Amanece un día más en Villa Insuperable. De entre todas las casuchas de la villa, hay una a la que nadie se acerca porque no hay piola que se banque la baranda. Sí, ese nido de mugre es la casa natal de Oximoron y sus quince hermanitos.
Se levantan de la cama con el moco colgando, y tienen para el desayuno yerba lavadita de la noche anterior -la que sobró de la reunión de la junta de negros de los viejos-, cuidando de que no les agarre el padre, a quien le gusta que la pendejada le use la poronga de bombilla. Claro que para llegar a la calle han de pasar por el quincho, a los pedos, huyendo del afrecho de la vieja.
Oximoron quisiera ser uno más entre la negrada, pero la catinga a dope que le acompaña siempre le convierte en un marginado. Tampoco ayuda su aspecto, por no hablar de su cráneo semipelado donde el cabello crece sólo a mechones. Ni el bagallo más arrastrado de la villa se acercaría a menos de diez cuadras de él. Así, Oximoron calma sus instintos alquilándose a los jovatas de Retiro, juntando de paso unos mangos a cambio de una japita o de tirarle la goma a algún buzardón.
Después de afanar alguna que otra billetera en Constitución, rebusca en los tachos de San Telmo y, con suerte, encuentra un pedazo de pizza con que callar el eterno tango de sus tripas. Los días de suerte, vuelve a la villa y encuentra que la vieja no tomó como es de costumbre e hizo polenta para los nenitos. Claro que el morfar es una trampa, y Oximoron ha de vigilar para no garcarla bajo la buzarda de la negra, atorranta como ella sola.
Criado así entre grones y malandras, se diría que Oximoron es un groncho vago e ignorante. Pero no, él tiene su laburito: un puesto de chiripanes a la entrada de recitales de los Redonditos de Ricota. Ahí donde lo ven al muchacho, es un ciudadano de provecho. Claro que el sanguche de miga no da como para juntar ni media luca en diez años y lo ha de complementar con algo de merca. Un nimio detalle.
Cuando los Redonditos salen a Santiago del Estero o Entreríos, Oximoron traslada el negocito a la entrada de un telo. Allá la merca tiene menos salida, pero siempre le queda el morfarle las tarlipes a algún borracho por unos pesitos.
Cuando, siempre por error, va en cana, Oximoron no tiene dificultad en hacer amigos. Anda como los cangrejos, con el traste por delante, y así la va pasando, de chorro en chorro, y no se aburre. Al menos así evita que lo garquen a palos. Aunque, para qué lo vamos a negar, no le disgusta la cosa. Así transcurren sus peculiares vacaciones hasta que un buen día el viejo sale de la kurda y recuerda con ternura los amorosos besitos de Oximoron, y entonces, coima mediante, lo saca de nuevo y lo lleva de vuelta para la villa.
Próximamente seguimo con la vida del grone, que hoy andamo a lo pedo.
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Traducción simultánea: Que sepas que tienen tu foto en la subdelegación del gobierno. Como no tengas los papeles te vas a enterar. A ver si te crees que eres el único que investiga y tiene contactos. A la puta cárcel, que es de donde nunca debiste salir. Puerco.