El día en que Jimmy White estalló en mil pedazos, yo estaba en Barcelona, más concretamente en Gran vía, en Gran vía, en Gran vía con Balmes, pero no en la esquina del estanco, ni en la que parece estar siempre en obras, ni en la de la autoescuela, si no en la esquina de la papelería, esperando a que el semáforo se pusiera en verde para los peatones, o sea, rojo para los coches, esperando para cruzar al otro lado, es decir, a la esquina del estanco, que no la de la autoescuela ni aquella que parece estar siempre en obras, comiéndome un cucurucho de after eight mientras paseaba de la mano de mi afectuoso padre.
Puesto que Jimmy White, cuando estalló en mil pedazos, estaba en un pueblo de Michigan, pues yo no me enteré.
De hecho, tampoco me he enterado de tan trágico suceso hasta fecha de hoy, quizá porque no pasó nunca.
Qué aburrido que es todo, ¿no?