Es genial

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Stewie
Ulema
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Es genial

Mensaje por Stewie »

Jueves 31 de Agosto, 2006
La luna, a retazos y en liquidación

Acaba de llegarme el título de propiedad de un terrenito que me compré en la Luna. Me costó 20 dólares —gastos de envío aparte— y lo pagué con tarjeta. Además del certificado con mi nombre grandote, me vino por correo una foto satelital de mi parcela. No sé si ustedes estarán viendo la Luna, pero si la tienen a mano dibujen en ella una cara imaginaria. Mi terrenito estaría sobre el ojo derecho. La región se llama Lago de los Sueños (Lacus Somniorum en latín) y está casi saliendo del Mar de la Serenidad, como quien va al Cráter Posidonius.

Imagen

El acre que me compré no es gran cosa, también es verdad: haciendo cuentas descubrí que son apenas cuatro mil metros cuadrados. De todas maneras, el hombre que me vendió el terrenito dice que esta zona se está convirtiendo en una de las más deseadas, y me advirtió que me apurase porque se las estaban sacando de las manos. ¿Cómo no iba a hacerle caso a este señor, si es un visionario de la modernidad?

El dueño de la Luna se llama Dennis Hope, pero no siempre fue tan moderno ni tan visionario. De hecho, en su niñez y juventud él miraba la luna como la vemos nosotros: con cara de pavo y pensando en otra cosa. En los años setenta este buen hombre, algo gordito y con gesto entre pánfilo y boludón, trabajaba de ventrílocuo. Iba pueblo por pueblo, junto a un teatro de variedades que funcionaba en el sur de Estados Unidos. A Dennis las cosas no le iban muy bien porque, al parecer, movía demasiado los labios. Pero insistía.

Según dicen, Dennis seguía en el pobre teatro rodante porque estaba enamorado de la hija del dueño. Una chica que se llamaba Alice y que hacía equilibrio o malabares, según la necesidad. Pero la chica era menor, y entonces él la deseaba en silencio, y esperaba a que cumpliera dieciocho para declararse. En medio de la espera, se casó con una bailarina mexicana, pero el matrimonio funcionó muy mal.

A finales de 1980 la vida de Dennis dio un giro inesperado. Todo, absolutamente todo, salió al revés de lo esperado. Un día se divorció de su mujer para irse con la chica que amaba, al día siguiente la chica se mató en un doble salto mortal sin red, al tercer día el dueño del teatro entró en depresión y cerró el espectáculo, y al cuarto día él se quedó sin trabajo, en el medio de una carretera comarcal de California, con un auto viejo, un muñeco de madera y dos mudas de ropa. Sin nada. Mirando la luna como un estúpido. Como la miramos nosotros cuando llegamos al fondo del pozo y ya no sabemos qué hacer con nuestras vidas.

Entonces, esa noche trágica del 22 de noviembre de 1980, Dennis Hope tuvo una extraña revelación:

—Ahí se pueden construir un montón de casas —se dijo, mirando la palidez del satélite panzón.

Hasta ese momento, absolutamente a ningún ser humano se le había ocurrido patentar la Luna para hacerla urbanizable. Y allí reside la grandeza de Dennis. O su locura, que es lo mismo.

Dos días más tarde, un ventrílocuo mediocre que no tenía nada que perder, porque ya lo había perdido todo, entró sin golpear a una de las Oficinas de Registro de San Francisco y le dijo al tipo que estaba del otro lado del mostrador:

—Buenas… Vengo a reclamar la posesión de la Luna, de los ocho planetas vecinos a la Tierra y de todos sus satélites. ¿Qué formulario hay que rellenar?

Estuvo unas cuantas horas discutiendo con los administrativos, que le aseguraban que tal cosa era imposible. Y en parte tenían razón: existía (y aún existe) un Tratado del Espacio Exterior, firmado en 1967 por la ONU, donde se acordó que ningún país podría reclamar la soberanía de los cuerpos celestes. Dennis Hope, testarudo como ventrílocuo malo, no se rindió y volvió a la tardecita con un abogado de mala muerte, compañero suyo de la primaria. El abogado tuvo su gran momento de lucidez frente a los funcionarios:

—El Tratado dice que ningún país puede, pero no habla ni de empresas ni mucho menos de particulares.

Los de la Oficina de Registros, más cansados que vencidos, y ya con ganas de poner el cartelito de “closed” e irse a sus casas, le dieron a Dennis unas planillas azules, éste registró allí minuciosamente sus propiedades, aquéllos sellaron todo con cara de aburrimiento, le dieron una copia, archivaron los originales y santas pascuas.

Una semana más tarde Dennis Hope metió tres cartas idénticas en el buzón que estaba en la esquina de la casa de su madre: una carta a la ONU, otra al Gobierno de los Estados Unidos, y la tercera a la todavía viva y coleante Unión Soviética. Allí le informaba a la santísima trinidad del espacio sobre sus flamantes derechos y les anunciaba (no les pedía permiso, sólo los ponía en conocimiento) que en el futuro se dedicaría a vender por partes sus territorios.

Nadie le contestó, por supuesto. Y así pasó ese año, y después otro, y después cayó el Muro de Berlín, y más tarde llegó Internet y el siglo veintiuno.

Ventiséis años después de aquella noche de revelaciones, Dennis Hope lleva vendidas más de dos millones y medio de parcelas de la Luna (los planetas todavía se resisten un poco; la gente no quiere terrenos tan lejos de casa). El ex ventrílocuo tiene una página web, LunarEmbassy.com, donde cualquiera puede comprar una propiedad en el espacio, como hice yo mismo la semana pasada. Y también tiene, cómo no, un montón de detractores y de gente que confunde las cosas; a él lo confunden con un estafador, y a nosotros, los compradores, nos confunden con unos imbéciles.

Mis amigos, sin ir más lejos, están convencidos de que este señor me engañó como a un chico al que le roban los caramelos en el recreo. Que me vendió aire, dicen, que me engatusó, y que ahora el tal Dennis se ríe, con mi dinero en el bolsillo.

Nada más lejos. Acabo de comprar una historia de sobremesa, algo para lo que levantarme cuando sea viejo y mostrarle, con orgullo y un poco de autoridad, a mi futuro yerno. Los suegros tienden a levantarse de la mesa y traer cosas raras y únicas, para que los yernos deban ensayar gestos de falso interés. La vida es así, y yo no podré resistirme a esa práctica ritual, cuando sea suegro. Y hasta hoy no tenía nada para cuando llegue ese momento.

Ahora tengo una parcela en la Luna. Un bonito certificado en forma de pergamino. Un mapa satelital con las coordenadas de mi terrenito lunar. Ahora ya podré avergonzar a mi hija cuando se aparezca con un novio melenudo.

Yo creo que habría que tener un poco más de fe respecto a la modernidad y sus nuevas formas de negocio y de ocio. A mí, la verdad sea dicha, Dennis Hope me cae muy bien. Es la clase de tipo que me gusta: fracasado, mentiroso, paciente y de repente asombroso y genial. Me encanta que haya sido ventrílocuo y que ahora sea millonario. Me encanta que la prensa lo confunda con un estafador, y me encanta que la gente, a pesar de no creer una sola palabra de lo que dice, le compre la Luna.

Hay un error en todos los artículos de los diarios que hablan sobre este tema y sobre este hombre. En general, se da por sentado que los compradores son estúpidos, o gente crédula. “Pardillos”, dicen los diarios españoles. Y no es así.

El mundo ha cambiado mucho. Ya nadie adquiere buzones, ni el boleto ganador del gordo de navidad. Los nuevos compradores de fantasía somos concientes de que no hay nada, pero nada, más allá de ese papel falso con ribetes dorados. Compramos una historia. Y las historias ya no vienen solamente en el formato de un libro o de un ticket para la matiné. También vienen dispersas en las charlas y las conversaciones. También vienen colgadas en las paredes de las casas. Las historias son, a veces, lo que nosotros queremos que sean.

A mí no me importa la Luna. Pensándolo bien, la Luna está entre las cosas que menos me importan de la vida. Pero por suerte, veinte dólares también. Y entre poder decir en una sobremesa “tengo un pedacito de la Luna” y decir “tengo veinte dólares” yo sé muy bien lo que hay que hacer. Hay que comprar un libro, hay que comprar un disco, hay que comprar la Luna. Cosas pequeñas e inútiles que tengan la capacidad de convertirnos en chicos. No en chicos a los que les han robado el chocolate en el recreo, sino en chicos con el sabor del dulce en la boca.

Dennis Hope y yo hemos hecho un negocio imaginario. Yo le di veinte dólares, que es un papel que representa un pedacito de un lingote de oro que hay en la bóveda del Tesoro Norteamericano. Él me dio otro papel que representa un retazo al norte de la Luna.

Nadie ha visto nunca esos lingotes.

Yo a mi Luna la miro por la ventana, cuando se me antoja.

http://www.orsai.es/2006/08/la_luna_a_r ... dacion.php
Pepe escribió: A mi todo esto (la extinción del lince) me parece una mierda. El lince mola, es bonito como gato y elegante como abrigo, que se vaya a la mierda no mola, que hagan corridas de linces.

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Nicotin
Manuel Fraga Iribarne
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Mensaje por Nicotin »

Lo mejor con diferencia es el final:

A mí no me importa la Luna. Pensándolo bien, la Luna está entre las cosas que menos me importan de la vida. Pero por suerte, veinte dólares también. Y entre poder decir en una sobremesa “tengo un pedacito de la Luna” y decir “tengo veinte dólares” yo sé muy bien lo que hay que hacer.


Qué elegante manera de explicarlo.
The bigger the headache, the bigger the pill. Call me the big pill.

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Doctor Beaker
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Mensaje por Doctor Beaker »

Está muy bien. Es un poco como las loterías estas en que hay una chance en cinco mil millones de ganar: están los que juegan porque no saben matemática, los que no juegan porque saben matemática... y los que juegan aunque sepan, porque un billete cuesta poco y da derecho a soñar hasta el día del sorteo*. Aunque hay quien espera precisamente hasta ese día para jugar, porque mientras tiene el billete se siente rico y no le da el corazón para trabajar: esos están en las tres categorías al mismo tiempo.


* Y qué joder, es el cheque de Schrödinger.
“Un libro permanece, está en su anaquel para que lo confrontemos y ratifiquemos o denunciemos sus afirmaciones. El diario pasa. Tienen una vida efímera. Pronto se transforma en mantel o en envoltorio, pero en el espíritu desprevenido del lector va dejando un sedimento cotidiano en que se asientan, forzosamente las opiniones. Las creencias que el diario difunde son irrebatibles, porque el testimonio desparece”
Raúl Scalabrini Ortiz, Política Británica en el Río de la Plata

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¿Quien es este tipo?
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Mensaje por ¿Quien es este tipo? »

¿Y si yo patento el sol?

igual puedo hacerme colegüita de la innombrable y cobrar derechos de autor a los turistas playeros.

Los rayos uva serian considerados peor que el top manta, y los pobres negritos venidos en pateras, correrian con sus rayos uva portatiles delante de la menemeritar.

Es mas, denunciaria a "los bravos", o "los brincos", por su "un rayo de sol" (uoh oh oh) y a "los brincos", o "los bravos" por su "eva maria goes by" (loocking for the sun in the beach).

Ahi la innombrable estaria dividida, mis derechos por nombrar mi propiedad y los derechos de ellos, por mi propiedad llamarse como sus exitos.

Se crearia un cisma dentro de ella misma de tal calibre que acabaria con la tirania del ejecutivo opresor en un abrir y cerrar de ojos.

A mí no me importa quienesestetipo. Pensándolo bien, quienesestetipo está entre las cosas que menos me importan de la vida. Pero por suerte, veinte dólares también. Y entre poder decir en una sobremesa “yo acabe con la innombrable” y decir “tengo veinte dólares” yo sé muy bien lo que hay que hacer.


¿Vamos a desayunar algo?

Prez
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Re: Es genial

Mensaje por Prez »

Yo le di veinte dólares, que es un papel que representa un pedacito de un lingote de oro que hay en la bóveda del Tesoro Norteamericano.


Esto ya hace algunas décadas que no es cierto.

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jubilao
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Mensaje por jubilao »

¡ESE PREZ! ¡ESE PREZ! ¡EH! ¡EH!

¡ESE PREZ! ¡ESE PREZ! ¡EH! ¡EH!
Urdu escribió: Tengo fotos actualizadas de mi rabo.

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Palahniuk
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Re: Es genial

Mensaje por Palahniuk »

Prez escribió:
Yo le di veinte dólares, que es un papel que representa un pedacito de un lingote de oro que hay en la bóveda del Tesoro Norteamericano.


Esto ya hace algunas décadas que no es cierto.


Si, desde que el patron oro ya no existe.
This is not an exit

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Doctor Beaker
Ulema
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Mensaje por Doctor Beaker »

Joder, que estamos en el subforo de Literatura.
Putos prosaicos pejigueros.

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Stewie
Ulema
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Re: Es genial

Mensaje por Stewie »

Prez escribió:
Yo le di veinte dólares, que es un papel que representa un pedacito de un lingote de oro que hay en la bóveda del Tesoro Norteamericano.


Esto ya hace algunas décadas que no es cierto.


Uhmmm, yo me iba a callar la explicación, pero es sólo parcialmente falso. Actualmente el tipo de cambio se rige por la ley de la oferta y la demanda, uno de los factores que hace apreciar la divisa es el superávit comercial, debido a la presión de la demanda externa.

Este superávit hace incrementar las reservas de divisas, que son las que dan seguridad a los tendores de las mismas de la salud de esa economía. Los lingotes de oro tienen una función similar, puesto que con ellos se pueden comprar divisas, si bien es cierto qie ya no queda dinero convertible en oro.

Doc escribió:Joder, que estamos en el subforo de Literatura.
Putos prosaicos pejigueros.


Talmente.
Pepe escribió: A mi todo esto (la extinción del lince) me parece una mierda. El lince mola, es bonito como gato y elegante como abrigo, que se vaya a la mierda no mola, que hagan corridas de linces.

Prez
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Mensaje por Prez »

Hombre, con oro se pueden comprar divisas de la misma manera que, si yo tengo un kilo de tomates, puedo comprar divisas con ellos. Una venta, vaya.

Pero eso no quiere decir que exista convertibilidad a tomate de las divisas.

Y que en los bancos centrales haya reservas de oro no implica que te las cambien a ti por tus billetes. De hecho, me temo que la existencia de reservas de oro se debe más a motivos históricos que a otra cosa, porque la misma función haría cualquier metal precioso o incluso cualquier otro bien relativamente escaso. O qué leches, la simple reserva de divisas quizá sería suficiente.

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