Por cierto, aunque no sea cierto eso de que el saber no ocupa lugar (cuantas más tonterías guardo en mi cabeza, menos recuerdo donde dejé las llaves), si queréis perder un poco el tiempo (lo de que el tiempo es oro es una falacia más grande aun) los que no sepan que son los hashishinss y cosas de esas, que son la mar de curiosonas, pueden endocumentarse 'convenientemente' en el libro que oportunamente ha sacado recientemente el tal Santigo Camacho sobre 'Los Illuminati'. Entre lo del Congrio Da Vinci y lo de la fundación Bilderberg, este tipo pretende sacarle tajada en el momento oportuno, lo que no quiere decir que en un momento dado, no sea interesante recordar que a Juan Pablo I se lo cargaron a la brava, y cosas así:
http://www.circulo.es/Especiales/Fragme ... Capitulo=0
Los hashishins, una terrible secta de asesinos que floreció en Oriente Medio durante la Edad Media y cuyos métodos y organización han influido en todas las sociedades secretas posteriores. La secta sigue existiendo hoy en día como escisión del islam y, si bien ya no constituye ningún peligro, arrastra consigo el peso de una leyenda milenaria que marca indeleblemente al grupo. Y es que la historia del fundador de la orden, Hassan bin Sabbah, es un apasionante relato en el que se mezclan sexo, drogas, veneración y asesinato. Históricamente, Hassan bin Sabbah podría ser considerado como el inventor oficial del terrorismo. Su figura constituye un antecedente perfecto de Osama bin Laden, quien comparte con él muchas características. Hombre de negocios, erudito, hereje, místico, asesino, asceta y revolucionario, tan polifacético personaje nació en Persia (la actual Irán) alrededor del año 1034 en el seno de una familia acomodada de origen yemení.
Tras una juventud en la que viajó por todo Oriente Medio y adquirió una sólida formación, se embarcó en lo que sería el proyecto de su vida: la creación de una orden de guerreros que defendieran el islam (o al menos el concepto de islam que tenía Bin Sabbah) con las armas, a la manera de los cruzados cristianos. Para ello, necesitaba un lugar apartado y seguro donde poder llevar a cabo sus planes sin ser molestado. Terminó por encontrar una fortaleza aislada en lo más alto de las montañas de Qazvin llamada Alamut («El nido del águila»). Era la plaza fuerte ideal para la nueva secta que Hassan estaba a punto de fundar: los ismailíes nizaríes (que más tarde serían conocidos como los hashishins, palabra de la que deriva la actual «asesinos»)1. Además, Alamut se encontraba en un emplazamiento geográfico estratégicamente privilegiado que permitiría a Hassan hacer proselitismo de su secta ismailí por toda Persia.
El jardín de las delicias
Los ismailíes son una escisión de la ortodoxia musulmana, algo así como los protestantes dentro del cristianismo. Hassan empleó una considerable cantidad de recursos en la construcción del denominado «jardín legendario de los placeres terrenales», un lugar que desempeñaría un papel muy importante en los ritos iniciáticos de los hashishins. El iniciado que era llevado al jardín de las delicias se encontraba en estado de inconsciencia tras haber quedado fuera de combate por una potente poción, cuyo principal ingrediente era el hachís (de ahí el nombre por el que era popularmente conocida la secta), en forma de aceite de cannabis, y que además contenía diversos ingredientes psicotrópicos, como hongos alucinógenos. Éste era el prólogo de una corta pero inolvidable estancia en el jardín, acompañado de bellas huríes que satisfacían todos sus caprichos. Hassan les convencía de que, en caso de morir, regresarían al jardín para disfrutar de sus placeres por toda la eternidad2.
La estancia en el paraíso terrenal creado por Hassan era solamente el comienzo de la carrera del adepto en la secta, cuyo escalafón se dividía en siete grados. Los hashishins combinaban las doctrinas exotéricas y esotéricas del islam. Sabbah era practicante de la alquimia y estudioso del sufismo, de modo que parte del plan de estudios iniciáticos para los futuros hashishins implicaba el dominio de métodos ocultos para alcanzar planos más altos de conciencia, algo que en el extremo opuesto del planeta ya se practicaba en otra mítica sociedad de asesinos profesionales, los ninja japoneses. Para comprender mejor el éxito de los hashishins hay que asumir que el asesinato político era una práctica muy extendida en el islam ya antes de la llegada de Hassan bin Sabbah. Lo que ellos hicieron fue sistematizar y organizar esta práctica como nunca se había hecho con anterioridad. La Orden Hashishin se basaba en una estructura administrativa que, a juzgar por los resultados obtenidos, fue tremendamente eficaz y copiada en siglos posteriores por sociedades secretas, servicios de inteligencia y, por supuesto, los Illuminati. Las figuras claves en esta organización eran los dai, cuya tarea principal era impresionar a las gentes con las que se encontraban, excitar su curiosidad e imbuirles el deseo de saber más sobre ellos y sus creencias. Una vez enganchado un buen número de acólitos potenciales, revelaban los misterios de la orden sólo a aquellos más prometedores, siempre y cuando accediesen a prestar juramento de fidelidad al imán, el representante de Dios sobre la Tierra que, en este caso, no era otro que Sabbah.
A medida que sus hazañas se multiplicaban y eran cantadas y contadas por todo el mundo árabe, Hassan bin Sabbah fue convirtiéndose en un personaje cada vez más misterioso y reservado, que vivió el resto de su vida confinado por propia voluntad entre los muros de la fortaleza.
El fin de los asesinos
Hassan bin Sabbah falleció en 1124, a la edad de noventa años. Los hashishins le sobrevivieron durante más de cien años hasta que Alamut fue conquistada en 1256 por los invasores mongoles al mando de Halaku Kan. Halaku era un gran admirador de la figura de Hassan y encargó a su principal consejero que recopilara una historia completa de los «asesinos» basándose en los registros de la biblioteca de Alamut. Tras la caída de la fortaleza, la mayoría de los supervivientes del grupo se vieron forzados a vivir en la clandestinidad, manteniendo sus creencias y tradiciones en estado latente. En la actualidad, los ismailíes nizaríes todavía existen, y su líder es el Aga Khan. La Aga Khan Development Network1 es una organización creada según las condiciones de vida de las sociedades en donde los musulmanes tienen una presencia significativa, si bien se esfuerza en dejar muy claro que no es una organización de carácter religioso.
La sociedad secreta que creó Hassan bin Sabbah marcó un antes y un después en el desarrollo de este tipo de organizaciones e influyó decisivamente en las que fueron creadas con posterioridad. Ricardo Corazón de León fue acusado en su momento de haber solicitado la ayuda del Señor de las Montañas (Sheik al Yebel, que no era Sabbah, como vulgarmente se cree, sino el jefe de la rama siria de la secta) para cometer el asesinato de Conrado de Monferrato.
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BIN SABBAH-BIN LADEN
Se podría escribir un interesante capítulo de vidas paralelas con las biografías de Hassan bin Sabbah y Osama bin Laden. Uno en las montañas de Persia del siglo XI y otro en las de Afganistán del siglo XXI:
- Ambos abrazaron la religión a edad relativamente tardía.
- Fueron activistas políticos internacionales.
- Provenían de familias ricas.
- Recibieron una educación esmerada.
- Aplicaron las enseñanzas del Corán con celo fanático, por lo que adquirieron fama de terroristas.
- Consiguieron rodearse de un ejército de seguidores dispuestos a todo.
- Lucharon contra las grandes potencias de su tiempo.
- Y establecieron sus cuarteles generales en las inaccesibles montañas de Afganistán.
Con seguridad, Osama bin Laden ha estudiado y aprendido mucho de la historia de los hashishins, tomando a Hassan bin Sabbah como uno de sus modelos. Como su antecesor, Bin Laden adiestra a sus guerreros desde la adolescencia para que acepten sin vacilación la muerte como parte de un programa en el que consignas religiosas y políticas adquieren igual peso. En una entrevista publicada en La Vanguardia, el 10 de octubre de 2001, Luis Racionero toca este tema:
Racionero: Hassan Sabbah se instaló en el castillo de Alamut en el año 1090, y desde allí enviaba a sus kamikazes a morir matando. Bin Laden encarna hoy ese arquetipo. Un arquetipo del mundo islámico.
La Vanguardia: ¿Alguna otra semejanza? Racionero: Muchas. Con sus barbas y su temible leyenda, los cruzados se encontraron con los asesinos del «viejo de la montaña» actuando por Jerusalén. «¡Con sólo dos hombres completamente leales, yo derrocaría al sultán!», declaraba Sabbah, en alusión al dominador otomano. Como Bin Laden: Sabbah sabía que no podía tener un ejército, pero que podría ser poderoso con unos adictos fieles dispuestos a todo.