Súbditos y conciudadanos míos:
La reina y yo nos hallamos consternados ante la mera y remota posibilidad que se nos plantea.
Entendemos que nuestra aparente situación de privilegio y realce ante los ojos del pueblo llano [del que somos mero estandarte, nunca descollante insignia distante de la realidad que nos rodea] es posible que se preste a interpretación interesadas y torticeras de la realidad.
Es por ello que, indignados y serenos, como corresponde a nuestra patria y a sus habitantes, la Casa Real y yo nos oponemos, no como parte interesada sino como amantes y primeros ciudadanos de este reino, a la posible implantación de la república, propugnada por bárbaros y renegados del noble arte de la cantería.
Este despojo, este rufián de mala vida, este casquivano estrecho, este republicano, en suma, no nos ofrece motivos para abandonar el sistema que tantos parabienes y alegrías nos ha dado, no sólo en los tiempos actuales, sino en pretéritas temporadas.
Pues es la monarquía sistema de índole natural, cual selección Darwiniana, en la que los más fuertes y hábiles sobreviven al paso del imperturbable Cronos, dando a la vez las más apasionantes historias, leyendas y realidades de nuestro acervo cultural.
Los bastardos, primogénitos, medianos y chicos, los hombres de toda clase se ven igualados en la carrera en pos de la corona y tan sólo el único sujeto sin reparo, alcanzará el premio.
Bastardo poco hábil.
¿No les recuerda esto a ciertos documentales de la segunda cadena de radiotelevisión española?
¡¡Exacto!!
Es el más listo, el más hábil, el más fuerte el que llega a la cúspide de la pirámide alimenticia y social.
No será a base de escrúpulos y miramientos la forma en la que la especie humana verá asegurada su devenir.
Y una vez liquidado con este formal alegato cualesquiera alegaciones que el señor Picapiedra tenga la insensatez de replicarme, pasemos a la realidad, señores.
Que ya es hora.
La república es una letrina.
Así, tal cual lo leen.
Una autentica, apestosa y rebosante letrina.
Y no, no les voy a alegrar la vista, cual Perro de lobo, con kilométricas heces en melena, sino que les voy a aclarar el concepto.
Una letrina es un recipiente.
Un recipiente es tal por contener algo.
Y la república contiene a una serie tal de personajes capaz de hacer vomitar a la Señora Basura de los Fraggel Rock.
Ergo, la república es una letrina.
En cambio, señores, en una monarquía tenemos las cosas muy claritas:
¿Boda real fastuosa, de gran aparato, a cargo del erario público? Pues sí.
¿Familia parasitaria? Aja.
¿Jeta, morro y desfachatez totales? Pues también.
Pero por lo menos tienen la decencia, la honradez y, si me apuran, el buen gusto de decirnos a la cara que nos van a robar.
"Sí, se parece a su madre, el pobre..."
Sólo por sujetos como este ya merecería la pena la monarquía...
¿Queremos corrupción, ríos de dinero, egipcios infames, manos derechas encubriendo a las izquierdas?
¡¡Sí, clama el genero humano, queremos que nos den por culo!!
¡¡Pero que sea sin máscara!!
¡¡Y con vaselina!!
Así pues, el pueblo ha hablado.
Prefiere de lejos una enculada real, amena, hecha por "profesionales", que la dura y cruel sodomía encubierta de un sistema "elegido" por el pueblo.
Que coño, seamos pedantes: "Todo para el pueblo, pero sin el pueblo."
Nos leemos.