La calle
¡Cómo me gusta esa calle!
Desde niña primer testigo de mi primer llanto ante la vida,
frontera entre cultura y desgaste,
anfitriona de la niebla más hermosa.
Cómplice de mis nervios esperándote,
traidora en mi defecto, duro y asumido,
infinitamente larga el día que te conocí,
asombrosamente corta, ahora que te he perdido.
¡Cómo me gustaba correr, andar, palparla!
Aún la siento como antes,
cuando veo como personas anónimas,
recorren paso a paso su historia y sus herméticos contrastes.
La ociosa espera de tu salida,
que acompañaba nervios y risas,
en esa bonita encrucijada,
que suponía salida de caminos.
No busco regresar en el tiempo,
pero si conservar mis recuerdos,
de cálido frío en invierno,
de fresco bochorno en primavera.