Para mí, la colección de libros que mejor y de forma más divertida reflejan el mundo infantil son las aventuras de Guillermo Brown, creadas por la maravillosa, infinitamente admirable, rayana en la divinidad, inconmensurable e inmortal escritora inglesa Richmal Crompton, uno de los individuos más inteligentes que hayan hollado el planeta Tierra en toda su miserable historia. La Era Victoriana tiene sentido sólo por haber visto nacer a esta mujer sin igual.
¡¡Todos de rodillas ante Miss Crompton!!
La señorita Crompton se cargó de un plumazo la arraigada tradición de libros infantiles protagonizados por bondadosos querubines de rizos dorados, ejemplares en su conducta, aducados y tan adorables que podían fulminar a un diabético; y lo hizo sacándose de la manga un niño de buena familia pero... feo, de mirada torva, desastrado, comilón, ligeramente gordito y no tan ligeramente orejón, hiperactivo, cubierto por una perenne capa de suciedad y con el cabello siempre sucio y despeinado, capaz de comerse caramelos recubiertos de bichos, hilos y mugre de su bolsillo con una total naturalidad, y para quien el mundo de los adultos es un universo fascistoide y represor cuya única finalidad es joderle a él -y únicamente a él- y reprimir sus invariablemente geniales ideas. Guillermo Brown es como Nicotin en pequeño pero infinitamente mejor.
Por no hablar del adorable y aparentemente "naive" retrato de los superficiales, entrañables y deliciosamente estúpidos personajes de la Inglaterra victoriana, empezando por los hermanos mayores de Guillermo: Ethel, una maravillosamente vacía adolescente buenorra que trae de cabeza a todos los señoritos bien del pueblo, y Roberto, un romántico subnormal capaz de enamorarse perdidamente por una polilla que cruce volando delante de sus narices.
Guillermo Brown, antecedente directo de Keith Moon o Bart Simpson,
y líder de la banda de forajidos más famosa de todos los tiempos: los Proscritos.
Yo, cuando miro hacia atrás, no concibo mi infancia sin los libros de Guillermo Brown.
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También recomiendo los escasos (4 o 5) volúmenes de "El pequeño Nicolás", escritos por René Goscinny (sí, el autor de "Astérix el Galo") y MARAVILLOSAMENTE ilustrados por Sempé. Otro prodigio de comprensión e identificación con el mundo infantil, con ritmo de comedia (los personajes adultos son a veces dignos de una película de Billy Wilder) y muy, muy divertidos.
Partidos de futbol entre niños en un solar, en los que acaban jugando -y pegándose- los padres, excursiones escolares que siempre terminan en desastre, y una galería de niños subnormales en los que TODOS reconoceréis a vuestros compañeros de colegio.
Maravillosos. Desgraciadamente, no sólo Astérix murió cuando nos dejó Goscinny.
Nicolás y sus infinitamente cretinos compañeros de clase cazan renacuajos en un estanque.
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Y ya en plan también infantil pero más, ehhm, "oscuro", siempre he tenido debilidad por los libros del escritor e ilustrador polaco Reiner Zimnik, algunos de los cuales son atrayentemente retorcidos y paranoicos, y destilan un apenas perceptible aura depresiva, de modo sutil, pero inusual para un libro editado para el público infantil.
Mis favoritos son "La grúa", increíble historia de un tipo que consigue trabajo como encargado de una grúa, y decide no volver a bajar nunca más de ella. Desde las alturas contempla los cambios y desastres que ocurren en el mundo: guerras, inundaciones, o cómo el gruísta ve morir a su entrañable amigo Lectro... magnífico, magnífico libro.
Y "Los tambores", otra historia delirante y de dudoso contenido educativo: un buen día, en una ciudad medieval, un tipo aparece de la nada y sencillamente por las buenas tocando el tambor y diciendo "comienza una nueva vida, nos vamos a otro país" (inolvidable frase para cualquier niño que tenga la suerte de que ese libro caiga en sus manos). A partir de ahí, se desarrolla una historia circular e hipnóticamente carente de sentido, que narra una extraña revolución que explota sin objetivo alguno y que termina en la más desastrosa nada.
En estos libros, Zimnik toca temas como la muerte, la guerra, la política, la tristeza, la soledad o el paso del tiempo, de una manera cruda y nada benevolente pero perfectamente asequible a niños de corta edad.
No sé qué impresión pueden producir los libros de Zimnik al leerlos por primera vez siendo adulto (es literatura infantil y está concebida como tal) pero para un niño de bastantes pocos años resultan absorbentes y por momentos perturbadores.
Reiner Zimnik
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Estas son mis recomendaciones. Modestas, pero.. ¡hacedme caso! ¡en serio! De todos modos, siempre hay algún mocoso a quien regalarle un libro, y esa es una buena excusa para comprarlos y echarles un vistazo antes de regalarlos... es posible que terminéis por quedároslos vosotros.