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El Caballo de Sodoma

Publicado: 15 Jun 2005 15:45
por mapoche
El matrimonio da un fin final a la mujer (la maternidad), que hasta
entonces era materia prima, y un producto al hombre (el hijo), que
era mera forma o potencia. Por él ama aquélla al hijo concreto, a su
hijo, en el que ve la imagen o paradigma del padre. Luego, al fin,
también consigue amar al padre, su marido, en la concreción de un
ser.

Recuerdo que María, la mujer más perfecta según el cristianismo, no
tuvo un verdadero marido. Por tanto, su amor hacia su hijo -reflejo
de Dios y de la humanidad- fue pleno e incondicionado.

De lo que se sigue que la mujer ordinaria es incapaz de amar
perdurablemente fuera del matrimonio, es decir, sin confiarse a ese
sacramento. ¿Significa lo anterior que todas las mujeres de tal
condición, que son la mayoría, vienen a parecerse a las prostitutas?
En efecto, aunque sean vírgenes.

Por otro lado, los hombres, que sí están facultados para amar
autónomamente, son incapaces de dar fruto por ellos mismos. Por
ende, su amor carnal no es perpetuo si, evitándola, prescinde de esa
finalidad carnal y natural, por más que cumpla con los requisitos de
reciprocidad y suficiencia.

En definitiva, habiéndose concebido el matrimonio para satisfacer
los fines carnales del hombre y los espirituales de la mujer, es
falso y dañino un "matrimonio" que deje al hombre sin hijos y a la
mujer sin maternidad, como es el caso de las uniones homosexuales, a
las que sólo la demencia puede dar crédito.


3. EL GAY VA DESNUDO

El lobby gay y la heterosexualidad degenerada (la homosexualidad
siempre lo es) quieren que el sexo sea algo indiferente, neutro,
relativo, convencional, intercambiable. Pero el sexo es algo más que
echar una cana al aire. En cierto modo es la esencia del hombre,
tanto del vulgar y sensual como del extraordinario y espiritual.
Ambos se definen en base a su relación con el sexo, sea ésta
inercial o racional, obvia o problemática. Negar esta condición
constitutiva del sexo es negar al hombre y convertir la humanidad en
una especie animal más. Con la diferencia de que, para colmo, se la
condena a la más vergonzante y egoísta de las extinciones en el
altar de la lujuria.

Los homosexuales tienen un vicio por su condición, pero no pecan si
no consienten a él. Absolutamente nadie puede ignorar
indefinidamente las tendencias viciosas, y ningún mortal está libre
de pecado. Ahora bien, ¿qué pensaríais de un obeso que intentase
elevar la gula a la categoría de privilegio civil? Una cosa es
respetar a los homosexuales y otra muy distinta es reconocer a los
gays, capitular frente a la bajeza.

Un monstruo no es tal por su carácter improbable, es decir, por la
parvedad de casos de su tipo, pues, si así fuera, también serían
monstruos los seres excepcionales, Jesucristo a la cabeza. Ahora
bien, el fenómeno monstruoso se da cuando un ser está dotado de
órganos o facultades que no corresponden a fin alguno, como por
ejemplo, tres ojos en un mismo rostro (que rompen el eje de simetría
de la visión), la bicefalia (que impide ejercer autónomamente el
control sobre los miembros) o la atracción por personas del mismo
sexo, destinada a eliminar el amor de la faz de la tierra, como
preámbulo macabro a la desaparición de la raza humana.

Primero fue el amor sin descendencia ("libre"), luego el amor sin
compromiso (al que habría que llamar "libérrimo"). Ahora sólo queda
el "amor" sin amor, entiéndase, la cópula libertina, esgrimiendo el
mero goce escatológico del propio cuerpo en perjuicio de cualquier
otra consideración. Hay heterosexuales que "aman" así, pero no están
obligados a hacerlo. La institución jurídica del "matrimonio
homosexual", por contra, crea un paradigma que desecha cualquier
forma de relación que no sea la fundada en el banal interés erótico.

No puede haber comunión de ideales ni afirmación de la vida (esto
es, familia) desde la perspectiva de la caducidad, como tampoco
puede darse la amistad desde la instrumentalización sexual del otro
("Para considerar a una mujer nuestra 'amiga' sería preciso que nos
inspirase alguna suerte de antipatía física", dejó escrito
Nietzsche). Los homosexuales degradan el amor, rebajándolo hasta el
nivel de la amistad, para acto seguido arruinar la amistad,
encerrándola en la mazmorra del sexo.

Las parejas estables gays, las poquísimas que hay y que habrá, no
dan nada a la sociedad, luego la sociedad no les debe nada en tanto
que parejas. Ello aún sin entrar a juzgar su aptitud moral, que, por
supuesto, yo también discuto.

La sodomía no tiene ningún fin, ni próximo ni remoto, que no sea la
obtención de placer. Rascarse un brazo -se me contestará- tampoco
cuenta con fines adicionales, y no por ello entra en la categoría de
lo anormal o deforme. Pero nadie consagra una parte importante de su
vida a rascarse, ni aspira a edificar algo superior a partir de este
fundamento. Por ello es un abuso crear instituciones jurídicas "ad
hoc" que, más allá de la protección contractual, amparen derechos
inexistentes, como el que puedan tener los zurdos a trepar escaleras
violetas. Máxime cuando tales prerrogativas individuales se oponen a
derechos inalienables de la sociedad, por ejemplo, el de fundar una
verdadera familia.

Los gays reclaman el derecho al matrimonio para escarnecer el amor
y, mediante su marginación, parecer ellos menos enfermos. Se intenta
dar una solución sociológica a un problema psicológico,
arrastrándose a todo el cuerpo social en una caída en picado hacia
la animalidad.

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Publicado: 16 Jun 2005 01:08
por mapoche
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