Descubriendome
Publicado: 08 Sep 2004 20:15
“Hoy me toca conducir a mí”. Era la frase con la que terminaba siempre un documental seriado de finales de los años 70, principios de los 80, que pasaron una vez por la 2 de madrugada a mediados de los años 90. Después de esta frase siempre se sucedían las mismas imágenes, una serie de estampas que pretendían recoger momentos mágicos del viaje que filmaban los documentalistas por los Estados Unidos a bordo de su vieja furgoneta, que yo diría era una clásica WW. De fondo, un instrumental cuyas primeras notas eran absolutamente iguales que el comienzo de “El sitio de mi recreo” de Antonio Vega y que a mí me sumían en un estado de éxtasis del que no conseguía despertar hasta después de pasados varios minutos de haber finalizado mi catártica serie.
Nada en televisión, salvo la imagen de Oimara Sánchez ahogándose poquito a poco en el río de lodo que la llevaba presa y el ciudadano Pequinés que maletín en mano detenía una columna de tanques, me ha conmovido tanto. La fuerza de estas dos últimas imágenes es tan evidente que en nada extraña que mis vísceras se contrajeran y grabaran a fuego, cada cual con el humor que le correspondía, todas las tonalidades cromáticas, sonoras e incluso olfativas y táctiles que vomitaba la caja catódica. Es extraño, pero para mí, Oimara y el tipo del maletín no solo son colores y sonidos, sino también texturas, olores y sabores. Huelo la tierra húmeda y el olor a combustible de los tanques, siento la suavidad de la piel del rostro de Oimara bañado por la lluvia y las lágrimas y el vello erizado de los brazos del hombre del maletín y saboreo tanto la tranquilidad de ambos protagonistas como el miedo del resto de los que conformaban los cuadros pictóricos.
Pero lo del documental es diferente. Ahora, por fin comprendo que mi subconsciente conocía de antemano mis por entonces escondidos anhelos. Es por ello que la serie me fascinaba. El viaje en si era su leift motiv. No había un escape, ni una meta ni siquiera una razón, simplemente viajaban. Y mientras lo hacían conocían y compartían. Sobre eso escribió magníficamente Navajo en una de esas series río que yo mismo inicié en el Dazibao y que llevaba por título “lugares”.
Parece fácil, para los que ya me conocéis un poco, (al final es muy difícil, digan lo que digan Straika o Nicotín permanecer tiempo en un lugar sin significarte ni acabar interesándote por los demás, y esto es algo que con ambos puedo rebatir) intuir que mi subconsciente deseo era el de viajar, pero; en realidad no era eso lo que me atraía de la serie, no era el viaje en si, sino, como ya aventuró Navajo, el recorrer el camino. El caminar, el aprender(te/me), el conocer(te/me) como única y verdadera meta. No hay un fin ni una pretensión específica en mis actos. Camino porque me encanta hacerlo sin buscar un destino final, al menos, no un destino tangible físicamente.
Yo viajo por el placer de viajar. Viajo por lugares, pero sobretodo viajo por personas. Soy un vampiro, un verdadero y atávico ser inmortal. Me nutro de los conocimientos y de los sentimientos, pero siempre, a diferencia del vampiro de papel, expongo abiertas mis venas a todo aquel que quiera libarme.
Y perduro en tu recuerdo tal como tú perduras en el mío.
Y todo este maremagnum de sentimientos y conocimientos van conformando ideas y modos de ver las cosas que me acompañan y me hacen entender mejor mi camino.
Hace muy poco he estado viajando por Erick From, no a través de él, sino de sus escritos. Yo nada he podido transmitirle a él pero si que he recibido mucho.
Sino fuera tan memo hace tiempo que sabría que mis pensamientos e ideas están recogidas mucho más ordenada y sabiamente de lo que yo podría jamás hacer en una corriente de pensamiento que recibe el nombre de humanismo (hablo de las ideas del humanismo social, no opino por ahora las ideas que propugna el humanismo económico). Existe un famoso credo, que puede encontrarse en “El humanismo como utopía real”, de From que expone los puntos básicos de lo que el entiende como humanismo. Coincido absolutamente con las ideas de dicho credo y me alegra enormemente saber que son muchos más y además mucho mejores los que empujan en la misma dirección. Tal vez un día bucee en internete (si no la hace antes prez por mi)con el fin de compartir con vosotros.
Vuestro, despertando siempre;
Dolordebarriga
Nada en televisión, salvo la imagen de Oimara Sánchez ahogándose poquito a poco en el río de lodo que la llevaba presa y el ciudadano Pequinés que maletín en mano detenía una columna de tanques, me ha conmovido tanto. La fuerza de estas dos últimas imágenes es tan evidente que en nada extraña que mis vísceras se contrajeran y grabaran a fuego, cada cual con el humor que le correspondía, todas las tonalidades cromáticas, sonoras e incluso olfativas y táctiles que vomitaba la caja catódica. Es extraño, pero para mí, Oimara y el tipo del maletín no solo son colores y sonidos, sino también texturas, olores y sabores. Huelo la tierra húmeda y el olor a combustible de los tanques, siento la suavidad de la piel del rostro de Oimara bañado por la lluvia y las lágrimas y el vello erizado de los brazos del hombre del maletín y saboreo tanto la tranquilidad de ambos protagonistas como el miedo del resto de los que conformaban los cuadros pictóricos.
Pero lo del documental es diferente. Ahora, por fin comprendo que mi subconsciente conocía de antemano mis por entonces escondidos anhelos. Es por ello que la serie me fascinaba. El viaje en si era su leift motiv. No había un escape, ni una meta ni siquiera una razón, simplemente viajaban. Y mientras lo hacían conocían y compartían. Sobre eso escribió magníficamente Navajo en una de esas series río que yo mismo inicié en el Dazibao y que llevaba por título “lugares”.
Parece fácil, para los que ya me conocéis un poco, (al final es muy difícil, digan lo que digan Straika o Nicotín permanecer tiempo en un lugar sin significarte ni acabar interesándote por los demás, y esto es algo que con ambos puedo rebatir) intuir que mi subconsciente deseo era el de viajar, pero; en realidad no era eso lo que me atraía de la serie, no era el viaje en si, sino, como ya aventuró Navajo, el recorrer el camino. El caminar, el aprender(te/me), el conocer(te/me) como única y verdadera meta. No hay un fin ni una pretensión específica en mis actos. Camino porque me encanta hacerlo sin buscar un destino final, al menos, no un destino tangible físicamente.
Yo viajo por el placer de viajar. Viajo por lugares, pero sobretodo viajo por personas. Soy un vampiro, un verdadero y atávico ser inmortal. Me nutro de los conocimientos y de los sentimientos, pero siempre, a diferencia del vampiro de papel, expongo abiertas mis venas a todo aquel que quiera libarme.
Y perduro en tu recuerdo tal como tú perduras en el mío.
Y todo este maremagnum de sentimientos y conocimientos van conformando ideas y modos de ver las cosas que me acompañan y me hacen entender mejor mi camino.
Hace muy poco he estado viajando por Erick From, no a través de él, sino de sus escritos. Yo nada he podido transmitirle a él pero si que he recibido mucho.
Sino fuera tan memo hace tiempo que sabría que mis pensamientos e ideas están recogidas mucho más ordenada y sabiamente de lo que yo podría jamás hacer en una corriente de pensamiento que recibe el nombre de humanismo (hablo de las ideas del humanismo social, no opino por ahora las ideas que propugna el humanismo económico). Existe un famoso credo, que puede encontrarse en “El humanismo como utopía real”, de From que expone los puntos básicos de lo que el entiende como humanismo. Coincido absolutamente con las ideas de dicho credo y me alegra enormemente saber que son muchos más y además mucho mejores los que empujan en la misma dirección. Tal vez un día bucee en internete (si no la hace antes prez por mi)con el fin de compartir con vosotros.
Vuestro, despertando siempre;
Dolordebarriga