El tema: zoo Vs parque de atracciones. Se entiende como opción para pasar una tarde de ocio.
Empieza Dorian Gray.
Hasta el viernes.
Suerte.
que me suerte, coño!
3ª jornada: Dorian Gray Vs Sayuri
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bud spencer
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Dorian Gray
- moromielda
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Re: 3ª jornada: Dorian Gray Vs Sayuri
bud spencer escribió:Empieza Dorian Gray.
Otra (tercera) vez. Suerte... ¿contra quién me ha dicho?
"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando.
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
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Dorian Gray
- moromielda
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Sayuri escribió:pd.- esperando estoy
Siga haciéndolo, aún estoy dentro del plazo.
"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando.
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
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Dorian Gray
- moromielda
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Srta. Sayuri, aquí tiene mi primer asalto. ¿Sube?
Sé de antemano que al elegir el parque de atracciones me enfrento a un hándicap de peso. Tranquila, querida, no me refiero a usted. Estoy hablando de la seguridad. Si yo defendiera ese argumento parecería que me estoy escudando y poniendo el parche antes del pinchazo. Pero no voy a cometer ese error por dos motivos:
Motivo 1: es usted la que tiene que darme por culo con ese tema. No literalmente, sería complicado para ambos.
Motivo 2: ¿Sabía, Srta. Sayuri, que hay más probabilidades de que un rayo la parta por la mitad que de tener un accidente en cualquier atracción de un parque? Tenga cuidado, bonita. ¡Nooooo, con el rayo no! Con lo otro. Nooooo, tampoco con lo del accidente en el parque. Con atacarme con lo del tema de la seguridad.
He empezado demasiado rápido, ¿verdad? El ritmo vertiginoso de la montaña rusa tiene estas cosas. Subamos, entonces, leeeentameeenteeee.
Despreocúpese. Asegúrese de que se coloca convenientemente (esto es importante) el arnés de seguridad y no levante los brazos que aquí no ha venido usted precisamente a ganar nada. A las pruebas me remito. Me sentaré a su lado. Agárrese a mí (justo ahí) si tiene miedo. Y léame atentamente.
¿Cómo piensa defender el zoológico? ¿Hablándome de las maravillas que el oso hormiguero puede hacer en su entrepierna? ¿Hablándome de la cacatúa que es tan del gusto de su abuela? ¿De la foca de su madre? ¿Del macho de la cabra (léase “cabrón”) de su padre? ¿Del hipopótamo de su hermano? Del gusto me refiero, no me malentienda. ¿O acaso ha pensado en hablarme de naturaleza, de la tienda de recuerdos o del tigre blanco del zoo de Jerez que ni es blanco de mierda que tiene y casi dudo de que sea un tigre? Y no es que me preocupe ni su presencia ni sus argumentos en este combate, es que sin darnos cuenta hemos llegado arriba del todo y vamos a descender. Grite.
Paciente: Srta. Sayuri. Fotografía cedida por el C.I.Z.* Departamento de odontología aplicada.
Disneylandia, Terra Mítica, Isla Mágica, Port Aventura... ¿Quién no prefiere –no una sino muchas- una tarde en cualquiera de estos parques de atracciones antes que una visita al zoológico? La oferta es ilimitada: la noria, la montaña rusa, la nube, los coches de choque, el látigo, el tio-vivo, las casetas de tiro al blanco, al negro... “Secretario, otro perrito piloto para el caballero”, las casas encantadas de conocerle, las del terror, las de los espejos cóncavos y convexos donde usted se imagina cómo sería con 30 kilos menos, los tenderetes de manzanas de caramelo y de algodón dulce tan de su gusto de usted, los espectáculos teatrales, los de magia, los fuegos artificiales... Comprendo, Srta. Sayuri, que se empeñe en defender el zoo de donde nunca debió salir por imposición pero no porque realmente le apetezca pasar una tarde en él antes que en un parque de atracciones. Eso sí: caminar, caminar y caminar por el zoo debe sentarle estupendamente a su trasero.
Incluso desde un punto de vista didáctico podemos disfrutar en algunos de los grandes mecanos diseñados para someter al cuerpo a las más sencillas leyes físicas que gobiernan la dinámica y la gravitación universal: caída libre, aceleración y deceleración, fuerzas centrípeta y centrífuga... No sólo disfrutamos, también aprendemos y desafíamos al propio cuerpo a no echar la pota subidos en el top-gun después de una soberana borrachera en cualquier feria ambulante de esas tan frecuentes por estas tierras del sur. Y voy más allá: si prefiero no subir puedo contemplar el bello espectáculo de una buenas cachas y sus correspondientes bragas –en el peor de los casos- subidas en el saltamontes.
Aprender en un zoo es más bien complicado. ¿Recuerda usted acaso cómo se reproduce la abubilla de cabeza roja? Seguro que aprendo más viendo un soporífero documental de La 2. Al menos mi cuerpo lo agradece y no tengo que esperar horas hasta que el león despierte, a la jirafa le dé por acercarse o a los conservadores del zoo se les ocurra limpiarle el agua a la piscina donde dicen que hay una nutria. Yo aún no he conseguido verla. Debe ser cosa del mimetismo.
Aquí concluye mi primer viaje, Srta. Sayuri. Esto ha sido un pre-calentamiento, deprisa y corriendo ante su insistencia, un ligero esbozo para que vaya abriendo boca otra vez. Ahora le toca a usted ladrar, maullar, rugir, piar, berrear, mugir, relinchar...
Au revoir, querida.
P.D: Una pena lo de Copito, descanse en paz.
* C.I.Z. (Centro de Investigaciones Zoofílicas)
Sé de antemano que al elegir el parque de atracciones me enfrento a un hándicap de peso. Tranquila, querida, no me refiero a usted. Estoy hablando de la seguridad. Si yo defendiera ese argumento parecería que me estoy escudando y poniendo el parche antes del pinchazo. Pero no voy a cometer ese error por dos motivos:
Motivo 1: es usted la que tiene que darme por culo con ese tema. No literalmente, sería complicado para ambos.
Motivo 2: ¿Sabía, Srta. Sayuri, que hay más probabilidades de que un rayo la parta por la mitad que de tener un accidente en cualquier atracción de un parque? Tenga cuidado, bonita. ¡Nooooo, con el rayo no! Con lo otro. Nooooo, tampoco con lo del accidente en el parque. Con atacarme con lo del tema de la seguridad.
He empezado demasiado rápido, ¿verdad? El ritmo vertiginoso de la montaña rusa tiene estas cosas. Subamos, entonces, leeeentameeenteeee.
Despreocúpese. Asegúrese de que se coloca convenientemente (esto es importante) el arnés de seguridad y no levante los brazos que aquí no ha venido usted precisamente a ganar nada. A las pruebas me remito. Me sentaré a su lado. Agárrese a mí (justo ahí) si tiene miedo. Y léame atentamente.
¿Cómo piensa defender el zoológico? ¿Hablándome de las maravillas que el oso hormiguero puede hacer en su entrepierna? ¿Hablándome de la cacatúa que es tan del gusto de su abuela? ¿De la foca de su madre? ¿Del macho de la cabra (léase “cabrón”) de su padre? ¿Del hipopótamo de su hermano? Del gusto me refiero, no me malentienda. ¿O acaso ha pensado en hablarme de naturaleza, de la tienda de recuerdos o del tigre blanco del zoo de Jerez que ni es blanco de mierda que tiene y casi dudo de que sea un tigre? Y no es que me preocupe ni su presencia ni sus argumentos en este combate, es que sin darnos cuenta hemos llegado arriba del todo y vamos a descender. Grite.
Paciente: Srta. Sayuri. Fotografía cedida por el C.I.Z.* Departamento de odontología aplicada.
Disneylandia, Terra Mítica, Isla Mágica, Port Aventura... ¿Quién no prefiere –no una sino muchas- una tarde en cualquiera de estos parques de atracciones antes que una visita al zoológico? La oferta es ilimitada: la noria, la montaña rusa, la nube, los coches de choque, el látigo, el tio-vivo, las casetas de tiro al blanco, al negro... “Secretario, otro perrito piloto para el caballero”, las casas encantadas de conocerle, las del terror, las de los espejos cóncavos y convexos donde usted se imagina cómo sería con 30 kilos menos, los tenderetes de manzanas de caramelo y de algodón dulce tan de su gusto de usted, los espectáculos teatrales, los de magia, los fuegos artificiales... Comprendo, Srta. Sayuri, que se empeñe en defender el zoo de donde nunca debió salir por imposición pero no porque realmente le apetezca pasar una tarde en él antes que en un parque de atracciones. Eso sí: caminar, caminar y caminar por el zoo debe sentarle estupendamente a su trasero.
Incluso desde un punto de vista didáctico podemos disfrutar en algunos de los grandes mecanos diseñados para someter al cuerpo a las más sencillas leyes físicas que gobiernan la dinámica y la gravitación universal: caída libre, aceleración y deceleración, fuerzas centrípeta y centrífuga... No sólo disfrutamos, también aprendemos y desafíamos al propio cuerpo a no echar la pota subidos en el top-gun después de una soberana borrachera en cualquier feria ambulante de esas tan frecuentes por estas tierras del sur. Y voy más allá: si prefiero no subir puedo contemplar el bello espectáculo de una buenas cachas y sus correspondientes bragas –en el peor de los casos- subidas en el saltamontes.
Aprender en un zoo es más bien complicado. ¿Recuerda usted acaso cómo se reproduce la abubilla de cabeza roja? Seguro que aprendo más viendo un soporífero documental de La 2. Al menos mi cuerpo lo agradece y no tengo que esperar horas hasta que el león despierte, a la jirafa le dé por acercarse o a los conservadores del zoo se les ocurra limpiarle el agua a la piscina donde dicen que hay una nutria. Yo aún no he conseguido verla. Debe ser cosa del mimetismo.
Aquí concluye mi primer viaje, Srta. Sayuri. Esto ha sido un pre-calentamiento, deprisa y corriendo ante su insistencia, un ligero esbozo para que vaya abriendo boca otra vez. Ahora le toca a usted ladrar, maullar, rugir, piar, berrear, mugir, relinchar...
Au revoir, querida.
P.D: Una pena lo de Copito, descanse en paz.
* C.I.Z. (Centro de Investigaciones Zoofílicas)
"No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando.
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres.
A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo,
y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."
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