2 Microcuentos [06-10-02]
Publicado: 18 Jun 2004 19:14
2 Microcuentos:
Sabes, hace algún tiempo iba bastante a menudo a la consulta de un diván, era un magnífico diván, estudió en la universidad del tresillo y tenía muchos certificados de calidad colgados sobre la pared; este me hacía tumbarme sobre un huesudo psicoanalista que me dejaba las vértebras dislocadas después de cada sesión. Tuve que dejarlo, mi espalda no lo aguantaría por mucho tiempo. A buen seguro aún iría a sus consultas si ese dichoso diván se hubiera comprado uno de esos gordos, panzones y mofletudos psicoanalistas tan cómodos para tumbarse y así atender como Dios manda a sus buenos clientes como yo.
[...]
Hola me llamo Jane y no tengo personalidad. Simplemente nací sin ella, mi cara no dice nada a nadie, mis rasgos son inexistentes, mi mirada es vacua, mi sonrisa es una burda mueca, mis brazos no se agitan expresivamente, mi voz es un hilo pusilánime y resignado. Soy como la lluvia, se oye pero no se escucha, se siente pero se evita, existo pero no soy nada. Todo esto lo pienso desde la fría camilla, ¡al fin seré alguien!. Los cirujanos moldearán, gracias al colágeno, la piel de mi rostro como fina arcilla, vaciaran las cuencas de mis inexpresivos ojos y los pintarán con pigmentos de retinas de cadáveres, arrancarán mis mediocres dientes y labios para injertarme una artificial sonrisa plástica, extirparán mis uñas, una a una, con tenazas para transplantarme unas sintéticas más fuertes y largas, cortarán y rasparán mis cuerdas bucales con sierras para que, después de escupir sangre durante medio año, pueda hablar con voz ronca y grave . ¡Quiero ser una imagen prototípica, para así volver a ser nadie! .
Sabes, hace algún tiempo iba bastante a menudo a la consulta de un diván, era un magnífico diván, estudió en la universidad del tresillo y tenía muchos certificados de calidad colgados sobre la pared; este me hacía tumbarme sobre un huesudo psicoanalista que me dejaba las vértebras dislocadas después de cada sesión. Tuve que dejarlo, mi espalda no lo aguantaría por mucho tiempo. A buen seguro aún iría a sus consultas si ese dichoso diván se hubiera comprado uno de esos gordos, panzones y mofletudos psicoanalistas tan cómodos para tumbarse y así atender como Dios manda a sus buenos clientes como yo.
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Hola me llamo Jane y no tengo personalidad. Simplemente nací sin ella, mi cara no dice nada a nadie, mis rasgos son inexistentes, mi mirada es vacua, mi sonrisa es una burda mueca, mis brazos no se agitan expresivamente, mi voz es un hilo pusilánime y resignado. Soy como la lluvia, se oye pero no se escucha, se siente pero se evita, existo pero no soy nada. Todo esto lo pienso desde la fría camilla, ¡al fin seré alguien!. Los cirujanos moldearán, gracias al colágeno, la piel de mi rostro como fina arcilla, vaciaran las cuencas de mis inexpresivos ojos y los pintarán con pigmentos de retinas de cadáveres, arrancarán mis mediocres dientes y labios para injertarme una artificial sonrisa plástica, extirparán mis uñas, una a una, con tenazas para transplantarme unas sintéticas más fuertes y largas, cortarán y rasparán mis cuerdas bucales con sierras para que, después de escupir sangre durante medio año, pueda hablar con voz ronca y grave . ¡Quiero ser una imagen prototípica, para así volver a ser nadie! .