hablando de biblias_subseccion: porsiacaso power
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Bueno para el alma...
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...malo para el cuerpo
Buscar la paz en una iglesia puede ser peor para la salud que pararse en medio de una calle congestionada, dice una investigación de la Universidad de Maastricht
http://iblnews.com/noticias/11/119629.html , en Holanda. Según el informe, el aire dentro de las iglesias contiene más hidrocarbonatos policíclicos cancerígenos que el que se respira en las carreteras por las que transitan 45.000 vehículos cada día. Los científicos también encontraron niveles de partículas suspendidas (que se depositan en el sistema respiratorio) hasta 20 veces mayor que el permitido por los estándares ambientales europeos.
Contaminación ambiental
La contaminación podría provenir de las velas y el incienso encendidos de forma permanente en edificaciones poco ventiladas. Los investigadores holandeses estudiaron la calidad del aire en una pequeña capilla y en una basílica en Maastricht, en las que encendieron velas por nueve horas e incienso por una hora. El nivel de partículas suspendidas ascendió a más de 600 microgramos por metro cúbico.
Estas partículas pueden contener varios tipos de sustancias químicas tóxicas como hollín, metales y algunos elementos cancerígenos, que pueden llegar a la profundidad del pulmón y desencadenar enfermedades respiratorias y cardíacas. También encontraron radicales libres, que son moléculas altamente reactivas que pueden perjudicar el tejido pulmonar o exacerbar reacciones inflamatorias en personas con asma y bronquitis crónica.
Siempre me había temido que no era bueno estar demasiado tiempo dentro de una iglesia. Supongo que ello se relaciona con mis experiencias infantiles, bajo la experta guía de los hermanos maristas. Eran tiempos de postguerra avanzada, hacia los años 50 del siglo pasado. Congreso Eucarístico Internacional en Barcelona, con la implícita obligación de engalanar los balcones con elementos religiosos (cruces, cálices, copones) y banderas del Vaticano. Especial atención a las familias de “rojos” o que hablaran cotidianamente catalán.
El olor a incienso me provoca arcadas, y, en lo que se refiere a velas, no puedo ni con las del pastel de cumpleaños.
Yo iba a los maristas porque, siendo de familia roja (varios fundadores del comunista PSUC, primos detenidos en la guerra mundial por los alemanes y tostados en Auschwitz, mi padre condenado a muerte por delator de falangistas…) era imprescindible un periodo de sublimación para demostrar nuestra total conversión y nuestra adhesión irredenta a los principios franquistas y religiosos de la época.
Los maristas, expertos en toda clase de sadismos, amenazas y castigos, me soportaban fatal (casi tanto como yo a ellos) por el mero hecho de ser mucho más inteligente que cualquiera de mis maestros. Me aceptaron cuando yo tenía cuatro años (antes de los preceptivos seis) en apariencia gustosos (después de llamarme “monstruo” y “fenómeno”), pero sospecho que lo hicieron para darse el gusto de martirizarme año tras año
Quizá sea por eso que he asociado las iglesias con la causa de la mayor parte de mis angustias infantojuveniles. El olor a incienso me provoca arcadas, y, en lo que se refiere a velas, no puedo ni con las del pastel de cumpleaños. Ahora sé que estoy operando a favor de mi salud. Me libro de radicales libres, de sustancias cancerígenas y del aburrimiento que me produce asistir a las misas. Los científicos holandeses han advertido que los sacerdotes, monaguillos y quienes trabajan en iglesias están más expuestos a los riesgos de los policarbonados.
Pueden ofrecer este sacrificio para la salvación de sus almas. Amén.
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