Allí se encontraba el, 32 años, 1,78. y el alma podrida, en su vida normal era un tipo corriente, vendedor de seguros, trataba de arreglarse para aterrar a su victima de esta noche, pantalón y camiseta negros, una gabardina encima y un sombrero, dentro de la gabardina, material para dar dolor hasta el desmayo, el sabía lo que era eso...
Salió a la calle, era de noche, en una gran ciudad cualquiera con mas de 500 años, pues estaba en un barrio viejo con el suelo empedrado y debía de pasar cerca un rió, pues había mucha niebla, bien podría ser Madrid, Londres, Paris o Viena. Paseaba tranquilo escrutando a la gente, fantaseando....
-Mmm- Una pareja de jóvenes, torturar uno mientras el otro lo ve todo y sufre al ver sufrir, mientras se aterra pensando en que le pasará a él. Una joven vestida muy provocativamente, hay mucha gente en la calle y es tarde, debe de ser un día de fiesta.
-Esa chica debe desmayarse muy pronto, está muy delgada, no.
La chica pasa a dos metros de él, el se quita el sombrero y la saluda sonriente, ella le regala una carcajada.
-Quizá sea demasiado pronto para descartar a nadie –piensa-
Sigue paseando, un hombre mayor, unos 65 años, no parece muy ágil, mejor, no podrá ir muy lejos, la policía estaría semanas despistada, esta victima no se parece en nada a cualquiera de las anteriores.
Algo en su interior se ilumina, ya le ha visto, es él, es tan asqueroso que nadie le echará en falta, -Él se lo merece-, un tipo bajito, feo, asustadizo, enfundado en una especie de habito marrón, esta sucio, su habito además de sucio tiene varios rotos y se mueve como si pidiera clemencia al hacerlo. Tiene que ser él, esta vez le haremos un servicio a la ciudad librándola de semejante lacra.
Le ve cruzar por un semáforo y cruzar una esquina hacia otra calle más oscura.
Le persigue por las calles, no está muy lejos, a sólo unos metros, ese pequeño ser parece haberse dado cuenta desde el principio que le estaba siguiendo, parece estar aterrado. Eso le divierte. Tras una calle oscura viene otra que aún lo es más y es más solitaria, ese hombrecillo debe de estar loco o tener tanto miedo que no se da cuenta de lo que hace.
Ya está, parece no tener salida, antes de empezar le quiere echar un vistazo a su aura.
-Que raro, no tiene alma!- Pero eso no es suficiente para hacerle cambiar de opinión. Saca una jeringa, sólo el sabe que lleva, sirve para relajar los músculos de su victima, esta está intentando abrir una puerta apresuradamente, se pone una mascara veneciana, es blanca y con la nariz larga, las aberturas de los ojos son suficientemente grandes como para que la victima pueda ver el odio en ellos, los bordes estan flanqueados por dos plumas, le coge por la espalda y le pincha en el glúteo, el hombrecillo se gira, ahora puede ver que tiene el rostro tapado con algo desde la nariz hacia abajo y que le falta un ojo y aún tocándolo no puede sentir la presencia de su alma. –Es muy extraño- Le aparta esa especie de vendaje que le cubre el rostro y ve que le faltan los labios, puede ver dentro y ve que le falta la lengua.
–Alguien le ha visto antes que yo y le ha destrozado, quizá el salvaje que le ha hecho esto el que le ha robado el alma- Piensa, pero no es así. En las décimas de segundo en las que piensa esto, el hombrecillo postrado en sus brazos, saca un cuchillo afilado y corto y le asesta tres pequeñas puñaladas en el costado, el dolor es agudo, no chilla, no puede permitirse hacer ruido, aprieta los dientes, le quita ese cuchillito y saca hábilmente su cuchillo que le clava sin vacilar en el centro del pecho atravesándole el corazón, ni siquiera se ha podido deleitar pensando como el frío acero le ha penetrado la carne y más tarde los órganos, todo ha sido muy rápido.
Deja su cuerpo yermo en el suelo e intenta marcharse a toda prisa, mira atrás y le parece ver una sonrisa en el cuerpo sin vida de ese subser.
-Malditasea!- ahora ya sabe porque no tenía alma, aquel ser estaba maldito, llevaba en la tierra mas de doscientos años esperando a alguien que tuviera el corazón más negro que él y estuviese dispuesto a matarlo por voluntad propia, ahora por fin descansaba y la maldición le había pasado a él.
Por su costillar supuraba una especie de pus y sangre negra, pero el dolor lo sentía en su pecho y en su alma que se le separaba del cuerpo, eso dolía mucho más que arrancarse la piel son un soplete y sal. ¿Existiría alguien peor que él mismo? Durante años se había preocupado de que no fuera así.
Con el alma sucia.
Con el alma sucia.
A la vuelta pasé por al lado de la tuya casa, saqué la cabesa desde mi hauto y grité: CHURETICAS!
una bandada de gabiotar alzó el vuelo, el sol iba sumerjiendose entre las montañias y solo me contestó el eco de mi propia vos...
una bandada de gabiotar alzó el vuelo, el sol iba sumerjiendose entre las montañias y solo me contestó el eco de mi propia vos...