Como lo ven algunos ingleses
Publicado: 19 Nov 2004 09:15
La despiadada complicidad de los medios occidentales con la carnicería iraquí
El hito ensayístico de Edward S. Herman titulado La banalidad del Mal nunca pareció más oportuno. “Para perpetrar actos terribles de forma organizada y sistemática es necesaria la ‘normalización’, escribió Herman. “Existe usualmente una división del trabajo para ejecutar y racionalizar lo impensable: un grupo de individuos lleva a cabo la brutalización y el asesinato... y otros trabajan en mejorar la tecnología (un horno crematorio más eficiente, un tipo de napalm que arda durante más tiempo y sea más adhesivo, fragmentos de bomba que penetran en la carne siguiendo trayectorias de difícil trazado). Es la tarea de los expertos y de los medios de comunicación mayoritarios normalizar lo impensable para el público general”.
En el programa Today de la emisora Radio 4 (6 de noviembre), un reportero de la BBC que transmitía desde Bagdad describía el inminente ataque contra la ciudad de Faluya como “peligroso” y “muy peligroso” para los estadounidenses. Al ser preguntado sobre la población civil el reportero respondió tranquilizadoramente que los marines estadounidenses estaban “haciendo sonar la megafonía” y conminando a la gente a salir. Omitió decir que decenas de miles de personas iban a quedar atrapadas en la ciudad. Mencionó de pasada el “intensísimo bombardeo” de la ciudad, pero en ningún momento sugirió lo que eso significa para la población sobre la que se lanzan las bombas.
Por lo que respecta a los defensores de la ciudad, aquellos irakíes que resisten en una ciudad que desafió heroicamente a Sadam Husein eran simplemente “los insurgentes emboscados en la ciudad”, como si constituyeran un cuerpo extraño, una forma inferior de vida destinada a ser “expurgada” (The Guardian), una presa adecuada para “atraparratas”, que es la palabra que, según informó otro reportero de la BBC, emplean los soldados británicos del Black Watch (1). Según un alto oficial británico, los estadounidenses ven a los irakíes como untermenschen, el término utilizado por Hitler en su Mein Kampf para describir a judíos, gitanos y eslavos como subhumanos. Así es como el ejército nazi plantó sitio a las ciudades rusas, masacrando por igual a combatientes y a civiles.
Ése es el racismo que hace falta para normalizar crímenes coloniales como el ataque contra Faluya, uniendo nuestra imaginación al “otro”. El eje central de las informaciones [que se difunden en los medios occidentales] es que los “insurgentes” están dirigidos por siniestros extranjeros del tipo de los que decapitan a la gente: por ejemplo, por Musab al-Zarkawi, un jordano al que se atribuye ser el “máximo representante” de Al-Kaeda en Irak. Eso es lo que dicen los estadounidenses; ésa es también la última mentira de Blair al Parlamento. Cuéntese las veces que se va repitiendo como cháchara de loro a las cámaras y a nosotros. No se advierte la ironía del hecho de que los extranjeros que hay en Irak son en su abrumadora mayoría estadounidenses y que, según todos los indicios, los irakíes los odian. Estos indicios provienen de organizaciones de prospección aparentemente fiables, una de las cuales calcula que de los cerca de 2.700 ataques llevados a cabo mensualmente por la resistencia, sólo seis son atribuibles al infame al-Zarkawi.
En una carta enviada el 14 de octubre a Kofi Annan, el Consejo de la Shura de Faluya, responsable de la administración de la ciudad, manifestaba lo siguiente: “En Faluya [los estadounidenses] han creado un nuevo objetivo difuso: al-Zarkawi. Ya ha pasado casi un año desde que se inventaron este nuevo pretexto y cada vez que destruyen casas, mezquitas, restaurantes y asesinan niños y mujeres, dicen: `Hemos lanzado una exitosa operación contra al Zarkawi’. El pueblo de Faluya le garantiza a usted que tal persona, caso de que exista, no se halla en Faluya... y que no mantenemos ningún vínculo con ningún grupo que apoye semejante conducta inhumana. Apelamos a usted para que inste a la ONU [a que impida] la nueva masacre que los estadounidenses y el gobierno títere planean perpetrar en breve en Faluya al igual que en otros lugares del país”. Ni una sola palabra de todo esto halló un hueco en los principales medios de comunicación de Gran Bretaña y de los USA.
“¿Qué impacto necesitan experimentar para salir de su desconcertante silencio?”, se preguntaba el autor teatral Ronan Bennett el mes de abril después de que los marines estadounidenses, en un acto de venganza colectiva por la muerte de cuatro mercenarios estadounidenses, mataran a más de 600 personas en Faluya, una cifra que nunca fue disputada. Entonces, igual que ahora, los estadounidenses descargaron sobre miserables barriadas la feroz potencia de fuego de aviones artillados AC-130, de cazabombarderos F-16 y de bombas de 250 kilos. Incineran niños y sus francotiradores se jactan cuando matan a alguien, como hacían los francotiradores de Sarajevo.
Benett se refería a la legión de silenciosos laboristas que se sientan en los escaños de la oposición --salvadas algunas honrosas excepciones-- y a jóvenes ministros lobotomizados (¿recuerdan a Chris Mullin?). Podría haber añadido también a esos periodistas que tensan hasta el último tendón para defender a “nuestro” bando y que normalizan lo impensable sin pararse a señalar la evidente inmoralidad y criminalidad de la empresa. Por supuesto, sentirse impactado por “nuestras” acciones es peligroso, pues puede conducirnos a una comprensión más amplia de la razón por la cual nosotros estamos ahí en absoluto, así como del dolor que nosotros estamos llevando no solamente a Irak sino a muchos lugares del mundo. En definitiva, puede alumbrar la comprensión de que el terrorismo de Al Kaeda es una minucia comparado con nuestro terrorismo. No hay nada de ilegal en este encubrimiento. Está ocurriendo a la luz del día. El ejemplo reciente más impresionante se produjo después de que el pasado 29 de octubre la prestigiosa publicación científica Lancet publicara un estudio que arrojaba una cifra aproximada de 100.000 irakíes muertos como consecuencia de la invasión anglo-estadounidense. Según Lancet, el 85% de las muertes han sido causadas por acciones de estadounidenses y británicos, y el 95% de esos muertos han perecido víctima de ataques aéreos y fuego de artillería. La mayoría de las víctimas son mujeres y niños.
Los editores del excelente MediaLens observaron la prisa, o mejor dicho, la estampida que se produjo para ahogar esta estremecedora noticia bajo un manto de “escepticismo” y silencio (mediaLens.org). Informaron que, a fecha del 2 de noviembre, el informe de Lancet había sido ignorado ya por el Observer, el Telegraph, el Sunday Telegraph, el Financial Times, el Star, el Sun y por muchos otros medios. La BBC dio cuenta del informe encuadrándolo en un contexto de “dudas” gubernamentales y Channel 4 News emitió una crítica feroz basada en instrucciones de Downing Street. Con una sola excepción, nadie pidió a ninguno de los científicos que confeccionaron este informe rigurosamente contrastado por sus colegas que defendiera su trabajo hasta diez días más tarde, cuando el Observer, favorable a la guerra, publicó una entrevista con el editor de Lancet, sesgada de tal forma que daba la impresión de que el editor estaba “respondiendo a sus críticos”. David Edwards, editor de Media Lens, pidió a los investigadores que respondieran a las críticas de los medios de comunicación. Los argumentos con los que las demolieron meticulosamente pueden ser leídos en el número de medialens.org del 2 de noviembre. Nada de todo esto apareció publicado en los medios de comunicación mayoritarios. Así, la impensable realidad de que nosotros nos habíamos dedicado a perpetrar tamaña carnicería fue suprimida –normalizada. Eso recuerda el modo como se suprimió la muerte de más de un millón de irakíes, incluyendo a medio millón de niños menores de cinco años, víctimas del embargo auspiciado por los británicos y estadounidenses.
Por contraste, en ningún momento los medios de comunicación han cuestionado la metodología empleada por el Special Tribune irakí para afirmar que existen 300.000 cadáveres de víctimas de Sadam Husein enterradas en fosas comunes. El Special Tribune, un producto del régimen colaboracionista de Bagdad, está dirigido por estadounidenses; los científicos respetables no quieren tener nada que ver con él. No se cuestiona lo que la BBC denomina “las primeras elecciones democráticas de Irak”. No se informa de que los estadounidenses han asumido el control del proceso electoral mediante dos decretos emitidos en junio que autorizan a una “comisión electoral” a eliminar a los partidos que no sean del agrado de Washington. La revista Time ha revelado que la CIA está comprando a sus candidatos preferidos, método con el que la agencia ha amañado elecciones en todo el mundo. Cuando las elecciones se celebren –si se celebran— nos van a inundar de clichés hueros sobre la nobleza de las votaciones mientras que las marionetas de los USA estarán siendo elegidas “democráticamente”.
Fragmento de un artículo de John Pilger, profesor invitado en la Universidad de Cornell, Nueva York. Su último libro, No me cuentes mentiras: el periodismo de investigación y sus victorias, ha sido publicado en Gran Bretaña por Random House.