un tal Fernando Alonso Barahona escribió:
No al Medem
1 de febrero. El lunes 26 de enero el Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) otorgó en una brillante gala sus prestigiosos premios anuales al cine español. Cinco días después, la Academia de Cine concede sus premios Goya (nombre, por cierto, ahora discutido tras una demanda presentada por la asociación de fotógrafos de Zaragoza). En la gala del CEC, Te doy mis ojos (con seis premios, entre ellos mejor película, dirección y actor y actriz protagonista) fue la justa vencedora. Soldados de Salamina se hubo de conformar con dos premios al mejor montaje y fotografía, en tanto que Mi vida sin mí tan solo obtuvo el correspondiente a mejor guión.
El CEC otorgó su medalla de oro a Carmen Sevilla, estrella incombustible donde las haya que ahora vuelve a estar de actualidad tras sustituir a José Manuel Parada en la presentación de ese programa entrañable y simpático que es Cine de Barrio.
En esta 18ª edición de los Goya el premio de honor ha recaído en el actor argentino afincado en España Héctor Alterio.
El año anterior, la ceremonia de los Goya estuvo ensuciada por el sectarismo de unos pocos (justo los mismos que están hundiendo el cine español y expulsando al público de las salas de cine), que convirtieron el acto en un panfleto político de extrema izquierda. Hoy, doce meses después, una causa más justa, más cercana, más hiriente ha sobrevolado sobre la organización. Se trata del No a ETA, el rechazo radical al terrorismo, a los asesinos, y a cuantos comparten, apoyan o justifican el terrorismo en cualquiera de sus vertientes.
Las pegatinas de No a ETA han envuelto una ceremonia lastrada por un hecho incomprensible: que entre las finalistas en una de las especialidades (documental) figurase una película penosa titulada La pelota vasca (o algo así firmada por uno de los más sobrevalorados (y mediocres) directores españoles.
Se trata de Julio Medem, director de malas películas como Vacas y Lucía y el sexo, y que jamás hubiera despertado repercusión alguna, de no ser porque su malhadado y soporífero documental pone en igualdad de términos a asesinos y víctimas, y soslaya no sólo las declaraciones de los que padecen el terrorismo, sino que ignora el drama vital de decenas de miles de personas que viven en una hermosa tierra –el País Vasco– desprovistos de libertad y con la amenaza del llamado Plan Ibarreche sobre sus cabezas y sus corazones.
La libertad de expresión ampara a Medem para filmar su bodrio, pero también ampara (Medem no piensa así a sus críticos, no sólo a los que se sienten ofendidos por La pelota vasca, sino a todos aquellos que abominan de Medem como director (esto es minoritario, pues resulta evidente que casi nadie ha visto las películas de Medem). Lo que resulta profundamente inmoral es que el señor Medem diga sentirse acosado por las malas críticas.
Ojalá las víctimas de terrorismo tuvieran igual trato en su tierra, ojalá los constitucionalistas, populares, socialistas, personas sin adscripción, tuvieran como único problema que les lanzasen tomates en una fiesta o que sintieran rumores y críticas sobre su actuación. Lo diferencial es que mientras Medem y sus acólitos (el impresentable movimiento Elkarri) se quejan de críticas a su obra, más de medio pueblo vasco no puede hablar ni expresarse, y sus representantes pueden recibir, no papeles ni tomatazos, sino balas y bombas. Ahí reside la basura moral y artística de La pelota vasca de Julio Medem.
Por lo demás, la Academia ha seguido la estela del Círculo de Escritores Cinematográficos (que este año ha ganado por completo la partida a los Goya) y los triunfadores de la noche han sido títulos como La gran aventura de Mortadelo y Filemón (que se ha llevado todos los premios técnicos), El Cid. La leyenda (dibujos animados) y por supuesto Te doy mis ojos, tal vez la mejor película española del año.
Los actores se atreven tímidamente con el No a ETA, pero no como el año anterior y su No a la guerra, sino de un modo más tenue, como pidiendo disculpas. El Sí a la libertad de expresión es obvio, pero no parecen darse cuenta de que con ETA y sus cómplices no hay precisamente libertad alguna de expresión. Eso sí, Un instante en via ajena derrota con justicia a La pelota vasca en la categoría de documental. En resumen:
Mejor película:Te doy mis ojos.
Mejor director: Icíar Bollaín.
Mejor actor principal: Luis Tosar.
Mejor actriz principal: Laia Marull.
Por encima de Medems y de vociferantes payasos, el cine español requiere una renovación, que sus generaciones más jóvenes ya están empezando a conseguir. Un cine veraz, apegado a su tiempo, con miras artísticas y sin lloriqueantes lamentos. Cine de género eficaz, grandes actores (sublime Adriana Ozores, espléndidos José Sancho, Alfredo Landa, Juan Diego, Ariadna Gil) y promesas auténticas, como David Trueba, que pueden volver a conectar al cine español con su público. Con títulos de Almodóvar o Amenábar, con creaciones de Garci, con comedias vivas (Días de Fútbol, Trileros) o introspecciones sobre el pasado (Soldados de Salamina) o con esa soberbia Te doy mis ojos.
Creer en el cine español debe ser el lema de cuantos aman el cine, desalojando panfletos políticos y renovando el imprescindible atractivo y glamour que debe caracterizar al Séptimo Arte.
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