“Stalker”De Andrei Tarkovsky, director de “Solaris”. Es decir: cine experimental, mortalmente lento, inextricablemente abstracto y que provocará la mayor agonía de su vida a quien espere encontrarse con algo remotamente parecido a una película convencional y llevadera.
El argumento (basado como “Solaris” en un relato de ciencia ficción) es simple: una región de Rusia –conocida como “la Zona”- fue arrasada por algo similar a un meteorito del que no queda rastro alguno; la Zona es custodiada por el ejército porque se cree que en ella suceden fenómenos extraños y habitan toda clase de peligros. El protagonista es un “stalker”, alguien que a cambio de dinero conduce a individuos a la Zona buscando un lugar en que, supuestamente, el visitante puede cumplir sus mayores deseos. El “stalker” conduce a un científico y un escritor a la Zona, en un extraño viaje en que nunca queda claro si en la Zona ocurre algo paranormal o si es todo una leyenda.
Pero la historia es una mera excusa para que Tarkovsky se deje llevar por sus derroteros habituales: experimentos visuales sin ambición alguna de entretener al espectador, volátiles desvaríos filosóficos entremezclados con azarosas lecturas literarias (todo lo cual, ya denso de por sí, se torna todavía más abstruso gracias a los subtítulos), y una omnipresente ìnfluencia de Ingmar Bergman, aunque menos omnipresente aquí que en películas como “El espejo”.
Eso sí, estéticamente Tarkovsky es un genio a la altura de cualquiera (Kubrick, Ford, Kurosawa, Lean, ¡cualquiera!). Las partes en blanco y negro están filmadas con perspectiva plana basada en el claroscuro –como de exposición de fotografías- y son un puñetero alarde de virtuosismo estético: composiciones asimétricas, entornos industriales decadentes y un feísmo expresionista que haría las delicias de los pintores futuristas italianos. Las partes en color se parecen mucho a las de otras películas suyas, mostrando su habilidad para fotografiar la naturaleza como algo enigmático y misterioso. Elementos tan inocentes como arboledas, prados verdes o corrientes de agua se transforman en algo casi amenazante (ya hubiese querido Shyamalan en “The Happening”).
Las localizaciones exteriores son una delicia; Tarkovsky rodó todo el film en instalaciones industriales abandonadas que son de lo más extraño y sorprendente que pueda verse en una película. Lo malo es que tanto él como personas del equipo terminaron muriendo tiempo después a causa de lo contaminados que estaban esos por otra parte bizarramente bellos lugares.
Lo dicho, quien no sepa aún quién es Tarkovsky, mejor siga alejado de él para los resto. Quien haya conseguido disfrutar con los hallazgos visuales “Solaris”, encontrará todo un festín artístico en “Stalker”. Yo soy del segundo grupo, pero jamás se me ocurriría recomendar alegremente una película tan difícil y objetivamente aburrida.
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Una de las secuencias más fascinantes del film, en la que el protagonista se duerme y vemos varios objetos sumergidos en el agua (a nadie le queda tan bien filmar la mugre como a este tío):
[youtube]-CA0RfdeM8A[/youtube]
La secuencia de la entrada en “la Zona”, en la que el trac-trac del ferrocarril se va transformando en una extraña música (uno de los muchos ejemplos de la influencia de Tarkovsky en el cine experimental de los 80 y los 90):
[youtube]Rk1PxpZ-hfE[/youtube]
Y la acojonante secuencia final… la pongo en Spoiler aunque supongo que el 99% de los presentes no aguantaría el film hasta llegar a ese instante y en realidad daria igual que la vean sin haber visto la peli:
…en la que tras darle vueltas todo el film a si los fenómenos paranormales son reales o no, vemos a la hija del protagonista mirando unos vasos que se mueven, y Tarkovsky nos deja con la duda de si es telequinesia producto de un deseo de su padre en la Zona, o si son las vibraciones de un tren las que causan el efecto:
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