pH, más que hamor, frensi.

O López o nada
Por David Gistau
El Mundo
30/03/05,


A un hijo de mexicanos que intentaba convertirse en actor le dijeron que llamándose Antonio Quintanilla jamás lograría ingresar en el starsystem: «Suena demasiado hispano. Ningún galán se llamaría Quintanilla». Pero sí Anthony Quinn, que ése ya es un nombre que se lo dices por el telefonillo a Rita Hayworth para invitarla a cenar y baja.

Lo de sonar demasiado hispano es cosa que tampoco beneficia a quien pretenda hacer carrera, no ya en el cine, sino en ciertos destinos de la política actual. Por ejemplo.

Quién no recomendaría un psiquiatra a un tío que, llamándose José Luis Vélez Díez y siendo hijo de un guardia civil de Zaragoza, intentara acaudillar a la tribu en un delirio patriotero basado en la xenofobia antiespañola.

Tan ridículo como intentar ligar con Rita Hayworth llamándose Quintanilla. Pero claro, puede ocurrir que el tal Vélez Díez recurra a un nombre artístico para borrarse cuanto de él suene a hispano y encajar así en su personaje, que no es el de galán, sino el de gañán.

Y entonces pasará a llamarse Josep Lluis Carod-Rovira, de los Carod-Rovira de toda la vida, que ése ya es un nombre que se lo dices por el telefonillo a ’Josu Ternera’ para invitarle a conspirar y baja.

Otro que suena demasiado hispano es Patxi, ese político que en todo momento lleva la cara que se le puso a Máximo Pradera cuando le quitaron el programa, a quien alguien habrá avisado de que «ningún lehendakari se llamaría López».

Demasiado español; es más fácil que salga elegido un lehendakari negro como el de la película Airbag. Por eso, el candidato socialista, en los carteles electorales, sale minimizado al PL. La P es por Patxi y la L, por lehendakari, que el apellido López lo abandonó en una gasolinera antes de emprender viaje como se hace con los perros cuando molestan.

Demasiadas resonancias españolas, demasiado Quintanilla para el starsystem montañés, ése en el que, con tal de honrarles, hasta a los etarras llamados García, y naturales hasta la generación anterior de Castilla o Extremadura, se les inventa un apodo artístico que suene como si lo hubieran tallado con hacha.

Patxi, por tanto, se podó el López para pagar el tributo antiespañol necesario para hacer carrera en el Norte. Acaso fuera demasiado tarde para imitar a Carod e inventarse un nombre artístico de ésos en los que salen unidos los linajes de dos caseríos, no intente pronunciarlo sin respirar.

O podría haber emulado a aquel Carmona, futbolista del Alavés de origen andaluz pero metido a capitán abertzale que, dispuesto a renegar de las raíces con tal de no sonar «demasiado hispano», se rebautizó como Karmona.

Pero claro, ¿dónde le cabe una K a López?