A Kiedis.
El de Red Hot.
Fue en el Círculo de Bellas Artes, en un bonito octubre de 2003, recién sacadito el By the way.
Sin camiseta, con sus pelos al viento, en medio de la parte más infernal del estribillo de Give it away, docenas y docenas y docenas de personas pegando saltos a escaso metro y medio suyo.
Entonces miró hacia todos nosotros, seres sudorosos y alienados de la primera y segunda fila y, aprovechando el sólo que estaban haciendo Frusciante y Flea, pilló tres pasos de carrerilla, agarró fuertemente el micro, y saltó hacia la zona donde yo estaba.
Si hay algo peor que el que la gente se aparte, es que la gente no levante los brazos para amortiguar el golpe.
80 kilos de músculo aplastaron a una pobre chavala que había justo a mi lado. Las putas zapatillas blancas de Kiedis me rozaron la ceja mientras él se incrustaba en el suelo, arrastrando a tres personas bajo él.
No tardó ni dos segundos en levantarse y saltar de nuevo hacia el escenario.
La chica dejó que su novio la levantara, visiblemente conmocionada, y se marcharon.
No la volví a ver.
Anthony pidió disculpas por el accidente con un escueto y sonriente:
"Le sientou".
La gente aplaudió tal muestra de campechanismo.
A los tres doloridos infelices creo que no les hizo tanta gracia.
Luego, y jamás sabré si fue casualidad o no (aunque supongo que sí) tocaron "Cabron".
Una de esas casualidades bonitas que se suelen contar cuento la hermandad planea alrededor de tu grupo de borrachos y mayormente oligofrénicos amigos.
El concierto, por otra parte, un puto espectáculo digno de ver aunque sea pagando demasiado.
