pH, más que hamor, frensi.

Si algo ha tirado por tierra Juan Pablo II durante los últimos meses ha sido el dicho del Vaticano de que un Papa "nunca está enfermo hasta que se muere". El Vaticano ha hecho un esfuerzo ímprobo por dar transparencia a la agonía del Papa, probablemente porque el proceso para elegir al nuevo sucesor de Pedro está más que atado. Es un ritual que se repite desde hace siglos.

Dado que el Sumo Pontífice ha reiterado su negativa a la renuncia, en el momento de su muerte dos prelados se convertirán en los grandes protagonistas de la sucesión: el cardenal riojano, de 78 años, Eduardo Martínez Somalo, que es el Camarlengo y, por tanto, asumirá la Jefatura del Estado Vaticano cuando fallezca el Papa, y el prelado alemán Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Este último tendrá un papel decisivo, dado su enorme conocimiento de los entresijos de la Curia Romana. El anuncio de la muerte del Papa lo hará el secretario de Estado del Vaticano, Angelo Sodano.

En el momento de la muerte, la institución más antigua del mundo queda automáticamente 'descabezada'. Sólo tres cardenales mantendrán sus cargos: El argentino Leonardo Sandri (ministro de Interior) y los italianos Giovanni Rajolo (secretario de Relaciones para los Estados) y Camilo Ruini (vicario general del Papa para la Diócesis de Roma) no cesarán en sus cargos. La persona que tendrá la máxima autoridad durante los días hasta que haya un nuevo sucesor será el actual camarlengo del Pontífice, Martínez Somalo.

La muerte del Papa debe ser certificada por un médico, pero en ese momento la tradición dice que el camarlengo deberá situarse frente al lecho de muerte y golpear con un pequeño martillo de plata tres veces la frente del Pontífice, mientras le llama por su nombre de pila. Luego, Somalo deberá seguir otro ritual medieval: con ese mismo martillo romper el anilo papal -el 'pescatorio'- para asegurarse de que nadie pueda falsificar su sello.

A continuación, el vicario de Roma comparecerá en la televisión pública italiana para anunciar oficialmente la muerte del Papa. Mientras, la Santa Sede enviará a todos los miembros del Colegio Cardenalicio un telegrama convocándoles al cónclave. En la última ocasión, el texto rezaba: "El Papa ha muerto, ven de inmediato".

Independientemente de dónde fallezca, los funerales serán en el Vaticano, aunque antes de que se celebren el cuerpo del Pontífice estará expuesto durante tres días al público. Los funerales se realizarán probablemente al aire libre, en la Plaza de San Pedro, para dar cabida a la multitud que querrá estar presente.

Enre 15 y 20 días después de la muerte, arrancará un cónclave secreto en la Capilla Sixtina que designará oficialmente al nuevo Santo Padre. A esta reunión, presidida por Joseph Ratzinger, acudirán 117 cardenales, (58 son europeos, 14 norteamericanos, 21 latinoamericanos, 11 africanos, 11 asiáticos y dos de Oceanía). En el cónclave estarán presentes todos los cardenales, pero sólo tienen derecho al voto los menores de 80 años. La mayoría necesaria en esta votación ha de ser de dos tercios.

Antes de que se reúna el cónclave, el colegio cardenalicio se reunirá para analizar el estado de la Iglesia, pero en ellas ningún cardenal se puede postular para suceder al Papa.