pH, más que hamor, frensi.

Por añadir otra controversia:



Servidor es de los que dejan el rebozado extra. Prefiero pedir más si me he quedado con hambre a comerme lo que es básicamente cartílago envuelto en pan seco empapado en aceite, pero tampoco soy muy talibán y tengo RESPECTO a los que comen todo. Aunque sea de tirados de mierda.

Yo, como persona moderna, actualizada, urbanita, muy del siglo XXI y por ende hipócrita; recurro a las dos opciones.

Cuando compro un bucket para dos del KFC y me lo llevo a casa a darle candela mientras veo First Dates y me toco (todo a la vez), os garantizo que a la basura no va más que hueso puro y duro, perfectamente roido durante un buen rato con sonidos desagradables de placer y sorpresa durante el proceso. Estaría dispuesto a apostar que no desecho ni un gramo en total de materia que no sea comestible. Soy un tío concienciado con la naturaleza.

Ahora bien, si es en un bar, con gente o hamigos y demás, en público, y me pido una ración de alitas o un pollo al ajillo o whatever... ahí sí procuro guardar las formas y zamparme lo zampable dentro de lo decoroso.

Pero lo hago con dolor de corazón. No rebañar me parece una ofensa al cocinero y al pollo que se ha sacrificado diligentemente para ser parte de nuestra dieta, que conste.

Hace cosa de dos o tres años estaba yo por estas fechas en el bar de un cliente tomándome una tapa de ensaladilla. Cuando acabé de comer se me ocurrió sopar el plato de ensaladilla con pan (PUTO PLASER) y uno de los parroquianos empezó a reírse de mi en plan.

¿Qué, pasas hambre?, ¿te gusta repelar eh?, métele hombre métele!.

Y tuve que contestarle y todo en plan, "hoyga, lo repelo porque está buena y que coño... ¡que me ha costado dinero!".


TRUE STORY.

Yo siempre he sido un firme y convencido defensor del rebañe del plato si éste lo merece. Me consta que hay gente que lo ve como algo de poca clase o mal gusto directamente. Probablemente sea la misma gente que no se vuelca en la boca una bolsa de frutos secos, o que no lama la cuchara en la que has batido la bechamel en casa antes de echarla a fregar, o la que nunca ha hecho un calvo en público para solaz de los espectadores.

Gente a la que probablemente no le gusten los animales, ni los videojuegos, ni los cómics...

Gente que no es de fiar.

Una de las experiencias más gloriosas que se puede tener es la de rebañar con un buen pan crujiente y una buena cantidad de miga, lo que quede de una deliciosa salsa desperdigada en el plato.

Tenías que haberte levantado tirando la mesa por los aires (después de haber acabado el rebañe) y, utilizando las técnicas que seguro te enseñaron en el ejército, destrozando su traquea con un certero puñetazo mortal y subsónico.

Hay mucho hijoputa por los bares.

Si estoy en mi casa solo el rebañe lo hago con la lengua.

Los que están en contra del rebañe son los mismos que pagan 800 lerus por una botella de agua del grifo reetiquetada como extraída de un afluente mágico del amazonas.

Y que comen tofu.

Solo hay dos escenarios posibles en los que se justifique no rebañar:

- Que no haya salsa. Situación admisible en casos muy concretos.
- Que la comida sea una puta mierda. Inadmisible siempre.

Mi padre, aunque en el hueso no quede nada a tu vista que rebañar y decidas dejarlo bien roído ya en el plato, siempre te dirá:"te dejas lo mejor"

He llegado a pedir pan extra en algún restaurante para rebañar, precisamente, y nadie me ha soltado nunca comentario alguno. No sabía que estuviera mal visto a menos que uno esté en sitio de alto copete. Por hacerlo, hasta rebaño con pan los restos líquidos de la ensalada (cuando no me la bebo directamente, especialmente cuando es ensalada caprese o similar con juguito de tomate, néctar de Afrodita, aunque esto ya en casa o con compañía de confianza).

Recuerdo una vez que andábamos por Potsdam, al sur de Berlín, con unos hamigos, que andar por el palacio nos llevó mucho más tiempo del esperado (los jardines son inmensos, es una suerte de Versalles a la prusiana) y volvíamos al pueblo hambrientos en ese plan que ya no sois ni hamigos siquiera, ni habláis ni hostias. Sois como una manada de lobos famélicos que sólo se gruñen y pelean entre ellos, desesperados por encontrar algún nutriente. En esto que vimos un italiano y no estábamos como para elegir así que padentro que fuimos.

Nos pusieron en un plato algo de aceite de oliva con pimienta y pan para rebañar, así en plan para entretenernos mientras se preparaban las comidas. Dios, cómo entró ese pan con aceite y pimienta. Pocas veces he comido con tanto gusto. Y los que venían conmigo, más de lo mismo. De hecho suplicamos repetir, para asombro de los camareros, que nos miraban entre divertidos y asustados. Parecía que habíamos pasado dos semanas perdidos por el bosque.

Venga.

Seis huevos fritos y dos barras de pan. Poco más necesito para ser feliz. Aparte de follar, claro.