Anoche tuve un sueño. Bueno tal vez fue una pesadilla. Y llevo todo el día sintiéndome como un gilipollas.
Era así: volvía a casa muy contento. Llevaba una bolsa y acababa de comprarme unos zapatos.
Esto ya en sí es una gilipollez porque odio ir de compras.
Si tuviera dinero tendría un personal shopper de esos que te trae las cosas a casa y sólo tienes que estrenarlas.
Pues yo volvía muy contento con mis zapatos. Me encantaban.
Abría la caja y se los enseñaba a L. Eran blancos. Tenían un adorno delante. Unas flores o algo así.
La cabrona de L. decía que eran muy bonitos.
Entonces me los ponía para salir a dar una vuelta y me daba cuenta de que eran de mujer.
Los típicos zapatos descubiertos por detras, puntiagudos y con un tacón muy bajo pero muy fino.
Y yo me los ponía. Me ponía unos putos zapatos de tía, como un gilipollas.
Y salía a la calle y estaba en Los Angeles y me iba a dar una vuelta por el Grove con mis putos zapatos de tía.
La gente me miraba y yo lo notaba. Y le preguntaba a L. si eran unos zapatos de señora y me decía que no que me quedaban muy bien.
Pero yo cada vez me sentía más ridículo con esos zapatos.
Y llevo todo el día dándole vueltas.