Es el final de Elecktra de Richard Strauss. Su obra más oscura y vanguardista, que muchas veces bordea los extremos de lo tonal y pretende, con un impresionismo exacerbado, retratar al personaje central desde la perspectiva freudiana, tan de moda en aquel momento. En este final precisamente la obra culmina con un desenlace tonal más melódico, dentro de lo que cabe. Hay que ojear el argumento para entender un poco todo esto, y así de paso repasamos algo de tragedia griega que nunca viene mal.
Agamenón, padre de Elektra y Crisotemis, rey de Micenas, es asesinado por su esposa, Clitemnestra, quien además le usurpa el trono junto con su amante adúltero, Egisto. Elektra tiene un hermano, Orestes, al que se da por muerto. Clitemnestra y Egisto viven en palacio acosados por los remordimientos y la paranoia de una venganza. Mientras que Crisotemis se ha adaptado bien a la nueva situación y sólo aspira a llevar una vida lo más normal posible, el odio ha hecho enloquecer a Elektra, que vive voluntariamente como una mendiga por los rincones, cubierta de mugre y harapos y diciendo incongruencias. Su presencia y su comportamiento sirven de acicate para la inquietud de su madre y su amante. La ópera es una sucesión de ocho escenas donde Elektra se confronta con cada uno de los personajes. Finalmente, Orestes, que no ha muerto, aparece y venga a su padre Agamenón ajusticiando (fuera de escena) a Clitemnestra y a Egisto.
En esta escena final, Crisotemis entra para comunicar a Elektra que los hombres de Orestes se han hecho con el control del palacio y han acabado con la vida de los adúlteros. Pese a que hay numerosas bajas, todos celebran la victoria, besan los pies de Orestes y han encendido mil antorchas. Los soldados corean de fondo el nombre de su caudillo. Elektra ya estaba al corriente de todo. Orestes se le presentó antes de ejecutar su plan y ella misma guió a Egisto con una antorcha y comentarios cínicos a la cámara donde le esperaba su verdugo. El canto triunfal de Clitemnestra que abre este fragmento es espectacular y su orquestación, exuberante. “¿Qué si no puedo oír la música?” –responde Elektra a la noticia - “La música sale de mí.” Desde la muerte de Agamenón, Elektra ha convertido la venganza en el eje central de su vida. Una vez consumada, se sumerge en una danza de dicha delirante y cae muerta al perder esa única razón que la mantenía viva.
Richard Strauss (Munich 1864 - 1949) que ya había roto moldes con Salomé (1905), avanzó un paso más con Electra, situándose casi al borde del atonalismo.
Una de las características de la obra es su colosal orquestación; un total de 111 músicos deben sentarse en los atriles del foso, lo que, indudablemente, convierte a la orquesta en protagonista casi absoluta de la obra. En La Mujer sin Sombra, utiliza 4 instrumentos menos. El propio Strauss ante las quejas de alguna soprano, se limitó a decir que él se conformaba con que pudiera escucharse un 40% de las voces. Esta es la razón por la que la mayoría de las grabaciones discográficas maquillan artificialmente esa desproporción entre música y voz. Algunas sátiras circularon por Alemania en las que se afirmaba que el compositor, en su próxima obra, pensaba incluir 4 locomotoras, 10 jaguares y algunos rinocerontes; incluso se llegó a afirmar que durante una representación en Dresde, la mitad de la orquesta había interpretado Salomé y la otra mitad Electra sin que nadie notara nada.
La obra fue estrenada en el Teatro de la Opera de la corte de Dresde el 25 de enero de 1909, donde ya había sido estrenada Salomé 4 años antes. Como anécdota hay que señalar que al ensayo general sólo fue invitado un público profesional que, sobrecogido por la obra, permaneció en silencio al concluir esta; Strauss interpretando erróneamente ese silencio exclamó: "pues a mí me ha gustado".
El libreto, en un sólo acto, es obra de Hugo von Hofmannsthal (1874 - 1929) basado en la tragedia homónima de Sófocles.
'Elektra! Schwester! Komm' mit uns!' - Strauss - 'Elektra'
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