libricos de varddere
Que gran verdad nicotín. La sirena monja es un poco ilusa.
El perrico, definiendo la HAMBROSIA a ma112nu escribió:Un curasán aceitoso y calentico chorreando en el plato, la sonrisa de un niño, las ttks, un perolo de gazpacho manchego con medio kilo de pan para mojar, las ttks, las pelis de chinos dándose hostias, los ninjas, Mr. T, Mr.T luchando contra los ninjas, cualquier animal comestible, las ttks, correr desnudo por la playa alrededor de la gente mientras silbo el opening de battlestar galactica, la shandy cruzcampo de abadía belga, los torreznos, cualquier cosa rebozada, cagar en espiral, cosas asín, manu, cosas asín.
-
- moromielda
- Mensajes: 117
- Registrado: 29 Mar 2004 14:37
Sirena Coja escribió:Pero aun así, Arafat, si alguno de tus amigos está bueno, no dejes de presentármelo.
Karhiñote ya está pillado.
Sirena Chocha, se olvida usté de los que están dentro del sistema de las administraciones públicas.
El perrico, definiendo la HAMBROSIA a ma112nu escribió:Un curasán aceitoso y calentico chorreando en el plato, la sonrisa de un niño, las ttks, un perolo de gazpacho manchego con medio kilo de pan para mojar, las ttks, las pelis de chinos dándose hostias, los ninjas, Mr. T, Mr.T luchando contra los ninjas, cualquier animal comestible, las ttks, correr desnudo por la playa alrededor de la gente mientras silbo el opening de battlestar galactica, la shandy cruzcampo de abadía belga, los torreznos, cualquier cosa rebozada, cagar en espiral, cosas asín, manu, cosas asín.
Pazita escribió:Por los huevos
Lo has dicho tú. No he sido yo el que lo dicho, que conste en acta.
El perrico, definiendo la HAMBROSIA a ma112nu escribió:Un curasán aceitoso y calentico chorreando en el plato, la sonrisa de un niño, las ttks, un perolo de gazpacho manchego con medio kilo de pan para mojar, las ttks, las pelis de chinos dándose hostias, los ninjas, Mr. T, Mr.T luchando contra los ninjas, cualquier animal comestible, las ttks, correr desnudo por la playa alrededor de la gente mientras silbo el opening de battlestar galactica, la shandy cruzcampo de abadía belga, los torreznos, cualquier cosa rebozada, cagar en espiral, cosas asín, manu, cosas asín.
- Nicotin
- Manuel Fraga Iribarne
- Mensajes: 12343
- Registrado: 25 Feb 2003 13:25
- Ubicación: ...ale ...pira.
- Contactar:
Creer lo contrario es ignorar cómo funciona el sistema fiscal español.
Será eso.
Saludos a papá pitufo.
....................................................................................................
Karhiñonte, mira lo que dicen estos.
The bigger the headache, the bigger the pill. Call me the big pill.
-
- moromielda
- Mensajes: 117
- Registrado: 29 Mar 2004 14:37
arafat escribió: Karhiñote ya está pillado.
Sirena Chocha, se olvida usté de los que están dentro del sistema de las administraciones públicas.
¿De quién dices que me olvido? ¿De tus amigos, de los que están buenos, de los que están pillados o qué?
Nicotin escribió: Será eso.
Saludos a papá pitufo.
Reconocerlo te honra.
De tu parte, Gargamel.
- Nicotin
- Manuel Fraga Iribarne
- Mensajes: 12343
- Registrado: 25 Feb 2003 13:25
- Ubicación: ...ale ...pira.
- Contactar:
Vamos a contar un bonito cuento:
Arafat tenía tres amiguitos. Y Arafat no me dejará mentir.
Uno de ellos, Fulano, se dedicaba a peinar cabras al módico precio de 100 pesetas por rebaño. Cobraba en metálico y mantenía su negocio en un feliz limbo en el que no existen las facturas, el IVA, las cotizaciones ni nada de nada.
Otro de ellos, Mengano, trabajaba en un organismo público como estadístico, recontando terracitas de bar y billares. También gana 100 pesetas.
El tercero, Zutano, vive de retales, compuestos en su mayoría por pensiones y subsidios y asistencias varias. Entre todas ellas, suman 100 pesetas.
Todos ellos coincidían en el bar “La Sombrita”, donde se tomaban su vinito y sus aceitunas y se compraban su paquetito de Diana. Cada uno se venía a gastar unas 100 pesetas, que sí, eran todo su presupuesto, ya que es sabido que un ser humano adulto puede sobrevivir a base de Jumillas (la de fibras y proteínas que tendrán esos posos) y de las vitaminas de las aceitunas y del tabaco.
Pero un buen día llegó el Gobierno y le puso impuestos a las cosas: una peseta al vino, una a las aceitunas, una al tabaco.
Los amigos de Arafat se desesperaron: ahora necesitaban 103 pesetas para llegar a fin de mes y sólo ganaban 100.
¿Qué hicieron?
Fulano, el peinacabras, subió a 103 sus honorarios por rebaño de cabras. Total, como ni cotizaba ni nada, podía subir sus precios y que estos siguieran siendo más bajos que los de la competencia. Con eso ya tenía para seguir tirando para adelante.
Mengano, el funcionario o similar, lloró y lloró hasta que su sueldo subió tres pesetas.
Zutano, el ciudadano sanguijuelesco, cortó carreteras, quemó neumáticos y armó las mil y una pirulas hasta que le aprobaron una nueva pensión de 3 pesetas en concepto de incapacidad permanente por intolerancia a los calores y flacidez muscular matutina.
Y los tres siguieron tan contentos, sin apenas notar cambio alguno.
Claro que al pobre Juan Nadie, cuñado de Arafat, no le iban bien las cosas. Trabajaba para una empresa de cuidados capilares caprinos que estaba a punto de recortar plantilla debido a la aparentemente invisible competencia surgida de sabe Dios dónde. Se debatía entre aceptar horas en negro o directamente colgar los peines y buscarse otro trabajo. Con sus 100 pesetitas ya no le daba para los vinitos, pero es que ahora le habían bajado el sueldo a 97. Porque la empresa, o bajaba los sueldos y recortaba plantilla, o subía los precios 3 pesetas para afrontar el aumento de costes… y quizá al final ambas cosas.
¿Y qué decir de José Anónimo? Él vivía de los concursos de belleza caprina, pero de repente el IPC o algo así como medio raro había hecho que peinar sus cabras le costase 3 pesetas más que antes. Y todo el presupuesto a tomar viento. Habrá que cambiar el Jumilla por el Don Simón.
Y curiosamente ese año el gobierno anunció déficit. Al parecer, los ingresos por los nuevos impuestos habían sido compensados por nuevos gastos: aumentos de salarios públicos, nuevas pensiones asistenciales, y el aumento de costes debido al aumento general de los precios.
Pero los amigos de Arafat, tan contentos.
Eso sí, mientras se toman sus vinitos no paran de quejarse de lo mucho que ha subido todo.
"Coñio comoztá er vino shiquiyo de caro"
"Y er tabaco, y er tabaco"
"Lo que paza e que han subío lo impuezto indirecto"
"Y yo en la lizta dezpera pa lo de la vizícula... ¿ande irán miz impuezto?"
"Pos ponte a trabahá y zácate un zeguro pribao"
"¿A trab....? ....andaaaa, caya, caya, hoputa!"
"A sincuenta y sinco grado etamo hoy"
"Cusha! A Zezenta lo meno!"
Escena costumbrista entre productivos ciudadanos que construyen país.
Cambien ustedes el acento por el de su respectiva nacionalidad histórica.
PD: Esta fábula costumbrista es ficción.
Cualquier parecido con personajes y situaciones reales es absolutamente imposible y absurdo. Excepto Arafat, que amablemente cedió su nombre para un cameo.
Arafat tenía tres amiguitos. Y Arafat no me dejará mentir.
Uno de ellos, Fulano, se dedicaba a peinar cabras al módico precio de 100 pesetas por rebaño. Cobraba en metálico y mantenía su negocio en un feliz limbo en el que no existen las facturas, el IVA, las cotizaciones ni nada de nada.
Otro de ellos, Mengano, trabajaba en un organismo público como estadístico, recontando terracitas de bar y billares. También gana 100 pesetas.
El tercero, Zutano, vive de retales, compuestos en su mayoría por pensiones y subsidios y asistencias varias. Entre todas ellas, suman 100 pesetas.
Todos ellos coincidían en el bar “La Sombrita”, donde se tomaban su vinito y sus aceitunas y se compraban su paquetito de Diana. Cada uno se venía a gastar unas 100 pesetas, que sí, eran todo su presupuesto, ya que es sabido que un ser humano adulto puede sobrevivir a base de Jumillas (la de fibras y proteínas que tendrán esos posos) y de las vitaminas de las aceitunas y del tabaco.
Pero un buen día llegó el Gobierno y le puso impuestos a las cosas: una peseta al vino, una a las aceitunas, una al tabaco.
Los amigos de Arafat se desesperaron: ahora necesitaban 103 pesetas para llegar a fin de mes y sólo ganaban 100.
¿Qué hicieron?
Fulano, el peinacabras, subió a 103 sus honorarios por rebaño de cabras. Total, como ni cotizaba ni nada, podía subir sus precios y que estos siguieran siendo más bajos que los de la competencia. Con eso ya tenía para seguir tirando para adelante.
Mengano, el funcionario o similar, lloró y lloró hasta que su sueldo subió tres pesetas.
Zutano, el ciudadano sanguijuelesco, cortó carreteras, quemó neumáticos y armó las mil y una pirulas hasta que le aprobaron una nueva pensión de 3 pesetas en concepto de incapacidad permanente por intolerancia a los calores y flacidez muscular matutina.
Y los tres siguieron tan contentos, sin apenas notar cambio alguno.
Claro que al pobre Juan Nadie, cuñado de Arafat, no le iban bien las cosas. Trabajaba para una empresa de cuidados capilares caprinos que estaba a punto de recortar plantilla debido a la aparentemente invisible competencia surgida de sabe Dios dónde. Se debatía entre aceptar horas en negro o directamente colgar los peines y buscarse otro trabajo. Con sus 100 pesetitas ya no le daba para los vinitos, pero es que ahora le habían bajado el sueldo a 97. Porque la empresa, o bajaba los sueldos y recortaba plantilla, o subía los precios 3 pesetas para afrontar el aumento de costes… y quizá al final ambas cosas.
¿Y qué decir de José Anónimo? Él vivía de los concursos de belleza caprina, pero de repente el IPC o algo así como medio raro había hecho que peinar sus cabras le costase 3 pesetas más que antes. Y todo el presupuesto a tomar viento. Habrá que cambiar el Jumilla por el Don Simón.
Y curiosamente ese año el gobierno anunció déficit. Al parecer, los ingresos por los nuevos impuestos habían sido compensados por nuevos gastos: aumentos de salarios públicos, nuevas pensiones asistenciales, y el aumento de costes debido al aumento general de los precios.
Pero los amigos de Arafat, tan contentos.
Eso sí, mientras se toman sus vinitos no paran de quejarse de lo mucho que ha subido todo.
"Coñio comoztá er vino shiquiyo de caro"
"Y er tabaco, y er tabaco"
"Lo que paza e que han subío lo impuezto indirecto"
"Y yo en la lizta dezpera pa lo de la vizícula... ¿ande irán miz impuezto?"
"Pos ponte a trabahá y zácate un zeguro pribao"
"¿A trab....? ....andaaaa, caya, caya, hoputa!"
"A sincuenta y sinco grado etamo hoy"
"Cusha! A Zezenta lo meno!"
Escena costumbrista entre productivos ciudadanos que construyen país.
Cambien ustedes el acento por el de su respectiva nacionalidad histórica.

PD: Esta fábula costumbrista es ficción.
Cualquier parecido con personajes y situaciones reales es absolutamente imposible y absurdo. Excepto Arafat, que amablemente cedió su nombre para un cameo.
The bigger the headache, the bigger the pill. Call me the big pill.
-
- moromielda
- Mensajes: 117
- Registrado: 29 Mar 2004 14:37
Pero la increíble y triste historia no se queda ahí.
Los cabreros cuyas cabras peina el canallesco Fulano gastan en el acicalamiento de sus infectos bicharracos 103 euros (ejem), pero después, oh Destino cruel, no pueden considerarlos como gasto para calcular sus beneficios frente al Fisco, por ser dinero Béeeee (con cierto fundamento, se sospecha que el origen de este modo de llamar al dinero negro está en el hecho de que su fuente sean los rebaños de cabras). Así pues, qué remedio, los cabreros también proceden a vender una parte de la leche de sus —repito— infectos, aunque acicalados bicharracos, de forma alevosa y oculta y fingiendo que las ventas en cuestión no existen. Para quedarse a la par, les bastaría vender subrepticiamente sólo la leche equivalente a un beneficio de 103 euros, pero, ya metidos en harina y pelillos a la mar, lo hacen por no menos de 200. Es que total, nen, ya que te estás jugando que te pillen, algún beneficio has de sacarle al riesgo que asumes. Es el espíritu empresarial, que lo llevan muy metido en la sangre.
Los beneficios que de esta forma se han escamoteado al engorro de los impuestos y que están a la libre disposición de los afortunados cabreros son gastados de inmediato en unas tapitas de queso (de cabra) en el bar “La Sombrita”.
Los queseros que compran la leche antecitada (también llamada leche susodicha) igualmente gastan en su adquisición una cantidad que no pueden descontar de sus beneficios, por ser una compra más negra que los huevos de un grillo. Así que cuando hacen con ella quesos (de cabra) no dudan, llenos del entusiasmo propio de todo empresario jacarandoso, en vender una parte de sus quesos (de cabra) sin reconocerlo en sitio alguno. Y, naturalmente, ya que se ponen, no recuperan 200, sino 450 euros. Qué menos.
Inmediatamente, estos queseros corren a gastarse sus bien habidos beneficios en tapas de queso (de cabra) en “La Sombrita”. Allí, dicho sea de paso, pueden encontrarse con Fulano, gastándose los 103 euros que ha sonsacado a sus sufridos clientes.
Como resulta obvio a la luz de lo expuesto, el honrado dueño del bar “La Sombrita” ha adquirido el queso (de cabra) en B y las tapas también las cobra en B, porque sólo así puede recuperar su gasto.
Por su parte, el vil subsidiado Zutano consigue que le aumenten su pensión a 103 euros. El dinero que se emplea para este aumento ha sido obtenido por la Administración Pública por el expeditivo método de arrebatarlo sin misericordia a los probos cabreros y queseros y demás empresarios, motor del país, que pagan sin rechistar los hinchadísimos impuestos que se les exigen por la riqueza que ellos y sólo ellos han creado (por supuesto, descontando la parte que venden en B porque ellos han comprado la leche en B porque el peinador de las cabras las peina en B y etcétera). Los probos cabreros y queseros podrían y deberían pagar los impuestos correspondientes a sus ventas totales, pero como ya sabemos no pueden hacerlo porque Fulano peina cabras a escondidillas, de forma que se ven obligados, muy a su pesar y para hacer frente a las crecientes demandas de la Administración, a incrementar el precio de los productos cuyas ventas sí reconocen, lo cual incide en la subida de precio del queso (de cabra).
Seguidamente, el vil subsidiado gasta sus pensiones procedentes de las arcas públicas en el bar “La Sombrita”, cuyo dueño sigue cobrando tapas de queso fantasma.
A todo esto, el funcionario, a secas (todo adjetivo sería epíteto) Mengano, ha conseguido también que el Estado aumente su holgadísimo estipendio. El Estado, naturalmente, obtiene los fondos adicionales a costa, una vez más, de los exprimidísimos empresarios... blablabla... (y siempre sin contar con la parte que venden en B...blablabla..., hasta llegar a los infectos bichos —o sea, cabras). Con esto, vuelven a subir los precios de la leche y del queso (de cabra) para hacer frente a las exigencias del Estado insaciable.
¿Y dónde se gasta su dinero el funcionario? En el bar “La Sombrita”, naturalmente, en tapas de queso (de cabra), cada vez más y más caro.
Pero ¿qué estará pasando con los pobrecillos Juan Nadie y José Anónimo y sus negocios arruinados? En las condiciones creadas por la caterva de impresentables de Fulano, Mengano y Zutano y sus adláteres, sus beneficios han caído en picado. Sus impuestos directos, lógicamente, también. Y los indirectos, ni qué decir tiene. Y además, no pueden continuar con el negocio. Estaban ellos solitos sosteniendo el Estado del Bienestar, y he aquí que ya no pueden. ¿Qué decidirán? ¿Cerrarán, convirtiéndose en viles subsidiados? ¿Opositarán, pasando a adquirir la condición de funcionarios? ¿Rebajarán sus precios vendiendo en negro, como el bucólico peluquero caprino?
En cualquier caso, se conviertan en lo que se conviertan, hay algo que siempre tendrán en común una vez alcanzada su nueva condición: las abundantes tapitas de queso (de cabra) que consumirán en el bar “La Sombrita”, cuyo honrado propietario sigue proveyendo infatigable las necesidades nutritivas de sus no menos honrados clientes.
Ahora bien, llegados a este punto, he aquí el resultado de este círculo infernal: el queso de cabra se ha puesto a precios inalcanzables, a cada movimiento de cualquiera de las partes se incrementa diez puntos el mercado, y la Administración no recibe un céntimo de nadie y paga a todo Dios. De modo que no queda otro solución que dejar de prestar servicios públicos. Es más, Mengano y Zutano dejarán de recibir subsidios y sueldos, porque tampoco habrá dinero para ello. La única alternativa a tan sombrío panorama sería fundir a impuestos, tasas y gravámenes de todo tipo al bar “La Sombrita”, receptor final de todo el dinero del país.
Conclusión evidente: los bares son el puntal del Estado español. Ya lo sospechábamos.
(Ceterum censeo: erradiquemos las cabras).
Los cabreros cuyas cabras peina el canallesco Fulano gastan en el acicalamiento de sus infectos bicharracos 103 euros (ejem), pero después, oh Destino cruel, no pueden considerarlos como gasto para calcular sus beneficios frente al Fisco, por ser dinero Béeeee (con cierto fundamento, se sospecha que el origen de este modo de llamar al dinero negro está en el hecho de que su fuente sean los rebaños de cabras). Así pues, qué remedio, los cabreros también proceden a vender una parte de la leche de sus —repito— infectos, aunque acicalados bicharracos, de forma alevosa y oculta y fingiendo que las ventas en cuestión no existen. Para quedarse a la par, les bastaría vender subrepticiamente sólo la leche equivalente a un beneficio de 103 euros, pero, ya metidos en harina y pelillos a la mar, lo hacen por no menos de 200. Es que total, nen, ya que te estás jugando que te pillen, algún beneficio has de sacarle al riesgo que asumes. Es el espíritu empresarial, que lo llevan muy metido en la sangre.
Los beneficios que de esta forma se han escamoteado al engorro de los impuestos y que están a la libre disposición de los afortunados cabreros son gastados de inmediato en unas tapitas de queso (de cabra) en el bar “La Sombrita”.
Los queseros que compran la leche antecitada (también llamada leche susodicha) igualmente gastan en su adquisición una cantidad que no pueden descontar de sus beneficios, por ser una compra más negra que los huevos de un grillo. Así que cuando hacen con ella quesos (de cabra) no dudan, llenos del entusiasmo propio de todo empresario jacarandoso, en vender una parte de sus quesos (de cabra) sin reconocerlo en sitio alguno. Y, naturalmente, ya que se ponen, no recuperan 200, sino 450 euros. Qué menos.
Inmediatamente, estos queseros corren a gastarse sus bien habidos beneficios en tapas de queso (de cabra) en “La Sombrita”. Allí, dicho sea de paso, pueden encontrarse con Fulano, gastándose los 103 euros que ha sonsacado a sus sufridos clientes.
Como resulta obvio a la luz de lo expuesto, el honrado dueño del bar “La Sombrita” ha adquirido el queso (de cabra) en B y las tapas también las cobra en B, porque sólo así puede recuperar su gasto.
Por su parte, el vil subsidiado Zutano consigue que le aumenten su pensión a 103 euros. El dinero que se emplea para este aumento ha sido obtenido por la Administración Pública por el expeditivo método de arrebatarlo sin misericordia a los probos cabreros y queseros y demás empresarios, motor del país, que pagan sin rechistar los hinchadísimos impuestos que se les exigen por la riqueza que ellos y sólo ellos han creado (por supuesto, descontando la parte que venden en B porque ellos han comprado la leche en B porque el peinador de las cabras las peina en B y etcétera). Los probos cabreros y queseros podrían y deberían pagar los impuestos correspondientes a sus ventas totales, pero como ya sabemos no pueden hacerlo porque Fulano peina cabras a escondidillas, de forma que se ven obligados, muy a su pesar y para hacer frente a las crecientes demandas de la Administración, a incrementar el precio de los productos cuyas ventas sí reconocen, lo cual incide en la subida de precio del queso (de cabra).
Seguidamente, el vil subsidiado gasta sus pensiones procedentes de las arcas públicas en el bar “La Sombrita”, cuyo dueño sigue cobrando tapas de queso fantasma.
A todo esto, el funcionario, a secas (todo adjetivo sería epíteto) Mengano, ha conseguido también que el Estado aumente su holgadísimo estipendio. El Estado, naturalmente, obtiene los fondos adicionales a costa, una vez más, de los exprimidísimos empresarios... blablabla... (y siempre sin contar con la parte que venden en B...blablabla..., hasta llegar a los infectos bichos —o sea, cabras). Con esto, vuelven a subir los precios de la leche y del queso (de cabra) para hacer frente a las exigencias del Estado insaciable.
¿Y dónde se gasta su dinero el funcionario? En el bar “La Sombrita”, naturalmente, en tapas de queso (de cabra), cada vez más y más caro.
Pero ¿qué estará pasando con los pobrecillos Juan Nadie y José Anónimo y sus negocios arruinados? En las condiciones creadas por la caterva de impresentables de Fulano, Mengano y Zutano y sus adláteres, sus beneficios han caído en picado. Sus impuestos directos, lógicamente, también. Y los indirectos, ni qué decir tiene. Y además, no pueden continuar con el negocio. Estaban ellos solitos sosteniendo el Estado del Bienestar, y he aquí que ya no pueden. ¿Qué decidirán? ¿Cerrarán, convirtiéndose en viles subsidiados? ¿Opositarán, pasando a adquirir la condición de funcionarios? ¿Rebajarán sus precios vendiendo en negro, como el bucólico peluquero caprino?
En cualquier caso, se conviertan en lo que se conviertan, hay algo que siempre tendrán en común una vez alcanzada su nueva condición: las abundantes tapitas de queso (de cabra) que consumirán en el bar “La Sombrita”, cuyo honrado propietario sigue proveyendo infatigable las necesidades nutritivas de sus no menos honrados clientes.
Ahora bien, llegados a este punto, he aquí el resultado de este círculo infernal: el queso de cabra se ha puesto a precios inalcanzables, a cada movimiento de cualquiera de las partes se incrementa diez puntos el mercado, y la Administración no recibe un céntimo de nadie y paga a todo Dios. De modo que no queda otro solución que dejar de prestar servicios públicos. Es más, Mengano y Zutano dejarán de recibir subsidios y sueldos, porque tampoco habrá dinero para ello. La única alternativa a tan sombrío panorama sería fundir a impuestos, tasas y gravámenes de todo tipo al bar “La Sombrita”, receptor final de todo el dinero del país.
Conclusión evidente: los bares son el puntal del Estado español. Ya lo sospechábamos.
(Ceterum censeo: erradiquemos las cabras).