Promtuario del machismo.
Publicado: 28 Dic 2014 12:02
Queda inaugurado este despropósito, cuya intención es picotear algunas anécdotas del amplio y fructuoso sembrado del patriarcado mundial.
1ª.- Es el caso que España estaba en guerra con Estados Unidos y los mozos de cierto pueblo, que con el vaivén de la geografía había quedado adscrito a Castilla la Vieja, siendo que la mayor parte de su historia había pertenecido al viejo Reino de León... (a ver, que me disperso).
Los mozos del pueblo, decía, lejos de sentir en su pecho el orgullo de ser apañó y ver crecer en sus personas el temple militar de los Tercios Viejos preferían muy sinceramente seguir cuidando su ganado y cultivando sus tierras, así que se pasaban unos a otros recursos picarescos para librarse de la conscripción. Así se tenía por cierto que, sabiendo el día que te tocaba ir al cuartel a hacerte la cartilla militar, durante cuatro días antes tenías que estar a dieta estricta de aceite de ricino, hacerte rapar el pelo al cero y el mismo día de autos comer una buena cantidad de hierba, todo con objeto de llegar hecho una pena al tallaje y que te dieran por inútil.
A mi abuelo le libro de ir a Cuba o a las Filipinas el machismo de aquellos tiempos. Resulta que era el primer hijo varón de una viuda y como una mujer no podía figurar como Cabeza de Familia en el registro, era mi abuelo el que constaba como tal. Así que como cabeza de familia no podía ser reclutado. Cosa distinta es que unos años después se hiciera pasar por el heredero de los Fontaneda de Aguilar de Campóo, que le pagaron diez años de cosechas con tal de librar a su primogénito de acudir a Marruecos tras el desastre del Barranco del Lobo.
2ª.- En aquellos minifundios de familias numerosas, si bien no regía exactamente el principio de primogenitura, y casa y tierras se repartían a partes iguales entre toda la prole, se había llegado a la sana costumbre de pese al reparto declarar que hogar y terrenos eran indivisibles. Es decir, que había que vivir juntos y cultivarlas juntos. El resultado final era que el primer hijo varón compraba las partes de sus hermanos y hermanas que salían por estos mundos en busca de un futuro mejor.
Aún así había diferencias entre chicos y chicas. De los chicos se admitía que siguieran en casa ayudando en las tareas agrícolas al padre y al heredero, aunque los más despiertos se buscaban trabajo como aprendices en las minas de carbón de Barruelo de Santullán, en el ferrocarril de La Robla o en la planta de carburos de Mataporquera. A las chicas sin embargo, no se las consetía que se quedasen ayudando a su madre. En cuanto andaban se las ponía a servir fuera de casa, aunque la familia tuviera a su vez que acoger a otras niñas para ayudar a la madre. Y en cuanto sangraban poco menos que se las echaba de casa, que se buscasen un marido o se metieran a monjas era lo de menos, como si trabajaban de internas para algún señorito o a despachando mercaderías en la tienda de algún comerciante.
3ª.- Para que el sistema antes mentado funcionara se consentía que las mujeres supieran leer y escribir, más mal que bien; y eso trajo funestas consecuencias tras la cuarta guerra civil. Quisieron las circunstancias que los empleados del nuevo Régimen adscritos a la región fueran andaluces y que les sorprendiera muy desagradablemente que las mujeres norteñas trabajaran fuera de sus hogares, y todavía peor supieran leer y escribir.
Como la inquebrantable adhesión era similar al valor de los castellanos, en aquella zona de mineros y ferroviarios solía aparecer alguna pintada criticando al Régimen. No pudiendo o no queriendo indagar en quién había sido el bravucón autor de la misma, los fascistas aterrorizaban a la población deteniendo en masa a esas mujeres que sabían leer y escribir, rapándoles el pelo al cero y poniéndolas a servir como sacristanas en las iglesias y conventos hasta que les volviera a crecer el pelo.
4ª.- Hasta no hace ni quince años lo normal en mi tierra era que a la hora del aperitivo sólo los hombres bajáramos a tomar el blanco o el vermú, las mujeres se quedaban en casa cocinando. Que algún hijo obediente se quedara en casa ayudando a las mujeres de la familia era raro. Si alguna mujer iba al bar solía ser una solterona o una divorciada, en cualquier caso una sospechosa progre feminista. Ha sido en este siglo XXI, cuando la mayor parte de los habitantes del pueblo somos veraneantes, que ha empezado a verse como la cosa más normal que las jóvenes parejas de los matrimonios salgan juntos a tomar algo antes de ir a comer.
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Igual es un poco hacer trampas recurrir a viejas anécdotas dado que el sistema patriarcal es el único que la humanidad ha conocido, parto con ventaja. Pero es que es domingo y no me apetece polemizar.
Aunque tengo la impresión de que el actual sistema económico, al considerar a las personas como un objeto en venta más en el mercado, tiende a deformar y banalizar las relaciones humanas. Dado que andamos cambiando de empleo, de estudios, de lugar de residencia en aras de la movilidad que nos exige el capitalismo, que menos que cambiar incesantemente de pareja. Y puesto que tenemos que hacernos valer en un mercado competitivo, es cabal que los hombres sean cada vez más papichulos y las mujeres cada vez más guarrillas conforme nos marcan las pautas publicitarias.
Este valorar al prójimo como mercancía nos embrutece. Pero claro, si hoy estoy aquí pero la próxima semana me voy a trabajar a Londres, luego vuelvo unos días y marcho para Dortmund, ¿cómo voy a iniciar una relación seria con esta chica que recién conocí en esta discoteca y que pasado mañana se va becada a Lyon? Pues echamos uno rápido y adiós y gracias. ¿Cómo tener la paciencia para aguantar una relación a distancia? Mejor la aventura esporádica, tanto más factible cuanto que dado el aumento de la prostitución, cualquier mujer está dispuesta a hacer cualquier cosa ante esa competencia desleal.
Bueno, de momento acá lo dejo, que ya me ha quedado muy largo. Y se me va a terminar viendo mi educación católica si sigo escribiendo. Pero habríamos de interesarnos más por los valores espirituales y dejarnos influir menos por la pornografía. Hala, ya lo he puesto, ya está, no he podido evitarlo.
1ª.- Es el caso que España estaba en guerra con Estados Unidos y los mozos de cierto pueblo, que con el vaivén de la geografía había quedado adscrito a Castilla la Vieja, siendo que la mayor parte de su historia había pertenecido al viejo Reino de León... (a ver, que me disperso).
Los mozos del pueblo, decía, lejos de sentir en su pecho el orgullo de ser apañó y ver crecer en sus personas el temple militar de los Tercios Viejos preferían muy sinceramente seguir cuidando su ganado y cultivando sus tierras, así que se pasaban unos a otros recursos picarescos para librarse de la conscripción. Así se tenía por cierto que, sabiendo el día que te tocaba ir al cuartel a hacerte la cartilla militar, durante cuatro días antes tenías que estar a dieta estricta de aceite de ricino, hacerte rapar el pelo al cero y el mismo día de autos comer una buena cantidad de hierba, todo con objeto de llegar hecho una pena al tallaje y que te dieran por inútil.
A mi abuelo le libro de ir a Cuba o a las Filipinas el machismo de aquellos tiempos. Resulta que era el primer hijo varón de una viuda y como una mujer no podía figurar como Cabeza de Familia en el registro, era mi abuelo el que constaba como tal. Así que como cabeza de familia no podía ser reclutado. Cosa distinta es que unos años después se hiciera pasar por el heredero de los Fontaneda de Aguilar de Campóo, que le pagaron diez años de cosechas con tal de librar a su primogénito de acudir a Marruecos tras el desastre del Barranco del Lobo.
2ª.- En aquellos minifundios de familias numerosas, si bien no regía exactamente el principio de primogenitura, y casa y tierras se repartían a partes iguales entre toda la prole, se había llegado a la sana costumbre de pese al reparto declarar que hogar y terrenos eran indivisibles. Es decir, que había que vivir juntos y cultivarlas juntos. El resultado final era que el primer hijo varón compraba las partes de sus hermanos y hermanas que salían por estos mundos en busca de un futuro mejor.
Aún así había diferencias entre chicos y chicas. De los chicos se admitía que siguieran en casa ayudando en las tareas agrícolas al padre y al heredero, aunque los más despiertos se buscaban trabajo como aprendices en las minas de carbón de Barruelo de Santullán, en el ferrocarril de La Robla o en la planta de carburos de Mataporquera. A las chicas sin embargo, no se las consetía que se quedasen ayudando a su madre. En cuanto andaban se las ponía a servir fuera de casa, aunque la familia tuviera a su vez que acoger a otras niñas para ayudar a la madre. Y en cuanto sangraban poco menos que se las echaba de casa, que se buscasen un marido o se metieran a monjas era lo de menos, como si trabajaban de internas para algún señorito o a despachando mercaderías en la tienda de algún comerciante.
3ª.- Para que el sistema antes mentado funcionara se consentía que las mujeres supieran leer y escribir, más mal que bien; y eso trajo funestas consecuencias tras la cuarta guerra civil. Quisieron las circunstancias que los empleados del nuevo Régimen adscritos a la región fueran andaluces y que les sorprendiera muy desagradablemente que las mujeres norteñas trabajaran fuera de sus hogares, y todavía peor supieran leer y escribir.
Como la inquebrantable adhesión era similar al valor de los castellanos, en aquella zona de mineros y ferroviarios solía aparecer alguna pintada criticando al Régimen. No pudiendo o no queriendo indagar en quién había sido el bravucón autor de la misma, los fascistas aterrorizaban a la población deteniendo en masa a esas mujeres que sabían leer y escribir, rapándoles el pelo al cero y poniéndolas a servir como sacristanas en las iglesias y conventos hasta que les volviera a crecer el pelo.
4ª.- Hasta no hace ni quince años lo normal en mi tierra era que a la hora del aperitivo sólo los hombres bajáramos a tomar el blanco o el vermú, las mujeres se quedaban en casa cocinando. Que algún hijo obediente se quedara en casa ayudando a las mujeres de la familia era raro. Si alguna mujer iba al bar solía ser una solterona o una divorciada, en cualquier caso una sospechosa progre feminista. Ha sido en este siglo XXI, cuando la mayor parte de los habitantes del pueblo somos veraneantes, que ha empezado a verse como la cosa más normal que las jóvenes parejas de los matrimonios salgan juntos a tomar algo antes de ir a comer.
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Igual es un poco hacer trampas recurrir a viejas anécdotas dado que el sistema patriarcal es el único que la humanidad ha conocido, parto con ventaja. Pero es que es domingo y no me apetece polemizar.
Aunque tengo la impresión de que el actual sistema económico, al considerar a las personas como un objeto en venta más en el mercado, tiende a deformar y banalizar las relaciones humanas. Dado que andamos cambiando de empleo, de estudios, de lugar de residencia en aras de la movilidad que nos exige el capitalismo, que menos que cambiar incesantemente de pareja. Y puesto que tenemos que hacernos valer en un mercado competitivo, es cabal que los hombres sean cada vez más papichulos y las mujeres cada vez más guarrillas conforme nos marcan las pautas publicitarias.
Este valorar al prójimo como mercancía nos embrutece. Pero claro, si hoy estoy aquí pero la próxima semana me voy a trabajar a Londres, luego vuelvo unos días y marcho para Dortmund, ¿cómo voy a iniciar una relación seria con esta chica que recién conocí en esta discoteca y que pasado mañana se va becada a Lyon? Pues echamos uno rápido y adiós y gracias. ¿Cómo tener la paciencia para aguantar una relación a distancia? Mejor la aventura esporádica, tanto más factible cuanto que dado el aumento de la prostitución, cualquier mujer está dispuesta a hacer cualquier cosa ante esa competencia desleal.
Bueno, de momento acá lo dejo, que ya me ha quedado muy largo. Y se me va a terminar viendo mi educación católica si sigo escribiendo. Pero habríamos de interesarnos más por los valores espirituales y dejarnos influir menos por la pornografía. Hala, ya lo he puesto, ya está, no he podido evitarlo.