Página 1 de 2

Blanco.

Publicado: 23 Oct 2003 02:18
por Criadillas
Puedo llegar a jurar que ese día fue el comienzo de todo.

La vida, a los trece años, puede ser bastante puta si las condiciones no son precisamente las idoneas.

Y pesar 80 kilos, tener gafas, aparato dental y ser ligeramente estrábico, no mejora las cosas precisamente.

Pero aquel día nada de eso importó. Al menos tras el momento preciso...

Era enero. Uno de esos días de enero nevado en los que absolutamente todo a tu alrededor es de un blanco níveo, impoluto, brillante, casi de plata... perfecto.

Uno de esos días en los que sales a la calle embutido en dos camisetas, pantalones gruesos, botas, una camisa, un jersey de lana, un plumas, una bufanda, guantes y gorro, y andas con dificultad, pero reconfortado al sentir que ni un ápice de frío atraviesa tu coraza, aunque el ambiente sea gélido ahí fuera.

Al llegar a la parada del autobús que todas las mañanas me llevaba al instituto, me senté brevemente en un banco cercano; y digo brevemente porque no tardé en darme cuenta que estaba congelado por completo.

De nuevo de pie, y con un ligero fastidio, manipulé la ropa que cubría mi muñeca hasta lograr desenterrar el reloj que yacía debajo.

Llegaba con diez minutos de antelación.

Recuerdo que suspiré, y me propuse entretenerme mirando el horizonte, a las montañas blancas que me miraban cercanas, con toda su arrogante magnificencia, haciendome ver que yo no era más que un insecto para ellas.

La idea me deprimió bastante, y acabé por olvidar lo que tenía delante, y entretenerme intentando hacer anillos de vaho con el vapor que salía de mi boca, como si del humo de un cigarro se tratase.

No había absolutamente nadie a mi alrededor, y los únicos sonidos que llegaban a mis oidos eran los del viento, o el de mi respiración.

Absolutamente nada más. Por eso amo el invierno. Y cualquier otra época del año me hace sentir como un pez fuera del agua.

Odio profundamente el verano. El calor asfixiante, la sensación de sequedad en la garganta, el sudor y el mal holor que desprenden los cuerpos... y esos días que parecen eternos.... las noches cortas....

El sonido del autobús escolar me hizo salir de mis pensamientos, y al girar la cabeza lo ví asomarse de entre los árboles, por la carretera que cruza el bosque en dirección al centro del pueblo.

Esperé a que llegara junto a mí y se detuviera.

Mi corazón comenzó a latir con potencia... como cada día, siempre en ese momento.

Nada más abrir la puerta, el conductor (un calvo con bigote y cara de poquísimos amigos) farfulló algo así como "pasaya,quehaceunfríodecojones".

Tampoco le presté mucha atención. Jamás se la presto.

Subí los escalones y llegué al pasillo interior del autobús, ya atestado casi al máximo de chicos de mi edad, a los cuales conocía a la mayoría, para mi desgracia.

Lo primero que sentí fue un fuerte golpe de calor (el autobús iba con la calefacción a tope) seguido de una algarabía de voces que atronó en mi cabeza.

Lo segundo fue un fuerte golpe en la nuca.

Me dí la vuelta y vi que Luis me había lanzado una bola de papel envuelta en celo, muy dura.

No le dije nada, ya estaba acostumbrado, sino que me senté rápidamente en uno de los pocos asientos de la izquierda que quedaban libres, al lado de la ventana, y me abroché el cinturón de seguridad, como siempre.

Apreté los puños a la vez que miré hacia el exterior.

El autobús arrancó de nuevo y siguió el camino que todavía quedaba para la siguiente parada; la parada en la que subiría Lucía...

Yo me concentré en el paisaje de fuera. Los árboles pasaban rápidamente a mi lado, y si dejaba los ojos fijos en un punto indeterminado, una maraña marrón-verdosa comenzaba a danzar frente a mis ojos, haciendo formas abstractas, sin sentido.... pero de una belleza aplastante.

De pronto los árboles desaparecieron, y un manto blanco se deplego ante mí, como si la nada hubiese devorado abruptamente el bosque.

No eran más que un remedo de huertos, pero con la suficiente imaginación, a los trece años eres capaz de ver muchísimas más cosas...

Inconscientemente me dí cuenta que la radio del autobús dejaba escapar, por entre el sonido de las voces de los demás chicos, una preciosa canción lenta de piano, tipo años cincuenta, y cantada por una mujer. Parecía negra.

Seguí con la vista hacia fuera y me aferré a la canción como si de una tabla de herrumbrosa madera, en medio del océano, se tratara...

Deseché el resto de sonidos por completo y me concentré, ahora, en el cielo. Estaba nublado, pero no un nublado gris oscuro, no. Un nublado azulado, con tonos casi blancos, y el resto ligeramente gris...

Cuando logré salir hacia afuera, de nuevo, descubrí que a mi lado se había sentado alguien.

Ni me había dado cuenta de la parada. Ya no deberíamos tardar en llegar.

Me giré un poco y logré ver a Lucía, a mi lado.

Y me quedé paralizado.

No exagero si digo que es la chica más bella que jamás he visto en toda mi vida. Y ya no soy ningún jovencito, precisamente.

Poseía una mirada de ojos negros tal que hacía que cualquier persona hiciese cualquier cosa, tan sólo por complacerla.

Unas facciones redondas, con boca pequeña pero de labios carnosos, con una nariz sublimemente perfecta, y un pelo oscuro hasta la altura de los hombros.

Todo en ella era perfecta. Y ella lo sabía.

Y yo también.

Y la razón por la cual se había sentado conmigo era porque no quedaba ningún asiento libre aparte del de mi lado, como siempre.

Pero los motivos me daban igual.

Ella estaba junto a mí, y con eso yo ya tenía suficiente.

La miraba hablar con una de sus mejores amigas, cuyo nombre, francamente, ya no recuerdo, y yo la observaba ensimismado, haciendo desaparecer con mi mente el resto de chavales que tenía a mi alrededor, y colocándonos, a ella y a mí, en medio de la nieve. En medio de la nada. Sólos.

Fue un buen momento, y la canción del piano seguía sonando, aunque ahora la mujer ya no cantaba, y unos violines estaban haciendo acto de presencia...

Y sonreí.

Todo a mi alrededor comenzó a temblar, pero a mí me daba completamente lo mismo. Nada me sacaría de mi paraiso personal.

Las mochilas y abrigos guardados en las baldas de encima de los asientos cayeron sobre las cabezas de algunos chicos, y el autobús se llenó de gritos.

Pero yo no eschuché nada.

El bosque de detrás de la ventanilla había resurgido de nuevo, y los árboles se acercaron a toda velocidad hacia nosotros.

Todo quedó en silencio mientras el autobús comenzó a inclinarse hacia la derecha, haciendo que los chicos se aplastasen unos contra otros contra las ventanas.

Mi cuerpo se aplastó contra el cinturón de seguridad, pero yo no aparté la vista del exterior, viendo cómo las copas de los árboles se alzaban a mi lado, como si quisieran tocarme.

El autobús se puso a dos ruedas durante unos segundos, mientras todos los objetos del interior flotaban lentamente hacia el lado contrario de donde yo estaba. Yo hubiese seguido su trayectoria, pero el cinturón aguantó.

Aunque en ese momento me daba todo igual.

La pared derecha del autobús se aplastó definitivamente contra el suelo, de nuevo, en completo silencio, y entonces decenas de cuerpos saltaron de sus asientos...

Alcé lentamente la vista y vi flotar en el aire durante unas décimas de segundo a todos mis compañeros.

Les envidié por un instante.

Acto seguido sus cuerpos se estamparon unos contra otros, y se rompieron para siempre.

Las ventanas estallaron, dejando esparcidos por la carretera los cuerpos y las mochilas de algunos de ellos.

El vehículo resbaló por el suelo durante varios metros, haciendo saltar una enorme nube de chispas, pese al hielo y la nieve que cubría todo.

Volví a girarme hacia la ventana, impasible, y ví que el cielo había desaparecido, y que ahora no se veía más que ramas de árboles.

Y todo se detuvo. Aunque en ningún momento tuve la sensación de que nada se moviera.

La canción del piano seguía, aunque el ruido de estática la estropeaba lo suficiente como para tener que eliminarla de mis oidos, y comenzar yo a tararearla mentalmente.

La quietud lo dominaba todo, de nuevo.

Giré la cabeza hacia mi izquierda y me encontré con la sorpresa que me cambió la vida.

Ví que Lucía continuaba a mi lado, sentada en el asiento contiguo, con los ojos cerrados y el cuello en una posición imposible.

Había sido lo sifucientemente lista como para abrocharse el cinturón de seguridad.

Como yo.

Sonreí como nunca, y sentí que mi corazón iba a salir de mi cuerpo.

Yo jamás me fijo en chicas estúpidas. Sabía que Lucia era especial. No era como los demás.

Todos estaban amontonados, unos sobre otros, sangrantes, informes.


Pero ella se había quedado conmigo.

Y supe que jamás en mi vida conseguiría querer tanto a una persona como en ese momento.

Y durante muchísimo tiempo continué colgado en mi asiento, sobre el manto de cadáveres, moviendo las piernas levemente al son de la canción.

Publicado: 23 Oct 2003 10:46
por curreta
Es refrescante uevecillos. Me ha gustado, no es por desmerecer, pero "herrumbre" no esta bien colocada, la madera no es herrumbrosa.
Me ha gustado bastante.
Deberíamos hacer absurdos debates sobre nuestros escritos.

Publicado: 25 Oct 2003 00:00
por oximoron
Muy bueno.

Mi muy querido Criadillas:

Publicado: 25 Oct 2003 13:39
por Dolordebarriga
Bienvenido a esta sección, hasentrado por la puerta grande. Estupendo relato, es como si hubieras narrado desde dentro el accidente que marca "El dulce porvenir".

Me ha encantado.

Tu, admirador admirado;

Dolordebarriga

Publicado: 25 Oct 2003 13:47
por vivalasvegas
¿Si estabas sentado junto a la ventana no deberias haber girado la cabeza a tu derecha para ver a Lucia?¿No era la sangre que desprendian tus heridas las que teñian de de dulce carmín sus labios?¿No se revolvía incomoda y asustadiza ante tu complacida sonrisa?¿Acabasteis retozando ensanguentados y lujuriosos en apresurado homenaje a David Cronenberg?

Publicado: 27 Oct 2003 19:57
por Lenina
Felicitaciones, me ha gustado mucho.

Hacia arriba!!!!!

Publicado: 12 Feb 2004 22:29
por Dolordebarriga
Los buenos relatos deben estar al alcance de todos los foreros, incluso de aquellos sumamente vagos como para indagar que carajo puede haber más allá de la página 1 del dazibao. Lo subo con un emilio mio que cuenta lo que aconteció con el autobus escolar tras el accidente en el que sólo sobrevivió el gordito de Criadillas.

Chiken bus extreme experience.

Al principio siempre te preguntas como es posible que la gente consiga dormirse a bordo de una camioneta en Guatemala. Llegas a creer que toman algún tipo de droga narcótica pues, tan sólo a alguien inflado de anestésicos le es, según tu cabal y primer criterio, posible dormir lanzado a una velocidad de vértigo dentro de una lata de sardinas de los años cincuenta.

Y es que lo de ir en camioneta en Guatemala, sobretodo en el tramo entre Sacapulas y Quiché es el verdadero y último deporte de riesgo sólo apto para los más valientes o los que ya están de vuelta de todo.

En primer lugar está el bólido, un maravilloso autobús escolar americano de los años 50 marca Bluebird, que todavía conserva su letrerito de STOP, ese que utilizaba el conductor en los USA cada vez que bajaba un niñito para avisar al resto de conductores. Cuando el autobús quedó anticuado se vendió en Guatemala. Aquí lo pintaron de vivos colores, le cambiaron los amortiguadores, le pusieron el nombre de “veloz Nebajense” “ veloz Quichense” o “ veloz lo que sea”, pero siempre veloz y lo llenaron de pegatinas del tipo “Dios me ama” “ Jesús es mi Pastor” o las más acojonadoras “Las llaves de este carro las tiene Jesús, pregunten en el cielo” o “Sólo Dios sabe si volveré” que la primera vez que las lees te dan un mal rollito de la ostia.

En segundo lugar está el conductor, el puto amo del mundo, un tipo que está por encima del bien y del mal, que no toca el suelo cuando camina, que nunca te mira a los ojos a no ser que seas una linda muchacha local vestidita de uniforme escolar. En este caso, la manda sentar a su lado y conduce de memoria sin mirar ni una sola vez la carretera. Un tipo que a bordo de su camioneta ganaría de todas todas cualquiera de los rallies que puntúan en el campeonato del mundo sin despeinarse y sobretodo sin ponerse a llorar como una nenaza estilo Carlos Sainz.

En tercer lugar y como elemento fundamental está el “dele-dele”, un hombre que viaja colgado de la puerta delantera del autobús con medio cuerpo fuera o encaramado al techo y no para de gritar “dele-dele”, como si al conductor le hiciera falta que encima lo animaran a darle todavía más. El “dele-dele” es el encargado de cobrar el billete. Un buen “dele-dele” no te da nunca la vuelta del cambio de tu pasaje hasta que no te bajas y es capaz de acordarse de cuanto debe a cada uno de los pasajeros de la camioneta sin un solo error, menos con los guiris, con los que, inexplicablemente, siempre se equivoca a su favor. A su lado el tipo ese de los programas de la tele que sumaba números y números enormes en un pis pas haciendo un sonido “umamaumauaam” es un pobre aficionado. El “dele-dele” también se dedica a bajar y subir los bultos del techo del autobús y a decir su otra frase (sólo tienen dos) “aprietense al fondo, caben más”, frase que, aunque parezca mentira siempre es cierta.

En último lugar estamos nosotros, los pollos o sardinas. Como los mayitas son bajitos les caben las piernas en el espacio entre asiento y asiento, pero si superas el metro sesenta estás jodido, ya que para entrar en un asiento pensado para niños americanos tienen que meterte tus compañeros a presión. Además no sólo te aprietas a lo largo si no que a lo ancho también te toca joderte. Los asientos son de dos, pero nos sentamos tres. El del pasillo sólo puede apoyar una nalga en el asiento, la otra flota en el aire. De tal manera que en una fila de asientos vamos seis, tres en un lado y tres en el otro ocupando todo el pasillo. Cuando el de la ventana del asiento de la derecha mueve el dedo meñique de su mano izquierda, el de la ventana del lado izquierdo debe mover su meñique de la mano derecha.

Por si esto fuera poco como los asientos son para niños el respaldo del mismo tan solo te llega a media espalda no pudiendo apoyar el resto de la misma durante un viaje que dura un mínimo de cinco horas. Cuando te bajas del autobús tu columna vertebral parece una culebra y ondula libremente de un lado a otro.

En Guatemala hay un accidente de autobús por semana. La causa siempre es “el conductor corría demasiado” según “Nuestro diario” que es como “El Caso” pero con fotos en color. Absolutamente siempre el conductor y el “dele-dele” huyen del lugar del accidente y casi nunca hay víctimas mortales. Es lógico, haz la prueba, agarra una lata de sardinas y déjala caer al suelo, luego ábrela, verás que todas las sardinitas siguen igual de majas en su sitio sin ni siquiera arrugarse. Con el autobús y sus ocupantes pasa lo mismo. En cambio, los accidentes de pick-up son un desastre. Noticia (os juro que verídica) que salía en “Nuestro Diario” ( no puedo evitar ojearlo cada día) el otro día “ Accidente de picop (sip), mueren doce personas”; un europeo sensato pensaría “joder, aquí ha muerto hasta el gato ( si, es un chiste fácil y malo); pero cuando volteabas la página leías “Diecisiete se salvan”. Veintinueve personas viajando en un pick-up estandar!!!! Esto es mi Guatemala!!!

Volvamos, por eso, al interior de la camioneta y a los pollos, es decir, a nosotros. Una de las peores cosas que te pueden ocurrir en un chiken bus es que te toque un “agrio” sentado al lado. Un “agrio” es un tipo al que parece que la lengua se le esté pudriendo dentro de la boca y que cada vez que suelta el aire te provoca unas arcadas del morirte. Contra un “agrio” sólo cabe una solución, adoptar la posición contraria a la suya. Si él está tirado hacia atrás tu te doblas hacia delante, si él está tirado hacia delante te quedas tieso como un palo. Por desgracia Guatemala es tierra de agrios (cepillo de dientes!!!!, pero que es eso???) y a veces es probable que te toque un “agrio” a cada lado. Entonces, si uno está doblado y otro tieso, te toca aguantar la respiración durante las cinco horas de viaje o cerrar los ojos y auto hipnotizarte repitiendo el mantra “jamón de jabugo, jamón de jabugo” sin cesar hasta bajar.

Cualquier teorema matemático hubiera resuelto que a tres personas por asiento el autobús consigue alcanzar su máxima capacidad. Pero los teoremas matemáticos no sirven dentro de una camioneta. El “dele-dele” continúa haciendo pasar a más y más personas al grito “aprietense al fondo, caben más”, de tal manera que además de las seis personas sentadas por fila se consigue que en el pasillo quepan, de pie, hasta dos personas más por fila.

Ríete tú de ese concurso de la tele que presentaba el imbécil ese que retransmite las campanadas/uvas cada año (por cierto, este año también lo han puesto a él???) junto a la mega actriz española que triunfó en los USA (quien no recuerda su papelón, con frase y todo, en uno de los mejores episodios del “Equipo A”) y que consistía en hacer apuestas chorras en plan “ me apuesto que soy capaz de comerme 600 bocadillos de calamares con mayonesa en 5 minutos” con el fin de ganar un premio que te permitiera pagar al dueño del bar por todos los bocatas de calamares que te habías zampado mientras ensayabas para salir en la tele. Pues bien, en ese concurso una vez se metieron muchos en un seiscientos. Si en vez de españoles se hubieran metido guatemaltecos hubieran cabido el triple, os lo juro por Dios (aunque sea ateo).

Bueno, sigamos que me he despistado un poco. Pues bien, ya tenemos a ocho personas por fila en un espacio diseñado originalmente para cuatro niños americanos. Entonces, “no se vayan amiguitos que todavía hay más” el autobús para y suben docenas de vendedores que se abren paso, a bocados si es necesario, portando sus canastos en la cabeza, por el pasillo y gritando como locos. Cuando ya todo es imposible, el tio del anuncio del “pup and seal”, (si esa especie de mancha que vendía un yanqui por la tele a las cuatro de la mañana y que quitaba el aire haciendo el vacío en toda clase de bolsas) no sacaría ni una molécula de aire de dentro del autobús, el “dele-dele” se decide a recorrer el pasillo para cobrar los billetes.

Así, a bordo de un bobsleigh gigante y de coloritos, lanzado, únicamente sobre los neumáticos de un costado, a ciento cincuenta por hora a través de una carretera de curvas infinitas, comprendes al fin todos los misterios del mundo: lo de uno y trino te parece más simple que mear de pie, la fórmula de la coca-cola es cosa de niños, el quienes somos, de donde venimos a donde vamos te importa un carajo.

Y es entonces, mis niños, cuando, logrando una perfecta paz interior entras en trance y, apoyando tu cabeza plácidamente sobre tu “agrio” compañero de al lado, te duermes como un bebe.


Vuestro, que bonito es viajar!!!;

Dolordebarriga

Publicado: 13 Feb 2004 10:58
por Barbie Superstar
Ya se te echaba de menos, Dolorcín. A ver si te pasas más por aquí a contarnos historias como ésta. O a lo que sea. Pero ven.

Barbitas.

Publicado: 13 Feb 2004 11:35
por curreta
Te duermes como.... ¿que?

Publicado: 13 Feb 2004 12:34
por Criadillas
A las muchas gracias, Dolor, por levantarme el post, y demás cosas con tu intervención.

Y sí, escribe, escribe, y así la morriña pasa mejor.

Saludos.