Como Descubrir si tenés Tendencias Psicópatas...
Viene a cuento que cuente por enésima vez la historieta de mi vecino psicópata, más que nada porque creo que sólo la he contado una vez en el forito y con escaso éxito de audiencia. Y porque me sale de los cojones, qué caramba.
Yo crecí terso y lechoso en una parcela de casas adosadas. Once exactamente. La mía es un ocho y en el tres vivía un chaval normalete, deportista. Le perdí la pista durante años, era mayor que yo y nunca tuvimos mucha amistad. Pero era un vecino de toda la puta vida. Pues bien, hará tres veranos salió una noche con los colegas, se tomó unas copas y, de regreso a casa, paró en el Parque del Oeste, pilló a una nigeriana llamada Edith Napoleón fea como una endoscopia y se la llevó a casa. En un momento del kiki se le piró la pinza, la estranguló y, al verse el fregao, decidió descuartizarla, tarea para la que tenía experiencia porque había practicado mucha caza.
Era sábado por la noche, así que pensó que la mejor manera de deshacerse de los trozos era meterlos en bolsas de basura y dejarlos en un contenedor que había como a medio kilómetro de su casa, en una rotonda bastante transitada de Boadilla, calculando que el camión pasaría en breve y se lo llevaría todo antes de que nadie los descubriera. Pero eso no pasó. Los encontró un viejo sordomudo al día siguiente, el típico sordomudo que hay en todos los pueblos, manque sean pijos, muy expresivo y gesticulante, quedao después de un bombardeo en la guerra, según cuenta su leyenda urbana particular.
Las amigas de Edith, por su parte, tenían la buena costumbre de apuntar todas las matrículas de los coches donde se subían, así que era cuestión de tiempo que la policía se pasara por casa del colega con o sin cadáver. La encontraron bastante aseada, pero ya sabían que ella había subido a su coche y qué había aparecido descuartizada a un tiro piedra, y no tardaron en encontrar evidencias que lo enmarronaban del todo.
El Interviú le dedicó dos páginas. Como titular usaron una cita extraída de su declaración ante la policía: No sé qué me pudo pasar. Creo que me dieron garrafón.
Y nada, esa es la historia de mi vecino psicópata.
Yo crecí terso y lechoso en una parcela de casas adosadas. Once exactamente. La mía es un ocho y en el tres vivía un chaval normalete, deportista. Le perdí la pista durante años, era mayor que yo y nunca tuvimos mucha amistad. Pero era un vecino de toda la puta vida. Pues bien, hará tres veranos salió una noche con los colegas, se tomó unas copas y, de regreso a casa, paró en el Parque del Oeste, pilló a una nigeriana llamada Edith Napoleón fea como una endoscopia y se la llevó a casa. En un momento del kiki se le piró la pinza, la estranguló y, al verse el fregao, decidió descuartizarla, tarea para la que tenía experiencia porque había practicado mucha caza.
Era sábado por la noche, así que pensó que la mejor manera de deshacerse de los trozos era meterlos en bolsas de basura y dejarlos en un contenedor que había como a medio kilómetro de su casa, en una rotonda bastante transitada de Boadilla, calculando que el camión pasaría en breve y se lo llevaría todo antes de que nadie los descubriera. Pero eso no pasó. Los encontró un viejo sordomudo al día siguiente, el típico sordomudo que hay en todos los pueblos, manque sean pijos, muy expresivo y gesticulante, quedao después de un bombardeo en la guerra, según cuenta su leyenda urbana particular.
Las amigas de Edith, por su parte, tenían la buena costumbre de apuntar todas las matrículas de los coches donde se subían, así que era cuestión de tiempo que la policía se pasara por casa del colega con o sin cadáver. La encontraron bastante aseada, pero ya sabían que ella había subido a su coche y qué había aparecido descuartizada a un tiro piedra, y no tardaron en encontrar evidencias que lo enmarronaban del todo.
El Interviú le dedicó dos páginas. Como titular usaron una cita extraída de su declaración ante la policía: No sé qué me pudo pasar. Creo que me dieron garrafón.
Y nada, esa es la historia de mi vecino psicópata.