...un golpe al despertador que le mandó hasta la pared. Las siete, buena hora para lo que tenía pensado pero mala para despertar y seguir viviendo. Como cualquier otra hora, bien mirado. Afeitado rápido, martini vodka limón y ya estaba listo para salir a matar. Porque a eso se dedicaba, al asesinato. O como le gustaba pensar en sus momentos de escaso buen humor: "Proveedor de cementerios".
[Continuará, creo.]
Nos leemos.