de atrás le preguntó que qué pasaba, por qué llevaban rato quietos. Se acercó a rastras, tal como le habían enseñado, a su compañero de delante, para pasarle la pregunta.
En cuanto fue a tocarlo, lo notó duro.
Duro y frío.
Duro, frío y cubierto de musgo.
Era una roca.
Era una puta roca. Llevaba ahí más de 20 minutos, por lo menos, ya que en su ensoñación había perdido la noción del tiempo, mirando y vigilando por si se movía una mierda de roca.
Se quedó pasmado, parado. El compañero de atrás le preguntó "Oye, qué pasa!" en un susurro, a lo que él constesto con un "no se" y un movimiento de brazo.
En ese momento, apareció una luz, una linterna llevada por una mano. Recordó al punto sus instrucciones y les dijo a los de atrás "Escondeos!" Y él se metió debajo de un árbol escondido entre las ramas más bajas. No tardó en oir que el resto de la tropa hacía lo mismo.
La luz se acercó, pasó por encima de él, dudó un momento y volvió hacia atrás para enfocarlo directamente. La voz de un sargento, que llevaba un buen rato intentando descubrir qué había pasado con la mitad de la compañía, se dejó oir en la noche del bosque.
"Pero... pero... pero... qué haces ahí, chaval?"
"Escondiéndome, mi sargento!"
"Pero... cómo? Qué? pero... Anda, levántate. Levántate de ahí! Pero... pero? Pero..."
Lo más extraordinario es que los informes relativos a este episodio hicieron que la fortuna sonriera al periplo militar de nuestro amigo. Pero eso es otra historia.
Este es un mundo de estúpidos, controlados por imbéciles, para beneficio de mediocres.
Pues en esto que iba yo por mi pueblo en coche cuando un gato cruzó justo delante mío. Hice una maniobra que ni Schumacher y lo esquivé, pero con la mala suerte que atropellé a una anciana al subirme a la acera.
Había mucha gente en la calle y de pronto aparecieron muchos más: pasaron de decenas a cientos, qué digo cientos, ¡miles! de personas allá mirando tan patética escena, las tripas de la mujer enroscadas en el eje de mi coche.
Resulta que la vieja era la madre de un picoleto, así que cuando me llevaron al cuartelillo para denunciarme me afostiaron convenientemente.
Pagué la fianza, llamé a mi colega el Sharsa y le compré un par de pistolas. Fui a la caserna y los maté a todos, incluídos niños y mascotas, entonces vino el ejército y también todos muertos y destrocé un tanque a bocaos y luego me tiraron una bomba atómica pero me transformé en Cthulhu y...
Bueno, vale. No era una historia real, pero me lo estaba pasando la mar de bien.
Editado: Yo creía que la historia de Jugger terminaría en que, sin ver una mierda en plena noche, se cayó por un barranco y se desfiguró enterito. Esas cosas pasan. A un amigo mío le pasó eso mismo y no sé si se desfiguraría, pero morir se murió.
Había mucha gente en la calle y de pronto aparecieron muchos más: pasaron de decenas a cientos, qué digo cientos, ¡miles! de personas allá mirando tan patética escena, las tripas de la mujer enroscadas en el eje de mi coche.
Resulta que la vieja era la madre de un picoleto, así que cuando me llevaron al cuartelillo para denunciarme me afostiaron convenientemente.
Pagué la fianza, llamé a mi colega el Sharsa y le compré un par de pistolas. Fui a la caserna y los maté a todos, incluídos niños y mascotas, entonces vino el ejército y también todos muertos y destrocé un tanque a bocaos y luego me tiraron una bomba atómica pero me transformé en Cthulhu y...
Bueno, vale. No era una historia real, pero me lo estaba pasando la mar de bien.
Editado: Yo creía que la historia de Jugger terminaría en que, sin ver una mierda en plena noche, se cayó por un barranco y se desfiguró enterito. Esas cosas pasan. A un amigo mío le pasó eso mismo y no sé si se desfiguraría, pero morir se murió.
Dolordebarriga escribió: ↑18 Jun 2024 17:36he aclarado mil veces que fue por metérsela por el culo a pelo a una amiga durante la noche/madrugada de fin de año