En primer lugar, y sin propósito polemizante, decir que las normas del árbitro ME LA SHUDAN y que la supuesta estructura del combate ME LA PASO POR EL FORRO DE LOS COJHONES.
Euros...algo debí sospechar cuando tuve por primera vez en mis manos aquellos billetes de colorines que parecían salidos del Monopoly, y aquellas moneditas relucientes cual chapitas de una botella de "Agua del Carmen".
"Euro-monedero", le decían. Una bolsita al estilo de un regalo del dominical de "El Mundo" o de esas colecciones por fascículos que nadie puede completar porque la editorial "olvida" ditribuirlos al cabo de cuatro o cinco números. Es decir, una total y absoluta mariconada.
Todos los gilipollas del país se gastaban 2.000 pesetas (con las que uno podía comer un menú decente, tomarse unas copas, jugar unos billares, ir a comprar el pan y el periódico y las revistas de la parienta, y aún quedaba para algo de tabaco) para comprar una ultra-kitsh bolsita que contenía 20 euros con los que no tienes ni para llevar al cine a la novia.
Y todos tan contentos con la puta bolsita: el cursi-consumismo había entrado en nuestro país y el dinero, efectivamente, se había convertido en un juguete. Moneditas de diseño que a los dos días se vuelven negras y billetitos tecnológicos
ultra-cool e
hiper-security que falsifica cualquier panda de rumanos en media hora.
Y con cada Euro-monedero, una muestra de Antiarrugas de Garnier de regalo.
Pero yo, que soy un ingenuo y un inocente, confiaba en la tradicional cazurrez española como potente vacuna contra la mariconada consumista y el pijerío estrasburgués. "Está claro -me dije- en cuanto salga la nueva moneda, sólo en Andalucía, y en diez minutos, le van a surgir cuatrocientos apodos ingeniosos". Y me dispuse a contemplar la habitual oleada de tergiversación de conceptos cañí, que iba sin duda a absorber las nuevas monedas y billetes hacia la total pueblerinización, con múltiples referencias a Chiquito de la Calzada, el "risitas" y el "pozí". Los viejos "perra gorda" y "perra chica", "chapas", "talegos", "duros", "gambas" iban a ser sustuídos por docenas de nuevos nombres ingeniosos.
"¿Eso qué ée, una moneda o er bótón
de la shaqueta?? ¿Te da cuen??"
Pero no. Ni nombres ingeniosos, ni apodos, ni toneladas de chistes que arrasaran la nación. De repente, la tradicional cultura española de o bien tomárselo todo a broma o bien ir directamente a la guerra civil, quedó anegada por la marea pijotera del materialismo centroeuropeo. Todo el mundo se preocupaba más de calibrar el cambio que de comentar jocosamente los colorines y mariconaditas de la recién estrenada pecunia.
A lo sumo, y al cabo de dos años, se empezó a generalizar el "leuro" o "luro", que sí, lo dijo el "risitas", pero es más producto de una casual disfasia barriobajeresca que de un humor espontáneo producto de la indolencia existencial del pueblo, para quien, hasta entonces, no existía más metafísica que la sepia a la plancha y el bocata de calamares.
El español de la peseta: recio, curtido, fibroso,
honorable, decente, viril, indestructible.
El español del euro: presumido, blandengue, con ropa de marca, peinado unisex, perfumadito,
que quiere ser cantante y que se pone collarín por cualquier mariconada.
Y fue entonces cuando comenzó todo: primero adoptamos lo peor del resto de Europa -los precios- sin adoptar lo mejor. De repente, un café que valía sesenta cucas pasó a costar ciento cincuenta. Un menú de seiscientas pasó a más de mil. Un kilo de tomates pasó de veinte duros a casi cuatrocientas. Una miserable lechuga pasó cuarenta a más de cien.
Eso sí, los sueldecitos quietos. Un sueldo de cien mil se quedó en cien mil.
Pero eso no es lo peor:
Nos volvimos todos maricones. De repente, pedirle dinero a un amigo dejaba de ser una recia muestra de camaradería para parecer que estabas tratando con la cajera del Dia:
-El desenfadado y juvenil "préstame veinte pavos" pasó al lamentable "¿me podrías dejar sesenta céntimos de euro?". El "te apuesto un talego" se transformó en un insulso "te apuesto seis euros", que suena como "te apuesto seis chicles" o "te apuesto seis cromos de Pokemon". Y el universal y maravillosamente hispánico "cinco duros" quedó reducido a...¡nueve céntimos de euro!
"Abuelo, ¿me prestas nueve céntimos de euro?"
Dicen con razón los filósofos que la palabra es el pensamiento. Y este amariconamiento de nuestro lenguaje ha conducido a un inevitable proceso de moñarrización de la sociedad española.
Los críos que antes vibraban con barón Rojo y Iron Maiden, ahora se corren por David Bisbal y Toni Santos. La prensa rosa, antes reducida a los quioscos, donde jamás un varón tenía contacto con ella como no fuera un gordito miope y pajillero atraído por el bikini de Rociíto en portada, ahora constituye casi el pilar fundamental de la idiosincrasia nacional.
"Casualidad", dirán algunos.
Sí, lo dirán esos mismos que entran asiduamente en un "burger king" a deglutir carne de rata frita en aceite de camión, pero que sufren arcadas en cualquier bareto de barrio en el que, no por más ausencia de higiene y buen servicio que haya, no deja de ser un manjar el alioli hecho a mano, contraviniendo todas las leyes del Ministerio que pretenden erradicar la
salmonella (¿? Pero, ¿quién ha tenido la
salmonella alguna vez? ¡Si precisamente comer en un tugurio inmuniza al organismo contra todo agente patógeno!).
No cabe duda alguna: si está todo tan limpio, el alioli es de bote.
Y eso, señores, eso no tiene perdón de Dios.
Lo que ya resulta enervante es que la argumentación progre y cronicamarcianesca se cuele en este post. ¿Las pesetas son malas por que algunas llevan la cara de Franco?? ¡por Dios! ¡El cráneo de Franco está hecho para estar en una moneda! Esa calva perfectamente esférica, esa papadita tan proporcionada...no como Juan Carlos, que, por muy constitucional que sea, quedaría mejor impreso en las plantillas DevorOlor, que es a lo que se ajusta el apepinado contorno de su cráneo.
¿Y qué decir de los billetes de euro? Vacíos, impersonales, con mucha pijadita pero poco espíritu y ningún distintivo nacional. ¿Nadie recuerda los ya míticos billetes de cien pesetas, que uno podía doblar hasta que la cara de Manuel de Falla se transformaba en la de ET el Extraterrestre? ¿y los billetes de mil con un tricornio pintado sobre Pérez Galdós y "vivas" a Tejero? ¿y los billetes con la cara del príncipe maquillada como un travestí?
Cuando el dinero era Dinero, y aún se utilizaba para apuntar
números de teléfono y hacer cuentas de última hora.
Compadezco a los niños de ahora. Lejos de nacer en un mundo de sensaciones, en el que el tamaño y forma de las monedas cambiaban, en el que los billetes eran un medio de expresión del sentir popular, ahora viven rodeados de moneditas ridículas y estampitas de colores, que en nada los distinguen de los repelentes niños franceses, los afeminados niños italianos o los cuadriculados niños alemanes. Sólo existen los euros, ni "chapas", ni "pelas", ni "gambas", ni "boniatos", ni nada. Somos una tribu más que perece ante la globalización cultural.
La vieja España se desvanece. Nos manejamos con los euros como un guiri cualquiera, sin plegarlos para ver si sale la cara de ET, sin pintarle tricornios, sin apuntar en ellos la quiniela que escuchamos por la radio del bar. Ahora sí, ahora vamos a ser europeos. Más pobres que los demás europeos, pero igual de gilipollas.
Esta es la verdadera España. No dejemos que muera.
Ahora todo es insulso y para colmo nos sale más caro. Lo único que cuesta más barato...¡oh, casualidad!, son los móviles, los ordenadores, los DVD's, y toda la miertda tecnológica que transforma una sociedad adorablemente humana y arcaica en una moderna, avanzada, confortable y total y absoultamente insípida sociedad europea de mierda.
Alguien debería decirle a esos gabachos y alemanes que Europa, la auténtica y original Europa, somos nosotros, y que ya teníamos monedas, bancos, escuelas y edificios cuando ellos aún iban con trenzas y en taparrabos dándole hachazos a todo lo que se movía.
Por el Imperio Romano. Por la Historia. Por España.
Que vuelva la peseta.
El euro es Elsa Pataky: muy bonita, rubia y europea. Pero para que te la toque
hay que ser millonario, o famoso, o millonario y famoso, o tan famoso como millonario.
La peseta es como Loreto Valverde: vestirá como una garrula y se ríe como una hiena,
pero directamente te pone el culo en la cara sin tener antes que ser campeón del mundo de motociclismo.


Si no sentís nostalgia al ver esto, que Perro gane el combate
o que venga mamá a cambiaros los pañales.
Recordad: la peseta es fácil, la peseta es accesible, la peseta es amigable,
la peseta confraterniza, la peseta se abre a tí.
...y tú quieres un buen culo. Un culo grande. Un culo hermoso.
Quieres un culo.
Quieres un culo...
quieres un culo...
nicotin gana...
tienes mucho sueño...
te pesan los párpados...
nicotin gana...
quieres un culo...

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