The last samurai escribió:También podría ser que te rechazarán para economizar espacio: siempre te tocaba ser el tercer gordo.
Pero sí que es verdad que cuesta encontrar dependientas pasables en los McMuerte. Tambiés es verdad que si tienes buena presencia te contratarán antes en perfumerías y tal, pero vaya, todo puede ser.
En el Mc de mi pueblo lo que hacen es que a las que están buenas las ponen de encargadas, no me preguntéis por que razón pero desde que existe que ha sido así.
Yo he visto alguna dependienta de McDonalds que no estaba mal, pero eso si, fuera del trabajo, porque la ropa que llevan no se que pasa que las convierte a todas en horrores de la naturaleza.
Hablando de comida rápida: esta mañana iba yo paseando por un prado (vamos a llamarle prado) cercano a mi oficina, cuando hice una pausa para sacarme las piedras y los cristales de los pies descalzos y, por sorpresa, me encontré con un manjar inesperado. En medio de varias jeringuillas, trozos de lo que parecía un hígado humano y dos montículos de tierra -de los cuales sobresalían jugosos gusanos-, hallé un bistec de carne cruda relativamente fresco, con sólo dos moscas revoloteando alrededor.
Como es natural, no dudé en abalanzarme sobre el bistec. Asimilada ya la idea de su digestión, una rabiosa espuma empezó a derramarse a borbotones entre mis colmillos; fue entonces cuando un impertinente niño de ocho años apareció de la nada y me lo arrebató con presteza. Me enfadé mucho, claro. El niño salió corriendo. Corrí tras él al tiempo que me iba deshaciendo de varias prendas de ropa para dotar de espectacularidad la persecución; una vez me iba quedando desnudo aprovechaba para arrancarme furiosos mechones de vello pectoral en un acto de temible rabia masculina. Tras darle alcance, eructé un par de rugidos, intentando intimidarle aún más, hasta que al fin conseguí frenar su galopada con unas pocas patadas en el estómago (diez o doce: las necesarias, únicamente).
Despegué con algo de asco mi pie del vientre del niño, que tenía la piel tiznada y daba unos calambres muy extraños. El manjar era finalmente de mi propiedad. Tuve que esperar hasta el tercer mordisco para darme cuenta de que no era un bistec, sino una ardilla, aunque para entonces ya daba igual, porque estaba deliciosa y me supo como siete big macs.
