Los directores del piedro.
Efectivamente, no parecen subnormales.

Hubo un tiempo en que Metallica era El Grupo por excelencia. Surgieron del más recóndito underground, en una época en que su estilo de música era considerado poco menos que basura infecta para adolescentes descerebrados. Eran prácticamente el único grupo que, sin apoyo alguno de grandes discográficas ni campañas publicitarias (no sonaban en las grandes radios, ni eran citados en prensa musical –salvo revistillas heavies- y desde luego no salían en TV) se dio a conocer en prácticamente todo el planeta. Durante años no hicieron un solo video-clip, ni se escuchaban sus discos en otro lugar que no fuesen garitos metaleros. Para cuando se convirtieron en un grupo de verdadero éxito, ya hacía años que eran dioses en el mundillo metálico, pero el “Black Album” les convirtió en Lo Más Grande. Fueron nº1 en medio mundo, sobrepasaron a Michael Jackson, U2 y cualquiera de los habituales top-ten de las ventas de discos. Y lo hicieron con un disco soberbio, que mostraba a unos nuevos Metallica que no decepcionaban a los viejos seguidores, y que se ganaron millones de nuevos fans. Sin dar un mal paso, sin poner el culo y sin hacer el ridículo ni una sola vez, llegaron a la cumbre de la industria musical. Lo tenían todo: éxito, prestigio, y respeto. Metallica parecía algo demasiado grande y perfecto como para ser real en un mundo repleto de comercialidad gilipollesca y poses baratas.
Y, efectivamente, era demasiado perfecto...
Mongotallica

“Some kind of monster” puede ser comentado desde dos perspectivas diferentes: una, como película en sí. Y otra, como análisis del estado actual de Metallica. Obviamente me voy a centrar en la segunda que es la más jugosa, pero empecemos por la película.
Como película: al terminar de verla, fui por curiosidad a Rottentomatoes.com, y descubrí con asombro que las críticas eran unánimemente positivas (excepto algunas como aquella en que se sugiere el genial título de “Some kind of joke”). Yo, la verdad, he encontrado el documental plano, lento y superficial. Da la impresión de ser un encargo hecho con pocas ganas: está más cerca de los resúmenes de “Gran Hermano” que de el mega-documental rockero que debiera haber sido. Apenas da información que no conociese ya cualquier persona que haya seguido un mínimo a Metallica, y tal vez el único momento con verdadero interés documental –pese a lo estrambótico- es la extraña aparición de Dave Mustaine y sus chocantes confesiones. Por lo demás, es un documental cuya calidad es francamente inferior incluso a los típicos programas del canal VH1. La verdad, no puedo entender las críticas positivas. He visto un número ingente de documentales rockeros (incluso algunos sobre grupos que no me gustan, pero que como documentales en sí me han parecido buenos) y he de decir que “Some kind of monster” está en la parte baja de la lista en cuanto a calidad cinematográfica. Tal vez a alguien que no haya visto muchas películas de este tipo le parezca que hay algo original o interesante en SKOM, pero, la verdad, no lo hay. Es un documental que no aporta nada. Tampoco resulta especialmente entretenido, la verdad. Es plano, monótono... cualquiera que haya visto algo como “The kids are alright” (eso SÍ es un documental rockero y eso SÍ era un grupo del que ser un orgulloso fan) sabrá que Metallica no va a pasar a la historia precisamente por este documental.
Tampoco entiendo algunas críticas que la tildan de “atrevida” u “original”. Para empezar, una película sobre las tensiones internas de un grupo durante la grabación de un disco es algo tan nuevo como “Let it be” de los Beatles. Y lo de “atrevido”... bueno, es verdad que hay que ser muy atrevido (o muy subnormal) para dejar que se estrene una película que te presenta como un oligofrénico profundo, amariconado, consentido e infinitamente, insondablemente, inconmensurablemente cretino (¿eh, Lars?).
Pero bueno, si como película en sí me ha parecido mediocre, aún queda lo mejor de todo: los propios Mongotallica. Dejemos a un lado la película en sí, ¡y hablemos de lo que hay dentro!
Sí, amigos. El usualmente ultra-borde Dave Mustaine tiene también su corazoncito.

Para quien no la haya visto, “Some Kind Of Monster” se centra en un largo periodo de tiempo, desde el abandono de Jason Newsted del grupo, hasta la gestación del disco “St. Anger”. Muestra, por un lado, algunos ensayos del grupo y por otro escenas de la relación entre sus miembros... pero la ocurrencia más delirante es la de filmar las sesiones de psicoterapia grupal, en la que han contratado a un psicólogo para que les ayude a llevarse mejor y superar las tensiones internas entre los tres integrantes de Cretinallica. Efectivamente... la idea no suena nada bien.
Evidentemente, el protagonista absoluto de la cinta es el inefable Lars Ulrich. El batería danés se comporta en todo momento como si estuviese en la casa de “Gran Hermano” con Jorge Berrocal el “de la pierna encima”. Supongo que debe creer que con su actitud de crear tensiones constantes a raíz de la más mínima tontería aparece como un personaje complejo, conflictivo e interesante; y que está creando el “Let it be” del siglo XXI. Pero lo cierto es que lo único que consigue es quedar como un total y absoluto gilipollas: un millonario tiquismiquis, consentido, subnormal, hortera y carente del más mínimo asomo de sentido común. De hecho, Lars Ulrich es El Gilipollas, con mayúsculas. La cantidad de escenas ridículas que protagoniza es tan enorme, que jamás (y repito: jamás) podrá su prestigio recuperarse de esto ante cualquiera que tenga dos dedos de frente. No entiendo cómo Ulrich ha dejado que se estrene este documental: supongo que su criterio y su perspectiva están absolutamente fuera de la realidad, y que no llega a comprender lo patético de la imagen que proyecta de sí mismo. Ya todo el mundo odiaba a Ulrich por su pleito contra Napster: yo he de decir que creo que Ulrich tenía –y tiene- razón en lo de Napster, por más que se le fuese la mano con alguna de sus medidas. Pero ahora, con SKOM, es él mismo quien se ha empeñado en demostrar que está más allá de la cretinez, en un universo paralelo donde se desconoce el significado de la palabra “embarazoso”, en una dimensión desconocida donde eres el más “cool” cuanto más pueril, posturitas y tocapelotas eres, en un cosmos abstracto en el que Lars Ulrich es Dios y las galaxias mientras giran le dicen continuamente “eres el más guaaay, eres el más guaaay”.
¿Momentos Ulrich a destacar? Bueno... desgraciadamente, nuestro amigo Lars logra lo que parecía casi imposible: parecer infinitamente ridículo, y, sin embargo, aburrido. SKOM apenas sirve ni para reírse de él. Yo estaba dispuesto a partirme los cuajos riendo, pero es alucinante cómo se puede ser así de patético y sin embargo no provocar ni siquiera gracia. Pero en fin, vamos allá con los pequeños shows del enano cabezón danés. En primer lugar están sus siempre impertinentes comentarios en mitad de cualquier conversación, destinados (en su cabeza) a crear un “interesante” ambiente de tensión. Y, efectivamente, ese tipo es capaz de sacar de quicio a cualquiera. Son impagables las numerosas veces en que quienes le rodean ponen cara de alucine total ante sus constantes y pueriles protestas y ocurrencias. Se queja por todo, y en el momento más absurdo e inoportuno. Por ejemplo, cuando todos (grupo, mánagers, productor, etc.. o sea TODOS) están de acuerdo en llamar al disco “St. Anger”, el simpático Ulrich se empeña en llevar la contraria sólo por joder (es que se le nota un montón que lo hace para la cámara, pero joder... ¡es que este tipo es muy ridículo!) y contraataca con sus mongólicos “argumentos” y sus típicos discursitos amanerados.
También es bastante alucinógeno el momento en que se oye tocar a sí mismo y le dice a Bob Rock “escucha, escucha”, arrebatado por el éxtasis religioso de asistir a su propia genialidad... en un fragmento musical que tiene tanto de especial como la sintonía de “Aquí no hay quien viva”. (Nada nuevo: el ingeniero de sonido del disco “...and justice for all” siempre acusó a Ulrich de ser un gilipollas narcisista y megalómano. Según el ingeniero, las mezclas originales del disco eran demoledoras, pero Ulrich, como ha hecho en “St. Anger”, se empeñó en que su batería se escuchase siempre en primer plano, con lo que se cargó el sonido del disco).
Aunque quizá el momento estrella del Lars Ulrich Comedy Show, el “highlight” a recordar, de todos los mongólicos numeritos protagonizados por el irritante danés, es el momento en que subasta su colección de cuadros. Realmente surrealista. El tontísimo batería, que no por nada viene del país de “la sirenita” (aunque por el tamaño de su cabeza parece más un calamar), decide de repente que, para empezar una nueva etapa en su vida –atención- ha de desprenderse de su colección de valiosas pinturas. Pinturas carísimas (y, todo hay que decirlo, horribles: al principio creí que eran obra del propio Ulrich... pero no, cada una vale como cien veces mi casa). Las expone en una galería antes de la subasta, y allí intenta combinar su ridiculísima actitud snob con poses rockeras. Primero se pasea ante los cuadros fingiendo sentir una extática melancolía repleta de sensibilidad pictórica... y después se despide de ellos, ¡¡haciéndoles cuernos!! (¿¿??) con lo que, finalmente, logra combinar un espíritu artístico con el heavy metal. Ruborizante hasta la agonía.
Pero es que después, durante la subasta de los cuadros, adopta la pose de sufrido padre que vende a sus hijos, y se emborracha para, según él, superar el dolor de desprenderse de sus queridos cuadros... por cada uno de los cuales recibe entre 500.000 y 800.000 dólares de media. Oh, sí, ¡¡qué dolor!! Pobre Ulrich... qué gran sacrificio iniciar una nueva etapa vendiendo cuadros por 80 millones de pelas la unidad. ¿No le compadecéis? ¡Oh, Dios! ¡Qué duro es ser millonario!
Yo no tengo nada en contra de los millonarios, y menos si son miembros de Metallica... (o antes de ver esta película, mejor dicho) y ya sé que para Ulrich 800 millones de pelas (o más, ¿cuánto debió llevarse por todos los cuadros en total?) es sólo una pequeña parte de su fortuna. Pero sus fingidas comedietas llegan a ser, como en este caso, realmente obscenas. Una cosa es invertir tu dinero en cuadros, y otra distinta ser un niñato rico empeñado en tocarle las pelotas a todo su público, fingiendo sentirse dolido mientras gana por un puto cuadro más dinero de lo que el 99% de sus fans ganarán en toda su vida. La verdad, es triste ver a alguien que llega a valorar tan poco el dinero.. de tanto jodido dinero que tiene.
En fin, es difícil describir con palabras lo absolutamente repelente y ridículo (¿cuántas veces he empleado ya la palabra “ridículo”?) que aparece Lars Ulrich en “Some Kind of Monster”. Quería captar al atención a toda costa, y lo ha conseguido. Ya todos sabíamos que es gilipollas, pero en SKOM supera incluso las más pesimistas expectativas.
La hiperbólica cabeza de Lars Ulrich...
que, pese a su tamaño, sorprendentemente no encierra un cerebro.

En cuanto a los demás miembros de Metallica, también se confirma lo que todo el mundo sabía. James Hetfield es un alcohólico que bastante tiene con intentar no recaer (lo cual es difícil con Lars Ulrich cerca tocándote los huevos a todas horas: yo me bebería diez litros de vodka diarios si tuviese que tocar en un grupo con el puto Ulrich), y le vemos intentando parecer un poeta, preocupadísimo por la profundidad (jajaja) de sus letras...y por rimar “head” con “thread” por millonésima vez. Pobre Hetfield: es evidente que el tipo es un jodido infeliz. Durante años tuvo una imagen de vikingo invulnerable.. pero está claro que el alcohol, la fama y el dinero han acabado con él. Ahora intenta a duras penas no sentirse deprimido durante un par de minutos al día. Lo cual, como ya he dicho, es difícil teniendo a (redobles) El Gilipollas cerca.
Y Kirk Hammett –como también ya sabíamos- es un subnormal que no siente ni padece, algo así como un geranio que toca la guitarra (he de decir que siempre he aborrecido su estilo), sin opinión, sin sangre en las venas, y que en todas las discusiones desempeña el papel de pared. Hammett llega a parecer oligofrénico en muchos momentos, y en otros directamente un monje budista en coma. El único instante en que reacciona y emerge de su apollardamiento crónico es cuando Lars suelta su enésima genialidad irritante y le dice que “los solos de guitarra están pasados de moda”, ante lo cual, el normalmente inerte Hammett despierta de su mejillónico letargo y se cabrea, intentando –infructuosamente- defender de manera coherente la necesidad de solos de guitarra en la música de Metallica. Hilarante.
Kirk Hammett: El Geranio Humano.

Por su parte, Jason Newsted sólo aparece brevemente, y nunca junto a sus ex-compañeros. Tampoco es Einstein, pero su actitud es más humana que la de los otros tres, parece tener los pies más sobre la tierra (lo cual no es muy difícil, por cierto). Se dio cuenta de que Metallica estaban (humana y musicalmente, que no comercialmente) acabados, y formó un grupo con dos chicos jóvenes, por el sencillo placer de hacer música. Total, Newsted tiene dinero más que suficiente (y seguirá ganándolo por royalties) como para no tener que comer más mierda en toda su vida... algo de lo que desgraciadamente sus ex-compañeros no parecen haberse dado cuenta.
Por otro lado está el productor Bob Rock. El tipo es un gran productor, no lo niego. El trabajo que hizo en el “Black Album” es descomunal: ahí está y cualquiera puede comprobarlo. Ahora, sin embargo, es incapaz de no hacerles la pelota a Metallica. Seamos sinceros: las imágenes de Metallica ensayando las canciones de lo que sería “St. Anger” producen cualquier cosa menos entusiasmo. La música de Metallica ya no tiene química. “St. Anger” no es una absoluta mierda, pero es un disco del montón y no es NADA cuando lo comparamos con los viejos discos de Metallica. Antes, sus canciones tenían magia. Incluso en un disco como como “Kill’em all”, que no suena bien, y en donde el grupo aún está por evolucionar, las canciones eran fantásticas, especiales, tenían algo diferente a todo el mundo. Pero en SKOM vemos al que fue mejor grupo de heavy metal ensayando riffs del montón, grabando canciones del montón. Obviamente, alguien como Bob Rock, no les va a abrir los ojos, mientras pueda seguir chupando del multimillonario bote. Metallica son una máquina de hacer dinero, pero su actual situación es decepcionante. Para mucha gente que les descubrió con el álbum negro o con “Load” y posteriores, será difícil verlo con la misma perspectiva de quienes escucharon “Hit the lights” y pensaron “joder! ¿¿qué es eso??”.
Metallica ya no necesitan más dinero. Ya no disfrutan estando juntos. Ya no hacen música destacable. Ya no tienen nada que aportar. Creo sinceramente que este grupo debería separarse.
A no ser, claro, que sigan estrenando entregas de su big “Big Brothel” particular (no, lo de la “l” no es un error de tecleo).
Este hombre sufre por dentro.

Además, sus miembros necesitan urgentemente poner los pies sobre la tierra. Están fuera de sí, totalmente idos, con el cerebro carcomido por el éxito. Para mí, la escena más penosa y que mejor describe la degeneración del grupo es cuando filman las audiciones para nuevo bajista. Es penoso: convierten algo que debería ser serio en una especie de “Operación triunfo: conviértete en el nuevo chupi-bajista de Metallica”. Y lo que es peor, no respetan a nadie. Cuando van a hacerle la audición a Robert Trujillo, tienen al tipo esperando en el local de ensayo, mientras ellos tres discuten por enésima vez por la enésima minucia estúpida en la pecera del estudio. Incluso Bob Rock tiene que pararles los pies y decirles: “deberíais mostrar algo de respeto y salir ahí fuera”... porque tienen los santos cojones de hacer esperar a Trujillo como si fuese un puto mayordomo. Y Trujillo merece un respeto: lleva un montón de años tocando, con grupos legendarios del underground metálico como Suicidal Tendencies o Infectious Grooves. Ha sido bajista de Ozzy. Es un bajista excelente, es más: es mejor músico que los otros tres miembros de Tontallica. Penoso. Pero es más: aunque Trujillo –pese a su humildad- no fuese un “histórico” del heavy metal, aunque fuese un repartidor de pizzas, los tipos le deberían un respeto y no hacerle esperar por tonterías. Sencillamente, los Metallica ya no saben comportarse con un mínimo de normalidad y humildad...y eso que ahora van presumiendo de sensibles.
En SKOM aparecen otros personajes no menos esperpénticos. Uno de ellos es el psicólogo que les hace terapia de grupo: un charlatán a quien la cara de binguero se le ve a kilómetros, y que poco a poco empieza a creerse que está dentro de Metallica (hasta ellos mismos lo dicen: “este tio se cree que está en el grupo”). Yo estoy convencido de que intenta a toda costa alargar la terapia para acompañarles durante la gira porque así, aparte de seguir cobrándoles una fortuna por su mierdosísima terapia, tener acceso a las groupies tras los conciertos y poder pegarse unas buenas vacaciones sexuales fuera de su despacho. Es lógico: es lo que han hecho siempre los empleados que rodean a los mega-grupos de rock, quedarse con las groupies de sobra. Pero bueno, el susodicho (ejem) “terapeuta” es digno de una película de los hermanos Coen: expresión de póker constante, un sospechoso aura de cuentista y mucha, mucha jeta.
Otro tipo peculiar es el padre de Lars Ulrich (quien, por cierto, vive en España). Viéndole, no es difícil adivinar de dónde le viene a Lars la afición por dar la nota constantemente. De hecho, el padre de Ulrich es el sujeto más bizarro que aparece en todo el documental. Eso sí, es el único que en un momento dado es capaz de decirle a los Metallica que algo de lo que han grabado es una mierda (es absolutamente impagable la cara de Lars Ulrich cuando le muestra orgulloso una cochambrosa canción a su padre y este le dice “¿quieres un consejo? tira eso a la basura”).
Y quizá la aparición que ha dado más que hablar, y que más ha sorprendido a quienes han visto la película, es la de Dave Mustaine. Para quien no lo sepa, Mustaine fue uno de los miembros fundadores de Metallica cuando eran prácticamente adolescentes, pero fue expulsado antes de que grabasen su primer disco, del que escribió varias canciones. Tras eso, fundó su propio grupo, Megadeth, con el que ha tenido cierto éxito, pero no tanto como sus compañeros de Metallica. Mustaine siempre ha tenido fama de antipático, borde, insensible y neurótico, aparte de por su dominio dictatorial en Megadeth; y además por sus tendencias izquierdistas y su obsesión con la ecología y el pacifismo.
Por todo ello, creo que nadie (yo desde luego no) se esperaba la escenita de Mustaine, digna de todo un “Diario de Patricia”. Yo vi esa escena con un sentimiento de total estupor. Dave Mustaine acude a una de las mongo-sesiones de la terapia grupal de Chorratallica, y, después de más de 20 años, se suelta con un deprimente y amargo monólogo en el que, con ojos llorosos, se sincera sobre lo mucho que le dolió que le expulsaran de Metallica, que no le ayudasen con su alcoholismo, que muchos fans de Metallica le odiasen y se burlasen de él, de que su amigo Ulrich le hubiese ignorado todo ese tiempo, y de lo mal que ha llevado el asunto todos esos años.
Yo, la verdad, puedo llegar a entender (más o menos) los motivos de Mustaine... pero creo que no ha elegido ni el momento, ni el lugar, ni la manera. Por no hablar de que su reacción me parece exagerada, pero bueno, tampoco está en sus cabales, es evidente. La gente se ha cebado con él por esta aparición, aunque de modo un tanto injusto, ya que también Hetfield aparece llorando y nadie le ha dicho nada (además a moco tendido, y por un motivo más estúpido como lo es despedir al caradura del psicólogo). También es cierto que si bien entiendo los motivos del lloric... de Mustaine (hasta el insoportable Ulrich parece afectado por lo que Mustaine dice) también creo que es muy triste que alguien como él no haya sido capaz de vivir más alegremente olvidándose de todo el asunto. Sí, debe ser jodido que te echen de un grupo que tú fundaste y que después se convierte en una máquina de hacer dinero, pero bueno, ya han pasado dos décadas. Hay que estar muy jodido para llevar esa amargura dentro todo ese tiempo, definitivamente no es normal, ese pobre tipo es otro infeliz. Y no le va a ayudar demasiado esta escenita: si dice que antes se burlaban de él... bueno... lo que va a tener que aguantar a partir de ahora. Es que casi lo estoy viendo: un concierto de Megadeth, y los típicos garrulos que hay en todo concierto gritándole “¡llorón! ¡maricona!”. Menudo trago.
Metallica en sus inicios:
El GRAN Cliff Burton, Lars Ulrich, James Hetfield, Dave Mustaine

En fin. “Some kind of monster” parece haber encantado a todos los críticos, pero a mí me ha parecido que tiene poca sustancia. Comparado con otras películas clásicas sobre rock, este documental es una basura.
Y sobre el grupo... bueno, cada cual pensará a su manera. Pero yo pienso que cualquiera con dos dedos de frente y algo de sentido común no puede por menos que sentirse incómodo viendo en lo que se han convertido. Sobre todo para los fans más antiguos... de esos no sé de ninguno que haya podido digerir la película. Los miembros de Metallica aparecen como personajes de vodevil, estúpidos, ridículos, son de auténtica vergüenza ajena. Intentan hacerse los filósofos y quedan como retrasados mentales. Intentan parecer interesantes y terminan dando una impresión pésima.
A mí personalmente no me molesta que el ex-vikingo Hetfield llore, ni que Hammett se haya quedado tarado (si es que alguna vez no estuvo tarado), ni que Ulrich sea tan repelente e insoportable. Aunque Ulrich crea que Metallica son el centro del Universo, podré seguir viviendo sabiendo que son unos mongólicos del quince. Pero no sé, me parece triste lo que he visto. Quizá ahora la crítica, sus nuevos seguidores, y hasta ellos mismos, hayan visto la película como algo positivo. Pero, y de esto estoy seguro, dentro de 20 años a todo el mundo le va a parecer lo que es: una ridiculez. No sé por qué alguien tendría que ponerse en evidencia de esa manera. Allá ellos, pero por mi parte creo que hubiese sido mejor que se hubiesen ahorrado esta película. No va a hacerle ningún bien a su imagen... y cuando eres alguien tan famoso, debe ser muy jodido vivir con una mala imagen.
Podría resumir lo que he visto con una frase: podrán ser Metallica, tener todo el dinero del mundo... pero yo no me cambiaría por ninguno de ellos ni loco.
Si alguien quiere ver cuál es la verdadera esencia de “Some kind of monster”, le propongo un experimento. Que se busque una tarde libre. Primero que vea esta película de Metallica. Y, justo al terminar de verla, que vea “This is Spinal Tap”.
Garantizo que ese experimento tendrá un resultado demoledor.
Desgraciadamente, todos los males de Metallica parecen provenir de Dinamarca: el accidente que mató al gran Cliff Burton... y Lars Ulrich.
Cliff Burton... la muerte más innecesaria de los años 80.


Pero por Dios, qué cretinos son. Pero qué cretinos. Es que es increíble.
Cliff, por favor, resucita... y mátalos a todos.
CLIFF 'EM ALL!!