Supongo que a quien no le interese el tenis -o el deporte en general- le debe parecer extraño el revuelo que se ha montado en torno a Rafael Nadal. Pero lo cierto es que no es algo que se circunscriba al ámbito nacional: desde que tengo memoria, ningún deportista español causaba tanto revuelo en los medios extranjeros. Ni Gasol, ni Alonso (pese a que en Telecinco se diría que prácticamente es el nuevo Papa), ni nadie que se me ocurra ha obtenido tanta repercusión de golpe.
El tenis no es el deporte más popular en prácticamente ningún país, y en muy pocos de ellos está entre los más populares. Pero tiene una cobertura mediática relativamente grande, y no es raro que los principales tenistas sean más o menos conocidos entre la gente común ajena al deporte, o directamente sean estrellas, como McEnroe, Agassi o Kournikova. De entre los tenistas españoles de la era Open, algunos han tenido bastante prensa en el extranjero: Arantxa Sánchez también levantó cierta polvareda con su victoria ante Steffi Graf cuando era una adolescente y siguió dando bastante que hablar después; Carlos Moyá tiene muy buena prensa y es muy apreciado por su imagen de "classy guy" y tipo tranquilo; y Ferrero, obviamente, sigue siendo muy valorado pese al via crucis que está pasando para volver a parecerse a aquél que llegó momentáneamente al nº1 del mundo.
Pero Nadal ya es -en la práctica- el deportista español más famoso de las últimas décadas. No sólo por su irrupción como top-ten siendo un adolescente, sino por su imagen chocante y su no menos estrafalaria actitud: su físico más parecido al de un boxeador que al de un tenista, sus adrenalínicas celebraciones, su ya famoso "¡Vamos!", sus continuos e irritantes tics -arreglarse obsesivamente los calcetines, los calzoncillos (¿?), las zapatillas, secarse continuamente con la toalla- ...y esas miradas asesinas a sus rivales, repletas de odio criminal, que algunos puristas del tenis encuentran fuera de lugar, pero que a mí personalmente me divierten muchísimo.
Una cosa que sorprende mucho -por lo que he visto y leído- a los periodistas extranjeros es el contraste entre el Nadal de dentro y de fuera de la pista: fuera, ven al despistado chavalín que se pasea comiendo helado, que forcejea con su macarrónico inglés en las ruedas de prensa (se inventa palabras como "they apoyar me" o "I was mareated"), y que tiene una personalidad tranquila y unos amables modales. Y en la pista, ven al vikingo musculoso que les grita los puntos a los rivales en la cara y que levanta el puño con furia salvaje.
De hecho, en algún artículo americano comentan divertidos que Nadal sí responde al estereotipo de español que tienen los yankees: guerrero, excesivo, torero en definitiva. Otros tenistas españoles conocidos destacan precisamente por lo contrario: Moyá, Ferrero, Costa, Robredo, López, etc, son tipos bastante fríos y contenidos en la pista, y no se puede decir precisamente que ninguno de ellos tenga pinta de torero.
También varias leyendas del tenis han quedado deslumbrados con el carisma de Nadal: John McEnroe dice que es la aparición más impactante del tenis desde que Boris Becker irrumpió ganando Wimbledon hace 20 años. El propio Becker -también célebre por su fuerza mental sobre la pista- comenta alucinado que Nadal también grita "¡Vamos!" y salta dándose ánimos en los vestuarios, algo que jura no haber visto nunca. Esa personalidad de "killer" de la tierra batida contrasta, y mucho, con la frialdad -y casi aparente desgana- del genio del tenis actual, Roger Federer, cuyo juego es deslumbrante pero cuyo carisma ralla en lo nulo.
En cuanto a su juego, Nadal no vuelve locos a los fanáticos del juego de ataque "servicio-volea" propio de, por ejemplo, Federer. Pero tampoco es el típico jugador de tierra batida que devuelve pelotas desde la línea de fondo esperando el error (no es Albert Costa, para entendernos). El juego de Nadal presenta varias características casi únicas: su tremendo topspin (el efecto que le da a la pelota), su asombrosa inteligencia táctica y su casi inexplicable sentido innato de la posición (en esto recuerda mucho a Bjorn Borg), su movilidad sin parangón (Coria, que se destacaba en ese aspecto, casi parece lento a su lado), y su inexplicable capacidad para devolver algunas pelotas imposibles, ¡convirtiéndolas en golpes ganadores!. Sus golpes fuertes son muy, muy buenos: una derecha que recuerda a Moyá (aunque la de Moyá en sus mejores tiempos era para mí mejor), unos passing shots y drives cruzados que son de otro mundo, y unas dejadas de primer nivel. Sus puntos débiles también son evidentes, y tienen que ver con el juego de ataque: su servicio deja bastante que desear (de momento) pese a que tiene un buen porcentaje de primeros, y, aunque se sabe que puede subir a la red con cierto criterio, no se prodiga en ella. Tampoco parece ser demasiado aficionado a volear. Su otro punto débil es que su estilo de juego requiere mucho desgaste, y en el futuro podría llegar a pagarlo.
A falta de ver cómo se desenvuelve Nadal en superficies rápidas (como llegue a hacerlo bien estaremos ante el deportista español más importante de la historia: a su carisma y dominio total en tierra sólo le falta el éxito en pistas rápidas), porque, en tierra batida, no tiene pinta de que alguien vaya a toserle en un futuro próximo. Nadie se pregunta si volverá a ganar Roland Garrós, sino cuántos Roland Garrós ganará.
En definitiva, este chico es lo mejor que podía pasarle al tenis, lo mejor que podía pasarle a quienes nos gusta ver a alguien diferente sobre la pista, y lo mejor que podía pasarle al deporte español. Mucho, mucho mejor que lo de Alonso.
Nadal estalla en una de sus características celebraciones vikingas
en la puta jeta del adversario.
