Ley-engendro contra la violencia doméstica
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- moromielda
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El hecho de que las noticias de sucesos produzcan el rechazo de la mayoría de los oyentes, pero disparen el afán de imitación de unos pocos entre ellos, es conocido. Yo lo he oído llamar ley de la resonancia o teoría de los diapasones, y recuerdo que el primero que me habló de ella la ilustró con la imagen de los diapasones de un experimento de física (que, según algunos, es habitual en los colegios, pero yo nunca lo he visto hacer) en el que se golpea un diapasón entre otros varios y sólo uno resuena a su vez: el que está en la misma frecuencia. Una imagen muy romántica, en realidad.
Ahora bien, difícilmente se puede esgrimir tal argumento para evitar la difusión de una noticia. Habría que evitar todas, salvo las buenas, quizás. O tampoco, porque hay que tener en cuenta que, al igual que las noticias sobre actos condenables hacen a la mayoría reaccionar desaprobando y a unos pocos imitando, las noticias sobre actos encomiables podrían llevar a la mayoría a reaccionar imitando y a unos pocos desaprobando. Y entonces irían los rebeldillos esos y, para destacar, harían lo contrario de eso que todo el mundo elogia.
En el caso concreto de las agresiones a las personas de la familia, hay que tener en cuenta además que son actos en los que concurre la peculiaridad de que hasta hace unos años mucha gente podía pensar que eran cosas normales. Es decir, para muchos agresores su conducta podía parecer algo totalmente habitual, algo un tanto desagradable de lo que no se habla pero que todo el mundo hace. Vaya, que de hecho el no mencionarlo podía ser una simple consecuencia de lo normalísimo que era (al fin y al cabo, todos nos hurgamos la nariz o ventoseamos y no andamos comentándolo con los conocidos). Y las noticias reiteradas al menos han puesto de manifiesto que la mayoría de la gente dice no hacerlo y dice rechazarlo, que existe la posibilidad de denunciarlo y que es un delito (o una falta). Ya no nos acordamos, o no lo sabemos, pero hace treinta años nadie denunciaba porque la policía no intervenía —e incluso preguntaba en ocasiones a la víctima qué había hecho para dar lugar a aquello.
Y sí que hay un tipo de mujer que busca un tipo de hombre que es un posible maltratador. Pero esto es como todo: a cada uno nos atrae lo que nos atrae, y es difícil o incluso imposible evitarlo. ¿No decía la finada Marilyn que los hombres siempre se enamoraban de ella por ser como era y de inmediato querían cambiarla? ¿Y el fantasmilla de Pavese, que escribió: «Las únicas mujeres con las que vale la pena casarse son aquéllas en las que uno no puede confiar» —así le fueron las cosas al gachó? Algo de esto ocurre con esas mujeres que se enamoran de hombres pendencieros, desleales, fanfarrones, dominantes, y piensan que ellas les harán cambiar. No sólo no lo consiguen, sino que estoy segura de que si en algún caso lo lograran, dejarían de gustarles de inmediato. Es fácil decirles que no deben actuar así, pero no creo que eso se elija. Yo también tengo mis manías en la materia y no soy capaz de hacer que me guste un individuo sólo porque me parece que es el más conveniente para mí.
Ahora bien, difícilmente se puede esgrimir tal argumento para evitar la difusión de una noticia. Habría que evitar todas, salvo las buenas, quizás. O tampoco, porque hay que tener en cuenta que, al igual que las noticias sobre actos condenables hacen a la mayoría reaccionar desaprobando y a unos pocos imitando, las noticias sobre actos encomiables podrían llevar a la mayoría a reaccionar imitando y a unos pocos desaprobando. Y entonces irían los rebeldillos esos y, para destacar, harían lo contrario de eso que todo el mundo elogia.
En el caso concreto de las agresiones a las personas de la familia, hay que tener en cuenta además que son actos en los que concurre la peculiaridad de que hasta hace unos años mucha gente podía pensar que eran cosas normales. Es decir, para muchos agresores su conducta podía parecer algo totalmente habitual, algo un tanto desagradable de lo que no se habla pero que todo el mundo hace. Vaya, que de hecho el no mencionarlo podía ser una simple consecuencia de lo normalísimo que era (al fin y al cabo, todos nos hurgamos la nariz o ventoseamos y no andamos comentándolo con los conocidos). Y las noticias reiteradas al menos han puesto de manifiesto que la mayoría de la gente dice no hacerlo y dice rechazarlo, que existe la posibilidad de denunciarlo y que es un delito (o una falta). Ya no nos acordamos, o no lo sabemos, pero hace treinta años nadie denunciaba porque la policía no intervenía —e incluso preguntaba en ocasiones a la víctima qué había hecho para dar lugar a aquello.
Y sí que hay un tipo de mujer que busca un tipo de hombre que es un posible maltratador. Pero esto es como todo: a cada uno nos atrae lo que nos atrae, y es difícil o incluso imposible evitarlo. ¿No decía la finada Marilyn que los hombres siempre se enamoraban de ella por ser como era y de inmediato querían cambiarla? ¿Y el fantasmilla de Pavese, que escribió: «Las únicas mujeres con las que vale la pena casarse son aquéllas en las que uno no puede confiar» —así le fueron las cosas al gachó? Algo de esto ocurre con esas mujeres que se enamoran de hombres pendencieros, desleales, fanfarrones, dominantes, y piensan que ellas les harán cambiar. No sólo no lo consiguen, sino que estoy segura de que si en algún caso lo lograran, dejarían de gustarles de inmediato. Es fácil decirles que no deben actuar así, pero no creo que eso se elija. Yo también tengo mis manías en la materia y no soy capaz de hacer que me guste un individuo sólo porque me parece que es el más conveniente para mí.
- Nicotin
- Manuel Fraga Iribarne
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Norna escribió:La imitación lamentablemente sucede sin embargo no precipita a nada que no esté ya rondando por la cabeza de la persona y que posiblemente pondrá en marcha un día u otro, bien por la noticia de la TV, bien porque ese día tiene ganas, bien porque ha salido el sol.
Evidentemente. Pero, aunque te parezca mentira, no siempre lo que ronda por la cabeza se lleva a cabo sin un buen estímulo. Los maltratadores/asesinos son esencialmente gente puerilmente egoísta, pero yo creo que no actúan tan a lo loco, no son adictos a la violencia, podrían cambiar su conducta si quisieran... pero no quieren.
Norna escribió:Conozco personas que si han tenido tres parejas, las tres han sido maltratadoras, lo importante es explicarse cómo es posible que siempre elijan como pareja a una persona con unas características determinadas y que en definitiva se llegue siempre al mismo punto. Qué encuentra esa persona en esa otra y ni por asomo sugiero que esté buscando el maltrato sino más bien a vacíos o carencias que llena. En mi opinión, conociendo lo anterior se puede modificar ese perfil de la maltratada al que aludes.
No conozco de primera mano el tema de los maltratos, pero sí otras formas de comportamiento disfuncional. Algo que aprendí es que, cuando uno deja a un lado todo lo que creía saber sobre el individuo, la familia, las relaciones, etc.. se encuentra con que las motivaciones humanas son en algunos casos mucho más extrañas, retorcidas y perversas de lo que podía haber llegado jamás a imaginar.
Por ejemplo, y hablando sólo de lo que sé por haberlo visto diariamente (y asumiendo la existencia de todas las excepciones que se quiera): todos recordamos la típica figura de la abnegada madre de heroinómano, que habla en TV, funda asociaciones y se sacrifica por acompañar la infortunada existencia de su retoño, ya que no puede hacerle dejar la droga.
Bueno, cómo decirlo sin que suene mal... esa imagen es falsa. No podría ni contar los casos en que el consumo de heroína ha sido (muy indirectamente, pero muy eficazmente) tolerado y, en algunos casos, incluso fomentado por las madres hasta un punto de no retorno y de adicción irreversible (punto al que se llega después de años, no de semanas y ni siquiera de meses).
No tiene sentido, ¿verdad? Es tan inverosímil que incluso gente que trabaja con drogadictos se niega a admitir esa posibilidad, porque, sencillamente, no pueden concebirlo, no entra en su mente, choca demasiado con sus esquemas (que son también mis esquemas, los esquemas de todos).
Para mí, el descubrimiento de múltiples casos de adicción facilitados (si no producidos) por una relación maternofilial insidiosamente perversa hizo que se me cayeran los palos del sombrajo. Pero, cuando uno lo ve día tras día, (y no digo "lo intuye", digo "lo ve": claramente, repetidamente, inconfundiblemente) no tiene al final más huevos que aceptarlo.
Y cuando uno lo piensa más allá de ese desconcierto inicial, empieza a encontrarle sentido: es la máxima expresión de madre castradora... ¿qué hay más castrante, qué mayor obstáculo para la maduración del hijo que la heroína? Obviamente, la madre no introduce al hijo en la heroína, de hecho, al principio se sorprenden y asustan. Pero después "descubren" que la adicción pega al hijo a sus faldas, que le impide crecer, que las hace necesarias a ellas. Y ahí está la diferencia entre sujetos que salen del caballo y otros que no: la existencia de una familia que funcione, que no se acostumbre a convivir con la heroína, que no tolere la heroína, que esté realmente dispuesta a todo para combatir a la heroína.
Y no, no estoy hablando de familias que viven en chabolas. La mayor parte de los heroinómanos provienen de familias normales, con casas normales, vecindarios normales, etc. Y algunas de esas familias no sólo parecen normales, sino que lo son. Otras parecen igual de normales, pero cuando uno las conoce desde dentro, son totalmente disfuncionales.
Digamos que esa forma de ver las cosas la aplico a cualquier comportamiento disfuncional: siempre me pregunto, ¿realmente las cosas son como parecen? ¿realmente lo que yo creo que motiva esta o aquella conducta es lo que realmente la motiva, o más bien hay algo que no alcanzo a atisbar?
Y entonces es cualdo viene Norna y me dice que conoce mujeres que van de hijoputa en hijoputa, de maltratador en maltratador, y es entonces cuando me digo: "no, las cosas no son tan simples como dice ese psicólogo de la tele, o como cuentan los periódicos... hay algo extraño ahí, algo que no conozco, pero que seguramente me dejaría boquiabierto si llegase a saber qué es".
Ahora bien, ¿qué es? No lo sé. No tengo la menos idea.
Sirena Coja escribió:Ahora bien, difícilmente se puede esgrimir tal argumento para evitar la difusión de una noticia.
Bueno, no esgrimo tal argumento. Creo que he dicho que no es razón para dejar de dar ciertas noticias.
Sirena Coja escribió:El hecho de que las noticias de sucesos produzcan el rechazo de la mayoría de los oyentes, pero disparen el afán de imitación de unos pocos entre ellos, es conocido. Yo lo he oído llamar ley de la resonancia o teoría de los diapasones, y recuerdo que el primero que me habló de ella la ilustró con la imagen de los diapasones de un experimento de física (que, según algunos, es habitual en los colegios, pero yo nunca lo he visto hacer) en el que se golpea un diapasón entre otros varios y sólo uno resuena a su vez: el que está en la misma frecuencia. Una imagen muy romántica, en realidad.
Muy romántica. En realidad, el sujeto imita, pero no se limita a imitar porque sí: al justificar él mismo al criminal de la noticia ("entiendo por qué lo ha hecho"), piensa que actuando igual se justifica a sí mismo ("entiendo por qué lo hago y otros entenderán por qué lo hice").
Desde luego es algo mucho más complejo que eso, pero yo creo que el mecanismo básico de la imitación va por ahí: "si ese tipo la mató porque era suya, yo no voy a ser menos", es decir, "ella no va a ser menos mía que lo era la otra del tipo que la mató".
Yo también tengo mis manías en la materia y no soy capaz de hacer que me guste un individuo sólo porque me parece que es el más conveniente para mí.
No es una manía tuya, ¿has visto "El apartamento" de Billy Wilder? Además de una obra maestra absoluta, es una fantástica descripción de eso que dices, como cuando McLaine le dice a Jack Lemmon: "¿por qué no me habré enamorado de alguien como usted?".
The bigger the headache, the bigger the pill. Call me the big pill.
Nicotin escribió:No conozco de primera mano el tema de los maltratos, pero sí otras formas de comportamiento disfuncional.(etc)
Me interesa mucho lo que dices sobre las relaciones entre familias con heroinómanos porque son cosas que tengo pensadas y repensadas sobre los discapacitados psíquicos y los enfermos mentales. El modelo de relación disfuncional se repite casi calcado a lo que tu comentas, exceptuando la problemática añadida de una drogadicción, entre muchísimas familias (no en todas, por supuesto) cuyos hijos presentan este tipo de dificultades.
Se les machaca con que no hay que hacer a nadie más bobo de lo que es, que ellas merecen vivir la vida también, etc... y sí, sí, te dicen que sí pero que es muy difícil, que se pone muy pesado, muy agresivo....excusas. La verdad de esta gente sale en cuanto rascas un poco la superficie, y es que con esa dinámica de relación extraen un beneficio personal completamente egoísta y 100% castrador. Hacen de esa situación “su causa”, olvidan así sus propias carencias porque se vuelcan en algo, obtienen de los demás la compasión -también me he tragado algún programa de madres llorosas pero falsas- y yo qué se lo que extraen de ahí, el caso es que son unas mantenedoras increíbles. Ellas (hablo de familias pero es cierto que la mayoría son mujeres, madres) no quieren que su hijo se espabile y sea autónomo, quieren tenerlo en sus falditas. Y lo peor es que acaban siendo sometidas por un tirano que encima está como una cabra. Pero claro, a ver quien es el guapo que les dice que ese mostruito, al menos en parte, lo han creado ellas ¡si lo han hecho todo por su hijo! Retorciendo lo retorcido, mujeres que habían sido maltratadas por su marido y del que finalmente se han librado ¡son ahora maltratadas por sus hijos!
Es increíble, difícil de comprender y desde luego suscribo completamente este trozo:
no, las cosas no son tan simples como dice ese psicólogo de la tele, o como cuentan los periódicos... hay algo extraño ahí, algo que no conozco, pero que seguramente me dejaría boquiabierto si llegase a saber qué es".
- Nicotin
- Manuel Fraga Iribarne
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Bueno, pues por no romper el tono de complacencia quasi sectaria, a mí, como podrás imaginar, también me interesa mucho lo que dices, porque también refuerza una imagen de determinadas cosas que casi nadie comparte conmigo.
Cuando empecé a ver estas cosas, recordé la teoría sistémica de la familia, a la que nunca le había hecho mucho caso, y que casi ningún académico tiene por bandera. Y de repente me la encontré ahí, en la práctica, funcionando. Vi como en muchísimas familias, había un miembro (normalmente la madre, a menudo con la colaboración de uno de los hijos que sacaba "tajada" de ello) que había manipulado lentamente la familia hasta convertirla en algo que respondiese a sus expectativas y carencias. Así, el sistema familiar funcionaba de modo tal que favorecía la aparición (o que al menos favorecía la evolución) de comportamientos disfuncionales: delincuencia, droga (pese a lo que mucha gente cree, la dreoga -el caballo- suele venir después de la delincuencia en muchos casos, si bien no en todos, porque muchas veces ni siquiera apareja con la delincuencia), y, como veo según dices, también otro tipo de problemas.
Pongamos pues un prototipo real y común... padre, madre y tres hijos, por ejemplo, en el que surge un hecho nuevo que parece trastornar la familia: uno de los hijos -que siempre había sido digamos que rebeldillo- ha sido descubierto consumiendo heroína.
Al principio:
-La madre monta un número, "¡mi hijo! ¡mi hijo!": lloros, tal vez gritos, autocompasión, compasión por el hijo que, casualmente, suele ser el "más bueno, el más débil, el más inocente" en palabras de mami (esta descripción del hijo se da a veces al principio o a veces un poco más adelante, pero raro es que falte.
-El padre se asusta y trata como puede de erigirse en puntal de la familia.
-Los hermanos alucinan si son pequeños, y se ofrecen a colaborar si son algo más mayores.
Seguidamente:
-La madre toma la inciativa en los tratamientos, convirtiéndose en el "puntal" que sostendrá a la familia ante el grave problema surgido.
-El padre se ve relegado en esa función de "médico jefe" por la madre, aunque aún intenta aparentar que él es el cabeza de familia.
-Los hermanos siguen dispuestos a colaborar, aunque no es raro que empiecen a pensar que no pueden hacer nada, porque, o bien mamá lo hace todo, o mamá no permite que nadie más haga nada.
Más adelante:
-La madre ha monopolizado por completo lo referente al cuidado de su hijo junkie, y ese hijo se ha convertido en el centro de su existencia. Poco a poco, va "olvidándose" de su marido y sus otros hijos.
-El padre, ante la pérdida de su influencia sobre el problema y su capacidad para imponer disciplina, al principio se enfada, después se deprime, y después se muestra ausente, y, a menudo, aliviado por no cargar con la responsabilidad del asunto.
-Los hermanos asisten al monopolio familiar que ejerce el problema de la drogacción y a la ausencia paterna. Progresivamente ellos han dejado de pintar nada, nadie les escucha, nadie les atiende, y sólo parece existir un hijo, el junkie.
Y, en esta etapa, cada uno se ha encontrado con su papel (madre: abnegada cuidadora, hijo junkie: pobre enfermo desvalido, padre: mantener una imagen pero a la vez no hacer nada, hermanos: un cero a la izquierda), que a unos les resulta cómodo y a otros no.
Una vez se ha establecido este sistema, las cosas empiezan a enquistarse. Los tratamientos que al principio pudieron tener efecto empiezan a fallar. El tratamiento empieza a topar no sólo con las reticencias comprensibles por parte del heroinómano, sino también con pequeños, pero cada vez más frecuentes obstáculos, que provienen de la madre, y a veces también del padre (en el caso de que éste no haya dejado ya de aparecer por el Centro de tratamiento, lo cual es habitual). Estos obstáculos empiezan a ser justificados -con notable maestría- por la madre, con excusas -y mentiras que no es fácil desenmascarar, pero que huelen de lejos- que cada vez se parecen más a las del hijo.
Una vez establecido, el sistema familiar podría quedar así:
-La madre: establece con el hijo junkie una alianza implícita, en la que ella disculpa los incumplimientos de su hijo, y él se sirve de ella para justificar esos incumplimientos y para seguir teniendo un techo. (Puede llegar a extremos tales que estos: No es raro que el hijo sea llevado a urgencias por sobredosis, y que la madre convenza al hospital para que el parte refleje simplemente una neumonía y no lo que la ha provocado. Uno llega a conocer esas "neumonías" en cuanto las ve entrar por la puerta: "no vinimos durante este tiempo al Centro porque mi hijo ha estado ingresado por neumonía". Y claro, si has visto ya varias neumonías de esas, sabes perfectamente que se están riendo en tu cara y que la madre está tratando de ocultar la sobredosis...aunque parezca increíble, siempre será más fácil sacarle -si es posible- la verdad al hijo que a ella)
-El padre: se le deja de ver el pelo por el Centro, y si acude es de mala gana y tras mucha insistencia o tras alguna emergencia. Su actitud es de no querer saber nada, de tener por imposible a su hijo, y de alejarse de toda responsabilidad ante el problema.
-Los hermanos: por lo general, terminan hasta los cojones. En cuanto tienen edad, se ponen a trabajar lo antes posible para salir de la mierda en que están envueltos, en una familia donde el padre no hace nada, donde la madre protege al junkie, y donde el junkie jode la vida a todo el que puede.
Si llega un punto en que los hermanos se van -ya sea físicamente o simplemente haciendo su propia vida intentando que nadie les joda- y el padre ya está totalmente ausente, se ha establecido un férreo sistema en el que la alianza madre-junkie domina la familia y además dificulta todo tratamiento.
Bueno, esto es un prototipo no universal, pero sí el más frecuente, con mucho. Pero lo más increíble aún está por llegar:
Hay casos en los que el junkie aún joven se cansa de los problemas en que le mete la heroína y, por su propia voluntad, se muestra proclive a reiniciar tratamiento, y normalmente lo cumple bien al principio. Mientras el heroinómano deja de consumir, el enquistado sistema familiar se resquebraja:
-La madre: ya no es imprescindible. El junkie ya no la necesita como paraguas. Es más, el propio junkie puede empezar a reprocharle cosas incluso en público, ante los terapeutas. Efecto paradoja: aunque el hijo no está consumiendo, ella se siente peor que cuando sí lo hacía (aunque siempre, siempre afirmará que prefiere que el hijo no consuma), y empieza a reprocharle a él muchas más cosas que cuando estaba de heroína hasta el cuello e inmerso en el sórdido submundo dse los junkies: "está insoportable", "no me respeta", "no agradece todo lo que hago por él", etc etc. También empieza a bombardear el tratamiento que su propio hijo, por esta vez, está dispuesto a seguir. Y la forma más eficaz de bombardearlo es presionándole, creándole mal ambiente, haciéndole sentir culpable, etc etc. Ella sabe por intuición y experiencia que una situación de alta presión le empujará de nuevo a la droga incluso ahora que él mismo estaba cansado de ella. Y la madre también empieza a incumplir manifiestamente (más que nunca) su parte del tratamiento.
-El padre: el nuevo cambio le trastorna. El hijo -que no consume y por tanto deja de estar anestesiado- también puede exigirle o reprocharle cosas, le culpa del desastre de familia que tienen, etc. La esposa, en su labor de demolición de la abstinencia de su hijo, extiende sus presiones al marido, creando un ambiente de mierda que no favorece precisamente esa abstinencia. El padre se ve otra vez ante el abismo de responsabilidades que ya había dejado atrás, y se muestra molesto y cabreado, dejando de estarlo si el hijo vuelve a consumir y todos le dejan en paz.
-Los hermanos: en este punto, pueden mostrarse colaboradores con el hermano que finalmente tiene voluntad de estar limpio. Pero, como no es raro que las cosas se estropeen, no tardan en comprender que siguen sin pintar nada y que en su familia todo funciona como el culo. Vuelven a alejarse. También puede ocurrir que sencillamente sólo deseen (y su caso es el más comprensible) que les dejen tranquilos, ya que han aprendido que no pueden ni con su hermano ni con sus padres.
Finalmente, por lo general, el tratamiento fracasa. El junkie se cansa de estar mil veces peor (anímicamente, familiarmente) que cuando consumía, la madre boicotea el tratamiento día tras día y toca los huevos a todo el que puede, el padre pone cara de culo hasta que todo termina, los hermanos huyen para que la mierda no salpique sus propias vidas.
..pasan los años, y puede ocurrir una de estas cosas:
-el junkie muere: la muerte no es tan habitual como la gente cree, pero desde luego ocurre, normalmente, como es bien sabido, por sobredosis o SIDA, o por un montón de complicaciones entrecruzadas. La madre, que ha perdido el polo y el sentido de su existencia, se convierte entonces en una mártir. El papel de mártir la autojustifica, le permite autocompadecerse y le da un nuevo sentido a su vida.
-el junkie se hace crónico e irrecuperable: mientras le tenga cerca, todo seguirá igual. Si él se aleja para vivir, por ejemplo, con otra junkie, o lo que sea, ella adoptra también el papel de mártir que perdió a su hijo, no por la muerte, pero sí porque el infierno de la droga le absorbió y se lo arrebató.
-el junkie es de esos que termina por dejar voluntariamente la droga tras 8, 10, 15 años de consumo, hastiado de los miles de problemas que ese submundo le trae: la madre ya no puede ejercer de mártir, y tampoco de paraguas. La relación entre madre e hijo está mortalmente herida. Ambos tienen muchos reproches que hacerse mutuamente. Evidentemente ya nunca tendrán una relación sana, ni siquiera en ausencia de la droga.
........
Aunque, desde luego, hay familias que se apartan de este esquema, la verdad es que es el más habitual, y el que más dificulta (dejando aparte los casos de familia ultra-marginal de barrio de chabolas con junkies que son adictos desde los 14, o incluso antes) la recuperación del heroinómano.
Puede sonar increíble, pero es. Existe.
Quien piense que esto son paranopias mías, que analice el siguiente ejemplo, repetido en la práctica hasta la saciedad.
Existe una sustancia antagonista de los opiáceos llamada naltrexona, bien conocida por todos los heroinómanos (especialmente las marcas más conocidas: Antaxone y Celupan). Tiene dos efectos: si se toma antes de consumir heroína, la droga no tendrá ningún efecto, así que meterse caballo es inútil. Si se toma después de consumir heroína, anula los efectos de la droga y produce un síndrome de abstinencia instantáneo. (por ello, si un junkie dice que no ha consumido y sabemos que está mintiendo, se le dice "tómate esto y esperemos diez minutos a ver qué pasa", y claro, o se va del Centro para no confesar ni tomarse la botellita, o confiesa...o se hace el valiente, se toma la botella y le viene un monazo que se caga, al tiempo que su mentira cae hecha añicos).
Si cada mañana el heroinómano toma esta sustancia, no consumirá heroína. ¿Por qué? Porque ya no le producirá ningún efecto, y es una tontería comprar y consumir heroína para nada (algunos incautos, normalmente los más inexpertos, toman dosis mayores de heroína para contrarrestar la naltrexona y sólo consiguen una sobredosis... aunque los heroinómanos suelen estar bien prevenidos y no suelen hacer semejante tontería)
Así, para unos padres no es tan inalcanzable evitar que el hijo consuma: se les da naltrexona cada mañana (la hay en pastillas y en botellitas bebibles), procuirando, eso sí, que el hijo no haga trampas y evite tomársela o vomite en los momentos siguientes. Lo mejor es mezclársela en un zumo, por ejemplo, hacérselo beber en presencia de uno y esperar un rato para que no lo vomite.
Fácil... ¿no?
...al menos para los heroinómanos más jóvenes y manejables, a quien es más fácil obligar a tomarse la pastillita o la botellita.
Pues no.
Los padres empiezan a "olvidar" darle la botellita, o se la dan y "olvidan" asegurarse de que el hijo no hace trampas, o sencillamente se van (a trabajar... a comprar... a hacer la comida... a visitar a pirulita...) y le dicen al hijo: "No olvides tomarle la botellita". Que es como decirle a un ludópata: "ahí encima te dejo mil euros, no te los juegues" o a un alcohólico "recuerda que no has de beber, bueno, me voy, vengo a la noche...enladespensahayunabotelladewhisky").
Extraño, ¿no? llamativo, ¿verdad?
Y claro, con el tiempo, el junkie deja de ser tan joven y manejable y ya sólo, en sujetos excepcionalmente predispuestos, tomará la naltrexona por voluntad propia (en raros casos...claro, y con voluntad quizá honesta pero quebradiza).
Y ahí hay que pasar a otros tratamientos (metadona... hmmmm...lo bien que va cuando la dosis de heroína que necesitas aumenta y te sale cada vez más cara: una temporadita de metadona, regulamos la dosis y volvemos a las andadas), que sólo funcionarán si el junkie ya veterano decide de verdad dejar la droga, en cuyo caso lo de menos es el tratamiento en sí, sino que lo importante son sus apoyos (psicológicos y sociales).
Así que, cuando camino por la calle y veo uno de esos junkies decrépitos e irrecuperables que llevan 20 años de adicción, no me imagino su vida anterior en una chabola de gitanos (salvo que sea gitano, claro) rodeado de tráfico de estupefacientes de la mañana a la noche. Me lo imagino con 18, 20, 22 años, acudiendo a algún Centro de atención al drogodependiente acompañado por su bendita madre, que dice "es el más bueno de mis hijos, esto le ha pasado porque es muy inocente, le han engañado, sus amigos son malos, se mezcla con gente mala". Y me imagino a alguien preguntándole a la madre: "¿le dio ayer la semana pasada la botellita?", y a ella respondiendo: "¿la semana pasada? sí, claro, se la di, te la tomaste, ¿no? ¿te la tomaste, Fulano? sí, se la tomó, claro".
"Bueno", decimos, "no estás consumiendo heroína entonces, ¿no, Fulano?".
"No, claro" dice él mientras le vemos la mentira en los ojos.
"Bueno", le decimos, "entonces no te importará tomarte ésto" y le alargamos la botellita de naltrexona.
Y vemos cómo cambia su cara, y cómo cambia la cara de su madre.
Cuando empecé a ver estas cosas, recordé la teoría sistémica de la familia, a la que nunca le había hecho mucho caso, y que casi ningún académico tiene por bandera. Y de repente me la encontré ahí, en la práctica, funcionando. Vi como en muchísimas familias, había un miembro (normalmente la madre, a menudo con la colaboración de uno de los hijos que sacaba "tajada" de ello) que había manipulado lentamente la familia hasta convertirla en algo que respondiese a sus expectativas y carencias. Así, el sistema familiar funcionaba de modo tal que favorecía la aparición (o que al menos favorecía la evolución) de comportamientos disfuncionales: delincuencia, droga (pese a lo que mucha gente cree, la dreoga -el caballo- suele venir después de la delincuencia en muchos casos, si bien no en todos, porque muchas veces ni siquiera apareja con la delincuencia), y, como veo según dices, también otro tipo de problemas.
Pongamos pues un prototipo real y común... padre, madre y tres hijos, por ejemplo, en el que surge un hecho nuevo que parece trastornar la familia: uno de los hijos -que siempre había sido digamos que rebeldillo- ha sido descubierto consumiendo heroína.
Al principio:
-La madre monta un número, "¡mi hijo! ¡mi hijo!": lloros, tal vez gritos, autocompasión, compasión por el hijo que, casualmente, suele ser el "más bueno, el más débil, el más inocente" en palabras de mami (esta descripción del hijo se da a veces al principio o a veces un poco más adelante, pero raro es que falte.
-El padre se asusta y trata como puede de erigirse en puntal de la familia.
-Los hermanos alucinan si son pequeños, y se ofrecen a colaborar si son algo más mayores.
Seguidamente:
-La madre toma la inciativa en los tratamientos, convirtiéndose en el "puntal" que sostendrá a la familia ante el grave problema surgido.
-El padre se ve relegado en esa función de "médico jefe" por la madre, aunque aún intenta aparentar que él es el cabeza de familia.
-Los hermanos siguen dispuestos a colaborar, aunque no es raro que empiecen a pensar que no pueden hacer nada, porque, o bien mamá lo hace todo, o mamá no permite que nadie más haga nada.
Más adelante:
-La madre ha monopolizado por completo lo referente al cuidado de su hijo junkie, y ese hijo se ha convertido en el centro de su existencia. Poco a poco, va "olvidándose" de su marido y sus otros hijos.
-El padre, ante la pérdida de su influencia sobre el problema y su capacidad para imponer disciplina, al principio se enfada, después se deprime, y después se muestra ausente, y, a menudo, aliviado por no cargar con la responsabilidad del asunto.
-Los hermanos asisten al monopolio familiar que ejerce el problema de la drogacción y a la ausencia paterna. Progresivamente ellos han dejado de pintar nada, nadie les escucha, nadie les atiende, y sólo parece existir un hijo, el junkie.
Y, en esta etapa, cada uno se ha encontrado con su papel (madre: abnegada cuidadora, hijo junkie: pobre enfermo desvalido, padre: mantener una imagen pero a la vez no hacer nada, hermanos: un cero a la izquierda), que a unos les resulta cómodo y a otros no.
Una vez se ha establecido este sistema, las cosas empiezan a enquistarse. Los tratamientos que al principio pudieron tener efecto empiezan a fallar. El tratamiento empieza a topar no sólo con las reticencias comprensibles por parte del heroinómano, sino también con pequeños, pero cada vez más frecuentes obstáculos, que provienen de la madre, y a veces también del padre (en el caso de que éste no haya dejado ya de aparecer por el Centro de tratamiento, lo cual es habitual). Estos obstáculos empiezan a ser justificados -con notable maestría- por la madre, con excusas -y mentiras que no es fácil desenmascarar, pero que huelen de lejos- que cada vez se parecen más a las del hijo.
Una vez establecido, el sistema familiar podría quedar así:
-La madre: establece con el hijo junkie una alianza implícita, en la que ella disculpa los incumplimientos de su hijo, y él se sirve de ella para justificar esos incumplimientos y para seguir teniendo un techo. (Puede llegar a extremos tales que estos: No es raro que el hijo sea llevado a urgencias por sobredosis, y que la madre convenza al hospital para que el parte refleje simplemente una neumonía y no lo que la ha provocado. Uno llega a conocer esas "neumonías" en cuanto las ve entrar por la puerta: "no vinimos durante este tiempo al Centro porque mi hijo ha estado ingresado por neumonía". Y claro, si has visto ya varias neumonías de esas, sabes perfectamente que se están riendo en tu cara y que la madre está tratando de ocultar la sobredosis...aunque parezca increíble, siempre será más fácil sacarle -si es posible- la verdad al hijo que a ella)
-El padre: se le deja de ver el pelo por el Centro, y si acude es de mala gana y tras mucha insistencia o tras alguna emergencia. Su actitud es de no querer saber nada, de tener por imposible a su hijo, y de alejarse de toda responsabilidad ante el problema.
-Los hermanos: por lo general, terminan hasta los cojones. En cuanto tienen edad, se ponen a trabajar lo antes posible para salir de la mierda en que están envueltos, en una familia donde el padre no hace nada, donde la madre protege al junkie, y donde el junkie jode la vida a todo el que puede.
Si llega un punto en que los hermanos se van -ya sea físicamente o simplemente haciendo su propia vida intentando que nadie les joda- y el padre ya está totalmente ausente, se ha establecido un férreo sistema en el que la alianza madre-junkie domina la familia y además dificulta todo tratamiento.
Bueno, esto es un prototipo no universal, pero sí el más frecuente, con mucho. Pero lo más increíble aún está por llegar:
Hay casos en los que el junkie aún joven se cansa de los problemas en que le mete la heroína y, por su propia voluntad, se muestra proclive a reiniciar tratamiento, y normalmente lo cumple bien al principio. Mientras el heroinómano deja de consumir, el enquistado sistema familiar se resquebraja:
-La madre: ya no es imprescindible. El junkie ya no la necesita como paraguas. Es más, el propio junkie puede empezar a reprocharle cosas incluso en público, ante los terapeutas. Efecto paradoja: aunque el hijo no está consumiendo, ella se siente peor que cuando sí lo hacía (aunque siempre, siempre afirmará que prefiere que el hijo no consuma), y empieza a reprocharle a él muchas más cosas que cuando estaba de heroína hasta el cuello e inmerso en el sórdido submundo dse los junkies: "está insoportable", "no me respeta", "no agradece todo lo que hago por él", etc etc. También empieza a bombardear el tratamiento que su propio hijo, por esta vez, está dispuesto a seguir. Y la forma más eficaz de bombardearlo es presionándole, creándole mal ambiente, haciéndole sentir culpable, etc etc. Ella sabe por intuición y experiencia que una situación de alta presión le empujará de nuevo a la droga incluso ahora que él mismo estaba cansado de ella. Y la madre también empieza a incumplir manifiestamente (más que nunca) su parte del tratamiento.
-El padre: el nuevo cambio le trastorna. El hijo -que no consume y por tanto deja de estar anestesiado- también puede exigirle o reprocharle cosas, le culpa del desastre de familia que tienen, etc. La esposa, en su labor de demolición de la abstinencia de su hijo, extiende sus presiones al marido, creando un ambiente de mierda que no favorece precisamente esa abstinencia. El padre se ve otra vez ante el abismo de responsabilidades que ya había dejado atrás, y se muestra molesto y cabreado, dejando de estarlo si el hijo vuelve a consumir y todos le dejan en paz.
-Los hermanos: en este punto, pueden mostrarse colaboradores con el hermano que finalmente tiene voluntad de estar limpio. Pero, como no es raro que las cosas se estropeen, no tardan en comprender que siguen sin pintar nada y que en su familia todo funciona como el culo. Vuelven a alejarse. También puede ocurrir que sencillamente sólo deseen (y su caso es el más comprensible) que les dejen tranquilos, ya que han aprendido que no pueden ni con su hermano ni con sus padres.
Finalmente, por lo general, el tratamiento fracasa. El junkie se cansa de estar mil veces peor (anímicamente, familiarmente) que cuando consumía, la madre boicotea el tratamiento día tras día y toca los huevos a todo el que puede, el padre pone cara de culo hasta que todo termina, los hermanos huyen para que la mierda no salpique sus propias vidas.
..pasan los años, y puede ocurrir una de estas cosas:
-el junkie muere: la muerte no es tan habitual como la gente cree, pero desde luego ocurre, normalmente, como es bien sabido, por sobredosis o SIDA, o por un montón de complicaciones entrecruzadas. La madre, que ha perdido el polo y el sentido de su existencia, se convierte entonces en una mártir. El papel de mártir la autojustifica, le permite autocompadecerse y le da un nuevo sentido a su vida.
-el junkie se hace crónico e irrecuperable: mientras le tenga cerca, todo seguirá igual. Si él se aleja para vivir, por ejemplo, con otra junkie, o lo que sea, ella adoptra también el papel de mártir que perdió a su hijo, no por la muerte, pero sí porque el infierno de la droga le absorbió y se lo arrebató.
-el junkie es de esos que termina por dejar voluntariamente la droga tras 8, 10, 15 años de consumo, hastiado de los miles de problemas que ese submundo le trae: la madre ya no puede ejercer de mártir, y tampoco de paraguas. La relación entre madre e hijo está mortalmente herida. Ambos tienen muchos reproches que hacerse mutuamente. Evidentemente ya nunca tendrán una relación sana, ni siquiera en ausencia de la droga.
........
Aunque, desde luego, hay familias que se apartan de este esquema, la verdad es que es el más habitual, y el que más dificulta (dejando aparte los casos de familia ultra-marginal de barrio de chabolas con junkies que son adictos desde los 14, o incluso antes) la recuperación del heroinómano.
Puede sonar increíble, pero es. Existe.
Quien piense que esto son paranopias mías, que analice el siguiente ejemplo, repetido en la práctica hasta la saciedad.
Existe una sustancia antagonista de los opiáceos llamada naltrexona, bien conocida por todos los heroinómanos (especialmente las marcas más conocidas: Antaxone y Celupan). Tiene dos efectos: si se toma antes de consumir heroína, la droga no tendrá ningún efecto, así que meterse caballo es inútil. Si se toma después de consumir heroína, anula los efectos de la droga y produce un síndrome de abstinencia instantáneo. (por ello, si un junkie dice que no ha consumido y sabemos que está mintiendo, se le dice "tómate esto y esperemos diez minutos a ver qué pasa", y claro, o se va del Centro para no confesar ni tomarse la botellita, o confiesa...o se hace el valiente, se toma la botella y le viene un monazo que se caga, al tiempo que su mentira cae hecha añicos).
Si cada mañana el heroinómano toma esta sustancia, no consumirá heroína. ¿Por qué? Porque ya no le producirá ningún efecto, y es una tontería comprar y consumir heroína para nada (algunos incautos, normalmente los más inexpertos, toman dosis mayores de heroína para contrarrestar la naltrexona y sólo consiguen una sobredosis... aunque los heroinómanos suelen estar bien prevenidos y no suelen hacer semejante tontería)
Así, para unos padres no es tan inalcanzable evitar que el hijo consuma: se les da naltrexona cada mañana (la hay en pastillas y en botellitas bebibles), procuirando, eso sí, que el hijo no haga trampas y evite tomársela o vomite en los momentos siguientes. Lo mejor es mezclársela en un zumo, por ejemplo, hacérselo beber en presencia de uno y esperar un rato para que no lo vomite.
Fácil... ¿no?
...al menos para los heroinómanos más jóvenes y manejables, a quien es más fácil obligar a tomarse la pastillita o la botellita.
Pues no.
Los padres empiezan a "olvidar" darle la botellita, o se la dan y "olvidan" asegurarse de que el hijo no hace trampas, o sencillamente se van (a trabajar... a comprar... a hacer la comida... a visitar a pirulita...) y le dicen al hijo: "No olvides tomarle la botellita". Que es como decirle a un ludópata: "ahí encima te dejo mil euros, no te los juegues" o a un alcohólico "recuerda que no has de beber, bueno, me voy, vengo a la noche...enladespensahayunabotelladewhisky").
Extraño, ¿no? llamativo, ¿verdad?
Y claro, con el tiempo, el junkie deja de ser tan joven y manejable y ya sólo, en sujetos excepcionalmente predispuestos, tomará la naltrexona por voluntad propia (en raros casos...claro, y con voluntad quizá honesta pero quebradiza).
Y ahí hay que pasar a otros tratamientos (metadona... hmmmm...lo bien que va cuando la dosis de heroína que necesitas aumenta y te sale cada vez más cara: una temporadita de metadona, regulamos la dosis y volvemos a las andadas), que sólo funcionarán si el junkie ya veterano decide de verdad dejar la droga, en cuyo caso lo de menos es el tratamiento en sí, sino que lo importante son sus apoyos (psicológicos y sociales).
Así que, cuando camino por la calle y veo uno de esos junkies decrépitos e irrecuperables que llevan 20 años de adicción, no me imagino su vida anterior en una chabola de gitanos (salvo que sea gitano, claro) rodeado de tráfico de estupefacientes de la mañana a la noche. Me lo imagino con 18, 20, 22 años, acudiendo a algún Centro de atención al drogodependiente acompañado por su bendita madre, que dice "es el más bueno de mis hijos, esto le ha pasado porque es muy inocente, le han engañado, sus amigos son malos, se mezcla con gente mala". Y me imagino a alguien preguntándole a la madre: "¿le dio ayer la semana pasada la botellita?", y a ella respondiendo: "¿la semana pasada? sí, claro, se la di, te la tomaste, ¿no? ¿te la tomaste, Fulano? sí, se la tomó, claro".
"Bueno", decimos, "no estás consumiendo heroína entonces, ¿no, Fulano?".
"No, claro" dice él mientras le vemos la mentira en los ojos.
"Bueno", le decimos, "entonces no te importará tomarte ésto" y le alargamos la botellita de naltrexona.
Y vemos cómo cambia su cara, y cómo cambia la cara de su madre.
The bigger the headache, the bigger the pill. Call me the big pill.
Me alucina este paralelismo.
Me pasó exactamente lo mismo respecto a lo de la sistémica. Y en el caso de los discapacitados, te resumo, aunque afortunadamente no todos son igual:
Misma situación familiar que describes: padre ausente, como si lo estuviera o peor aún, en la misma línea educativa que la madre. Madre totalmente sobreprotectora y sufridora. Intentan "compensar" la discapacidad con todo tipo de permisividades. Al niño, mientras es pequeño le convierten en un mono de feria, todos le ríen las gracias y se lo perdonan todo porque " pobrecito, ¿no ves que no está bien?."
Increiblemente, en el cole o en el centro especial el crío aprende habilidades que ni siquiera sospechaba. Pero más increiblemente aún: en casa no de dejan explotarlas: le dan de comer ( porque es muy lento), le visten ( porque le cuesta mucho), le llevan en carrito ( porque se cansa mucho), le dejan revolcarse por el suelo ( porque les hace gracia y bastante tiene ya con lo suyo). Por supuesto que ni consideran reforzarle aprendizajes lecto-escritores. Uff, total, no lo va a aprender. Le cogen de la manita para pasear ¡a los 10 años!.
El niño se hace adolescente físicamente y tiene respuestas físicas correspondientes con su desarrollo ( eufemismo para decir que se la pela como un mono). La madre niega que estas respuestas existan ( son capaces de jurar sobre la bíblia) y por lo tanto esto no es un tema a tratar. Si la discapacitada es chica, no te quiero ni contar el miedo que le meten en el cuerpo. A estas alturas el chaval es un repelente de cuidado que no hace ni puta gracia a nadie ( bueno, a su madre sí).
La madre sigue potenciando las conductas más infantiles, le habla como a un bebé, le trata como ídem, y se lamenta constantemente de lo que será de su hijo cuando ellos falten. Eso sí, no le dejan irse a un puto campamento por lo que le pueda pasar... Y ¡por fin! le dejan, le llaman todos los días, y tu rezas para que el chaval no diga que les echa de menos, si no, al día siguiente, se lo llevan.
Se hace adulto y con un poco de suerte le meten en un taller ocupacional, la madre está encantadísima de volver a tener algo de tiempo. El chaval, nada acostumbrado a currar, se cansa pronto. Le sacan del centro y le tienen en casa ayudando a su madre a hacer las compras. Genial. Una vida del copón. A veces dan vueltas por la calle y con 30 años, ella todavía le coge de la mano. ( El padre no existe, los hermanos pasan ya del tema).
El hijo se conforma pero se hace un amargado y un tirano. La madre sufre pero está felicísma de tener a su niño que a pesar de todo ¡le hace tanta compañía!
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Bueno, saco las pastas y el té ¿o qué?
Me pasó exactamente lo mismo respecto a lo de la sistémica. Y en el caso de los discapacitados, te resumo, aunque afortunadamente no todos son igual:
Misma situación familiar que describes: padre ausente, como si lo estuviera o peor aún, en la misma línea educativa que la madre. Madre totalmente sobreprotectora y sufridora. Intentan "compensar" la discapacidad con todo tipo de permisividades. Al niño, mientras es pequeño le convierten en un mono de feria, todos le ríen las gracias y se lo perdonan todo porque " pobrecito, ¿no ves que no está bien?."
Increiblemente, en el cole o en el centro especial el crío aprende habilidades que ni siquiera sospechaba. Pero más increiblemente aún: en casa no de dejan explotarlas: le dan de comer ( porque es muy lento), le visten ( porque le cuesta mucho), le llevan en carrito ( porque se cansa mucho), le dejan revolcarse por el suelo ( porque les hace gracia y bastante tiene ya con lo suyo). Por supuesto que ni consideran reforzarle aprendizajes lecto-escritores. Uff, total, no lo va a aprender. Le cogen de la manita para pasear ¡a los 10 años!.
El niño se hace adolescente físicamente y tiene respuestas físicas correspondientes con su desarrollo ( eufemismo para decir que se la pela como un mono). La madre niega que estas respuestas existan ( son capaces de jurar sobre la bíblia) y por lo tanto esto no es un tema a tratar. Si la discapacitada es chica, no te quiero ni contar el miedo que le meten en el cuerpo. A estas alturas el chaval es un repelente de cuidado que no hace ni puta gracia a nadie ( bueno, a su madre sí).
La madre sigue potenciando las conductas más infantiles, le habla como a un bebé, le trata como ídem, y se lamenta constantemente de lo que será de su hijo cuando ellos falten. Eso sí, no le dejan irse a un puto campamento por lo que le pueda pasar... Y ¡por fin! le dejan, le llaman todos los días, y tu rezas para que el chaval no diga que les echa de menos, si no, al día siguiente, se lo llevan.
Se hace adulto y con un poco de suerte le meten en un taller ocupacional, la madre está encantadísima de volver a tener algo de tiempo. El chaval, nada acostumbrado a currar, se cansa pronto. Le sacan del centro y le tienen en casa ayudando a su madre a hacer las compras. Genial. Una vida del copón. A veces dan vueltas por la calle y con 30 años, ella todavía le coge de la mano. ( El padre no existe, los hermanos pasan ya del tema).
El hijo se conforma pero se hace un amargado y un tirano. La madre sufre pero está felicísma de tener a su niño que a pesar de todo ¡le hace tanta compañía!
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Bueno, saco las pastas y el té ¿o qué?
- Juggernaut
- Hombre de Mundo
- Mensajes: 4904
- Registrado: 02 Ago 2003 12:35
- Ubicación: en una galaxia lejana, muy lejana
Bueno, sólo me gustaría comentar que en un caso cercano, aunque los problemas del hijo no eran la droga sino la esquizofrenia, he visto el mismo cuadro.
Y el cuadro responde exactamente al que habéis descrito, con absolutamente todos los matices indicados. El caso de hermanos menores, por cierto.
Y el cuadro responde exactamente al que habéis descrito, con absolutamente todos los matices indicados. El caso de hermanos menores, por cierto.
Este es un mundo de estúpidos, controlados por imbéciles, para beneficio de mediocres.
- niñosimio
- Ayatolillah
- Mensajes: 986
- Registrado: 20 Mar 2003 14:40
- Ubicación: vivo con tu madre en la calle del pepino
Una amiga mía ejercía altruistamente de monitora en campamentos para discapcitados psiquicos, estamos hablando de gente entre los 20 y los 30 no de niños, los padres evidentemente les tratan como niños a todos ellos y ellos van todo el día más calientes quel tubarro de mi derbi diablo. Pos bien, asín por la cara se llevan a esta gente una semana de campamento con el curro que supone (alguno hasta va en silla de ruedas y no se puede ni limpiar el culo) y a la vuelta unos padres casi les ponen una querella criminal por que al volver su hijita de veintitantos les ha contado que otro de los "niños" de 30 se ha sacao la chorra y ella se la ha tocao sin querer mientras todos echaban la siesta.
Y total, es lo que la digo yo: eso os pasa por gilipollas, por ir de buen samaritano por la vida para facilitarsela a un puto cazurro que no es capaz de asumir que aunque su hija es subnormal también le apetece de follar.
De locos!!
También conozco el caso de un niño con sindrome de down que hasta los ocho o nueve años lo tienen como mono de feria y no se dan cuenta de que no puede hablar porque esta más sordo que una tapia...
Y total, es lo que la digo yo: eso os pasa por gilipollas, por ir de buen samaritano por la vida para facilitarsela a un puto cazurro que no es capaz de asumir que aunque su hija es subnormal también le apetece de follar.
De locos!!
También conozco el caso de un niño con sindrome de down que hasta los ocho o nueve años lo tienen como mono de feria y no se dan cuenta de que no puede hablar porque esta más sordo que una tapia...
otro de los "niños" de 30 se ha sacao la chorra y ella se la ha tocao sin querer mientras todos echaban la siesta.
Juaaaa, juaaaa, juaaaa. Hi, hi hi...juaaaaaa, juaaaa. Sin querer evitarlo, quiso decir.
Tengo que aguantarme la risa cada vez que escucho el comentario de turno sobre "lo cariñosos" que son los retrasados. Mucho más que las personas normales...juaaaa, es que no puedo, de verdad, juaaaa, juaaaa.