Predicador no empieza, y ya creo que se ha pasado dos semanas desde que dio plazo, así que empiezo yo.
Total, como ya sé su opción, defiendo yo con un primer post la otra, y el combate no queda modificado, dado que en el primer post no se puede hacer referencia directa.
Por tanto, queridos forooyentes, empezamos la defensa de la opción más clara y lógica: Por qué debemos usar tatuajes. Exploremos un poco nuestra historia y hagamos un pequeño viaje hacia nuestro más remoto origen para descubrir el por qué de esas marcas en nuestro cuerpo.
El tatuaje ha estado siempre ligado al desarrollo humano. Desde tiempos remotos, las pinturas realizadas encima del cuerpo han sido utilizadas para distinguir los individuos notables de una población determinada. Aquellos que ostentan un determinado poder dentro de una sociedad deben mostrar símbolos e iconos que los distingan del resto.
En las sociedades antiguas, aquellas castas que hoy día nos vienen a la mente como las más carismáticas, brujos, guerreros, curanderos, líderes, etc, es decir, los más emblemáticos y necesarios miembros del grupo, han ostentado marcas encima de su cuerpo como símbolos de poder y autoridad, para su inmediato reconocimiento.
Para ostentar un poder determinado, se pueden utilizar más métodos: Bastones, ropas, adornos, y otros oropeles que normalmente acompañan al cargo. Por qué entonces esta inclinación a modificar la pigmentación de la propia piel?
Uno de los motivos es la permanencia. Un bastón puede perderse, un adorno puede ser robado. Sin embargo, las marcas en la piel nos permiten identificar sin margen de error posible que su poseedor es de noble origen. Otro de los motivos es la clara integración con la naturaleza. El tatuaje permite emular a los grandes seres salvajes que nuestros antepasados, como nosotros mismos, admiramos en el fondo de nuestro corazón. Las manchas de un leopardo, las rayas de un tigre, los ocelos de una pantera... estos mecanismos naturales de ocultamiento que la naturaleza ha empleado siempre con éxito han cautivado las mentes de grandes y pequeños.
Y esta memoria histórica ha pasado a través del tiempo hasta nuestros días, deformada por el tiempo y las sociedades, pero intacta en el fondo: La iconografía del poder, del cazador solitario, que pinta su cuerpo para protegerse, emular a aquellos seres de la naturaleza que más respeto y reverencia le inspiran.
Podemos observar todavía a nuestro alrededor signos de ese respeto por las marcas en la piel que denotan un origen secreto, misterioso y apasionante. Así, en literatura y cine, abundan las historias de protagonistas que ocultan un símbolo misterioso en su cuerpo que nos recuerda esa reverencia de nuestros antepasados.
No podría parar de citar ejemplos: La marca en el brazo de Elora Danan, princesa de Tirass-Lynn, de Willow, el tatuaje en el vientre de la niña de WaterWorld, que al final era un mapa para encontrar tierra firme, la cicatriz en la frente de Harry Potter, el tatuaje del mapa en la mano de Kyle, el protagonista de Tiitán After Earth, las pinturas de guerra de los samurais, y de los indios americanos, el maquillaje de camuflaje de los marines... no todos estos son tatuajes, pero si que comparten un origen común: el reconocimiento inmediato e inequívoco de alguien especial. Simbolos secretos y misteriosos, símbolos de poder que hacen que nuestra mente retroceda hasta el inicio de los tiempos, que volvamos a ser personajes místicos, y nos alejan del mundo material que nos aturde y nos aburre.
En el fondo es esa la razón que mueve a tatuarse. El respeto antiguo por el valor, por el misticismo. Y es por eso que miles de jóvenes, descontentos aun no saben ni por qué, ven que hay algo que les falta en sus vidas, algo que les lleva a colocarse un símbolo, una pequeña muestra de disconformidad con el aturdimiento general, de rebeldía contra este mundo tan descafeinado que les toca vivir, que les hace sentirse un poco más libres.
En un mundo que ha perdido todos los valores que deseábamos encontrar de pequeños, el honor, la valentía, la sinceridad, la rectitud... en un mundo así, quien espera encontrar un tatuaje en la clase dirigente? nadie. Se imaginan a Aznar tatuado? No. Se imaginan a Bush tatuado? No. A quien nos podemos imnaginar tatuado es a Águila Blanca, o a alguien así, que en nuestra imaginación y en nuestra memoria genética sabemos que fue mucho más valeroso que cualquiera que ahora se haga llamar líder.
Y por fin, una imagen vale más que mil palabras así que:
Para ellas... y urdu (y Dorian, y x... cuanto transexual suelto)
Con tatuaje:
sin tatuaje
Para ellos... y Vladenka (promoción especial de mal rollo que no viene a cuento pero es que me apetecía ir distribuyendo leña)
Con tatuaje
Y un poco de peloteo pa la jueza...
Y esta, que me iba a enseñar el tatuaje, pero ya se me escapó el disparador de la cámara antes de tiempo, de la impresión. Si es que los mejores tatuajes son los escondidos.
Sin tatuaje
Dentro de unos cuantos miles de años, por lo que parece, predicador contestará, diciendo lo contrario. No le hagan caso, porque yo se, predicador sabe y todos lo sabemos, que él no sería capaz de decirle que no a un tatuaje que le llegara al alma. Algo así:
La tentación de todo predicador: besar la barba de Yahvé