Quiniela 2025
Publicado: 17 Dic 2024 11:38
Recordemos las normas: 10 candidatos por persona. Para el baremo de puntos, se restará a 100 la edad del finado.
Tras muchos años nominando a actores nonagenarios de Hollywood, este año he decidido cambiar de estrategia, e intentar repetir mi one hit wonder (cuando acerté a Sinead O’Connor, que con las actuales reglas de puntuación me habría dado muchos puntos) con gente más joven, pero que se cuida poco.
Charlie Sheen: El bueno de Charlie se ha follado a todas las prostitutas de Los Ángeles (sin condón) y tiene pinta de haber bebido y esnifado todo lo que se le ponía por delante. Ahora parece que va de santurrón, pero la cabra tira al monte, y ese cuerpo tiene que estar muy castigado.
Kiko Rivera (AKA Paquirrín): Sobrepeso, coketa y un cerebro de avestruz. Traumitas de hijo loco. Una combinación ganadora. Dos ojos como dos puñaladas. La Pantoja le tiene reservado sitio en el panteón.
Pocholo Martínez-Bordiu: El ictus y el infarto cerebral le rondan. No era un camello, sino una caravana, la que le traía la materia colombiana. Le incinerarán con su pochila.
Camilín (el hijo de Camilo Sesto): Mezcla de transexual, yonki desdentado y Mila Jovovich en “El quinto elemento”, la cordura hace tiempo que partió rumbo a lo desconocido. Si no muere de sobredosis, lo apuñalarán. Más allá de toda posibilidad de ayuda.
Belén Esteban: Aunque ahora haya cogido peso (y cara de rana) y se esté cuidando, ella sola ha financiado todas las casas del jefe del Cartel de Culiacán, y encima tiene diabetes. La verdad es que es dura la tía, pero también era duro su tabique nasal y mira… Un clásico en mis listas, siempre me falla y no la palma. Este año sí.
Miguel Bosé: La mezcla de kilos de coca y magufismo no pueden salir gratis. Ese cerebro está con un 1% de batería, y seguramente anda comprando cadmio y manganeso por internet porque ha leído en noseasborrego.com que las infecciones no hay que tratarlas con antibióticos porque te meten grafeno. Juguete roto. Por si fuera poco, el tal Nacho Palau le hace vudú.
Joaquín Sabina: Yayo ex coquero, cerebro de esponja, ya sufrió un marichalazo, y ahora parece que se cuida, pero ese cuerpo flaco y gastado tiene un límite, y yo lo siento cerca. 19 días metiéndose farlopa, 500 noches despierto, dos peces de hielo en un güisqui on the rocks. Vive de prestado.
Dani Martín: Ha perdido 20 kilos y hace referencias a su inestabilidad mental y a que el alcohol no le hacía bien y lo ha dejado. Yo apuesto a un trastorno bipolar lo suficientemente bien tratado como para que la cosa solo se note cuando está muy borracho. Me jode apostar contra enfermos mentales como yo, pero oye, hemos venido a jugar.
Amaia Montero: Otra colega de psiquiátrico. Años en el ostracismo, años en portada por sus desvaríos, ahora se rumorea que va a volver con La Oreja, no aguantará el ritmo de las giras y petará. Pobra Amaia. Cuídate Amaia. Los locos debemos apoyarnos.
Ortega Cano: Señor que te da la mano dos veces, que se toma hasta la temperatura, Ortega Cano es insensible a la reciente reducción de la tasa máxima de alcohol al volante, y al grito de “¿Quién me va a decir lo que puedo o no puedo beber?” se monta en su Toyota Land Cruiser a destruir vidas y asfaltar la carretera con muertos. Si este no es una apuesta segura no sé yo ya.
Tras muchos años nominando a actores nonagenarios de Hollywood, este año he decidido cambiar de estrategia, e intentar repetir mi one hit wonder (cuando acerté a Sinead O’Connor, que con las actuales reglas de puntuación me habría dado muchos puntos) con gente más joven, pero que se cuida poco.
Charlie Sheen: El bueno de Charlie se ha follado a todas las prostitutas de Los Ángeles (sin condón) y tiene pinta de haber bebido y esnifado todo lo que se le ponía por delante. Ahora parece que va de santurrón, pero la cabra tira al monte, y ese cuerpo tiene que estar muy castigado.
Kiko Rivera (AKA Paquirrín): Sobrepeso, coketa y un cerebro de avestruz. Traumitas de hijo loco. Una combinación ganadora. Dos ojos como dos puñaladas. La Pantoja le tiene reservado sitio en el panteón.
Pocholo Martínez-Bordiu: El ictus y el infarto cerebral le rondan. No era un camello, sino una caravana, la que le traía la materia colombiana. Le incinerarán con su pochila.
Camilín (el hijo de Camilo Sesto): Mezcla de transexual, yonki desdentado y Mila Jovovich en “El quinto elemento”, la cordura hace tiempo que partió rumbo a lo desconocido. Si no muere de sobredosis, lo apuñalarán. Más allá de toda posibilidad de ayuda.
Belén Esteban: Aunque ahora haya cogido peso (y cara de rana) y se esté cuidando, ella sola ha financiado todas las casas del jefe del Cartel de Culiacán, y encima tiene diabetes. La verdad es que es dura la tía, pero también era duro su tabique nasal y mira… Un clásico en mis listas, siempre me falla y no la palma. Este año sí.
Miguel Bosé: La mezcla de kilos de coca y magufismo no pueden salir gratis. Ese cerebro está con un 1% de batería, y seguramente anda comprando cadmio y manganeso por internet porque ha leído en noseasborrego.com que las infecciones no hay que tratarlas con antibióticos porque te meten grafeno. Juguete roto. Por si fuera poco, el tal Nacho Palau le hace vudú.
Joaquín Sabina: Yayo ex coquero, cerebro de esponja, ya sufrió un marichalazo, y ahora parece que se cuida, pero ese cuerpo flaco y gastado tiene un límite, y yo lo siento cerca. 19 días metiéndose farlopa, 500 noches despierto, dos peces de hielo en un güisqui on the rocks. Vive de prestado.
Dani Martín: Ha perdido 20 kilos y hace referencias a su inestabilidad mental y a que el alcohol no le hacía bien y lo ha dejado. Yo apuesto a un trastorno bipolar lo suficientemente bien tratado como para que la cosa solo se note cuando está muy borracho. Me jode apostar contra enfermos mentales como yo, pero oye, hemos venido a jugar.
Amaia Montero: Otra colega de psiquiátrico. Años en el ostracismo, años en portada por sus desvaríos, ahora se rumorea que va a volver con La Oreja, no aguantará el ritmo de las giras y petará. Pobra Amaia. Cuídate Amaia. Los locos debemos apoyarnos.
Ortega Cano: Señor que te da la mano dos veces, que se toma hasta la temperatura, Ortega Cano es insensible a la reciente reducción de la tasa máxima de alcohol al volante, y al grito de “¿Quién me va a decir lo que puedo o no puedo beber?” se monta en su Toyota Land Cruiser a destruir vidas y asfaltar la carretera con muertos. Si este no es una apuesta segura no sé yo ya.