
Llevaba mucho tiempo detrás de ésta película, y por fin he conseguido hacerme con ella, y verla.
El director es el personalísimo y genial Paul Thomas Anderson (Sindey, Boogie Nigths y sobre todo la gigantesca Magnolia).
Sus dos primeras películas son las menos personales, y es a partir de su tercer filme (y por ahora su mayor obra maestra) cuando comienza a enfocar sus guiones abarcando un tema universal y vital.
En Magnolia se trataba del Perdón, con mayúsculas. Del perdón como capacidad redentora para sus personajes. Algunos habían cometido faltas gravísimas y brutales sobre otros, y eran éstos últimos los motores de la historia.
Aquí, en Punch-Drunk Love (más o menos afortunadamente traducida como "Embriagado de amor"), el motor principal de la historia es, como su propio nombre indica: el Amor.
Y sí, de nuevo con mayúscula.
Y sí, de nuevo como capacidad redentora para sus personajes.
Aunque ésta vez Anderson no invade la pantalla con historias cruzadas al más puro estilo Robert Altman, sino que se centra en el personaje de un sorprendente Adam Sandler llamado aquí Barry Egan.
Psinopsis.
Barry Egan es el joven propietario de una pequeña empresa que vende productos para baños de hoteles.
Su vida es una monótona e infeliz sucesión de días sin nada más que hacer que lo de siempre; nada.
Psicológicamente es un ser completamente abrumado en todos los aspectos, por culpa sin duda de sus siete hermanas, las cuales lo han anulado durante toda su vida, convirtiéndolo en un ser psicótico, maniático y depresivo, envuelto en un caparazon de aparente tranquilidad, con sus consecuentes ataques de ira incontrolables y brutales.
Sin embargo, todo ésto cambia cuando conoce a Lene Leonard (Emily Watson), la cual se descubre como su perfecta mitad, y la cual parece ser lo único que le queda como posibilidad de escape.
La dirección.
Es sin duda en ésta parte donde la película se convierte en excepcional.
No hay (aunque suene pedante, lo sé) un puto encuadre que no sea bello hasta decir basta (no hay más que ver el cartel del filme, una maravilla). Anderson coloca la cámara de manera excepcional, como ya hizo en Magnolia, pero ésta vez la dota de mucha más movilidad.
Debo reconocer que me la pone dura éste caballerete.
Los primeros tres minutos de cinta, con Egan hablando por teléfono, después saliendo a tomar café a fuera del almacén donde trabaja, y por último el accidente de coche y el hallazgo del harmonio, es todo un prodigio y una lección de cómo mover y colocar la cámara para atrapar hasta el final de la película, al espectador.
El ritmo no decáe en ningún momento, y la luz la utiliza en claro homenaje al Technicolor de los años 40 y 50 (incluso el vestuario de los dos protagonistas es claramente deudor de esas influencias, desde el traje azul eléctrico de Sandler, pasando por los vestidos sencillos y bonitos de Watson).
Es éste el punto fuerte de la película, y sin duda es una delicia ver detenidamente ciertas escenas, o ciertos planos, y ver cómo Anderson lo tiene todo milimetrado, sobre todo en las simetrías.
Ejemplos:




Un crá.
Actores y actrices.
Como es lógico, el peso de la mayor parte de la cinta recáe sobre Adam Sandler en su totalidad, puesto que es el protagonista absoluto.
Watson, pese a ser la indispensable otra parte de la pareja, queda en un claro segundo plano, más por el caracter tranquilo, conciliador, razonable y vital de su personaje, que por carencias en su peso específico.
Sandler, el cual hasta hace escasas tres horas me provocaba la más epatante de las indiferencias, agarra el papel con una seguridad pasmosa, y le dá un caracter único y realmente sorprendente (sobre todo tras haber visto El aguador, Little Nicky, o Un papá genial, en las cuales hace básicamente, y no por exigencias del guión (bueno, en el Aguador sí), de subnormal profundo).

Forrest Sandler, cuando quiere puede, el muy cabrón engañoso.
Si analizamos un poquito su interpretación, sin duda encontramos homenajes continuos a Charlot, a Buster Keaton o a Peter Seller, logrando Sandler provocar reminiscencias en los espectadores, sin llegar jamás al plagio, en un término medio al cual confiere su propia personalidad, y convierte a su personaje en un tipo completamente real y cercano.
Sinceramente, si le hubiesen nominado al óscar, no habría pasado nada, pero ya sabemos que Hollywood no premia ni lo hará jamás, a los otrora bufones de su corte. Será que sacar el pie del tiesto sienta muy mal (véanse los casos de Jim Carrey o Bill Murray). Pocos actores han estado más finos en los últimos años para pillarle el aire a sus personajes.
En cuando a Emily Watson, no mucho que hablar de ella. Es bien sabido que es una todoterreno, y personalmente dudo mucho que jamás haga algo de lo que no pueda estar orgullosa.
Philip Seymour Hoffman, uno de mis preferidos, y también de P.T. Anderson, aquí vuelve a hacer lo que está acostumbrado:
Devorar la escena en la que se encuetre, haya quien haya, sea la situación que sea.

Y como siempre, con un cambio de look.
Es éste otro de los puntos fortísimos de la película.
El guión.
Y éste quizá sea el tema de la discordia.
Hay que reconocer que Anderson es peculiar y original como el sólo. A unos nos parece un genio. A otros les parece una mierda en todos los aspectos, además de aburrido.
El guión no es perfecto, para qué engañarnos, y puede que a algunos se les hagan largas ciertas escenas de la cinta, no digo yo que no lo sean, pero en mi opinión todas son necesarias, y todas encajan perfectamente con el hilo central, pese a que haya historias secundarias (la extorsión a la que someten a Egan, las natillas, el harmonio...).
También, como es habitual en el cine de Anderson, hay situaciones completamente peculiares y únicas que tan sólo son capaces de haber sido paridas por la mente de alguien, como poco, peculiar:
-El desenlace del cumpleaños de la hermana de Egan.
-La primera cita entre ambos amantes, la escena del baño...
-Y sobre todo, un diálogo entre ambos:
Mira, mira:
Barry Egan: Perdona, me he olvidado de afeitarme.
Lena Leonard: Tienes unas mejillas adorables. Y tu piel... quiero morderla. Quiero morderte la mejilla y masticarla. Qué mona es, joder.
BE: Miro tu cara y me entran unas ganas enormes de aplastártela. Me entran ganas de destrozarte la cara con un mazo y de aplastártela. Eres preciosa.
LL: Quiero masticarte la cara y sacarte los ojos y comérmelos. Quiero masticarlos y chuparlos.
BE: De acuerdo... ésto tiene gracia.
LL: Sí.
Bravo.
Banda sonora.
Estupenda, como siempre en el cine de éste caballerete. Es de los pocos directores que le dan una importancia vital a éste aspecto de la cinta (cosa que yo personalmente agradezco muchísimo), y es conocida su costumbre de realizar un esbozo de la banda sonora para ponerla en el plató mientras rueda la escena, y así hacer que los actores se metan mejor en la situación, y sepan moverse y actuar conforme la banda sonora, como si de un musical se tratase.
Y éso se nota en todas y cada una de las escenas.
Así que ya sabéis, coleguis.
Si queréis bajaros algo, y no tenéis seguro el qué, podéis probar con ésta joya, que es sin duda original como pocas he visto.
Una historia de amor sencilla pero tremendamente universal. Conmovedora, agradable de ver, sin ñoñerías de ningún tipo, ni concesiones a estupideces gratuitas, romántica, y porqué no decirlo; bonita de cojones.
Porque estar enamorado es posiblemente lo más grande que puede pasarnos.
Y ésta es una oda a ésos momentos de gloria que algunos hemos tenido la suerte de haber vivido, al menos, una vez.
Una última frase (la cual, por cierto, tiene más gracia vista en su escena y con su trasfondo) antes de enviar ésto, pronunciada, cómo no, por un apasionado Egan-Sandler:
-No sabes la fuerza que tengo en éste momento. Tengo un amor en mi vida, y me hace mucho más fuerte de lo que puedes imaginarte.
Un 9.
A disfrutarla.