pH, más que hamor, frensi.

Me he rayado ahí.

Buena partida.

Buena de verdad, sí. Cuando quieras jugamos otra.

Encantado; yo ahora me retiro, pero si quieres empezamos una ya mismo y la seguimos mañana.

Te confieso que en el momento en que te quedaste sin los dos enroques pensaba que te iba a ir desmoronando poco a poco y me ha sorprendido bastante la tenacidad con que has salido adelante. También creo que fui bastante ingenuo no cambiando las damas en su momento.

Pero vamos, me ha gustado bastante cómo has jugado en la parte final. Me parece que se te da mejor que a mí jugar con pocas piezas. Yo desde luego prefiero el juego más enrevesado de mitad de una partida, me es más fácil ser agresivo ahí, pero tú pareces más agresivo al final.

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Suelo jugar tranquilo, cuestión de carácter, pero también pensaba que quedaba peor cuando subiste el peón y me desmontaste el enroque. Esa ni la consideré. Al final di el peón para abrir columnas contra tu rey y aprovechar la artillería pesada, pero supongo que si vas moviendo el rey para que no me pueda comer ningún peón debían ser tablas.

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Una persona que sabía jugar (en serio, quiero decir, o sea que ni se molestaba en jugar conmigo aunque tuvo la paciencia de verme jugar alguna vez) me explicó un montón de cosas muy interesantes sobre la psicología de las partidas de ajedrez. Decía que todos, incluso quienes no sabemos jugar, reflejamos parte del carácter en el tablero. Yo también pensaba que era un jugador tranquilo hasta que me hizo ver que siempre hago planes centrado en el enroque contrario, lo que significa ser un jugador muy agresivo (también me explicó la diferencia entre un jugador agresivo y un jugador sencillamente alocado que ataca de primeras buscando apabullar al contrario, pero cuyo ataque es fácilmente desmontable si te defiendes medianamente bien). En cambio, me dijo que nunca se me iban a dar bien los finales, porque empecé muy mayor a jugar y el final requiere estar muy familiarizado con el lenguaje básico del ajedrez, cosa que no estoy. Y que el final es lo más difícil de jugar, especialmente para jugadores que en el juego medio confían más en la inspiración del momento, cosa que en el final ya no sirve de nada.

La verdad es que es un tema apasionante, incluso me llevó a leer sobre la psicología de algunos jugadores famosos: es increíble comprobar como por ejemplo Capablanca y Fischer tenían estilos muy distintos que se ajustaban perfectamente a sus respectivas personalidades, y que es casi imposible separar su estilo de juego de su idiosincrasia individual.